Ciencia y curiosidad
Si hay algo que la pandemia nos ha mostrado, es que la ciencia es una buena aliada. En tiempo récord, logramos no solo conocer el virus SARS-CoV2 y seguir de cerca a sus variantes, sino que también con el trabajo colaborativo de miles de investigadores/as, se desarrollaron vacunas efectivas para controlar esta pandemia. Pero también pasa que no notamos que la ciencia está en nuestra vida, nos rodea, nos envuelve, nos moldea, nos guía, de manera invisible, está en cada cosa que realizamos en el día a día, si miramos con el foco adecuado. La ciencia no es una verdad definitiva, pero es un mecanismo efectivo que hemos desarrollado para compilar y ordenar información de lo que percibimos como realidad.
La ciencia existe, gracias a la capacidad que tiene la humanidad de observar, cuestionar, pensar, razonar, para así responder a inquietudes que antiguamente podrían asociarse a misterios metafísicos, milagros, magia o simplemente lo inexplicable de lo naturalmente complejo. Aprendimos observar la naturaleza, pero aún sin una herramienta que explicara fenómenos extremos. Seleccionamos cultivos, animales, árboles, en un proceso conocido como domesticación, permitiendo establecernos y generar grandes conglomerados sociales, las urbes. La observación de los astros y planetas han permitido que hoy en día conozcamos más del extenso universo del que somos parte, e incluso explorar otros planetas y dar inicio al turismo espacial. El pensamiento crítico, la filosofía, han dado origen al humanismo y las ciencias sociales, al análisis crítico del fenómeno humano, que nos permiten dar forma a comportamientos de la sociedad, crear y estudiar las tan necesarias leyes, hasta el concepto de libertad, la ética y los valores de vivir como seres sociables.
La curiosidad y el pensamiento crítico, son por tanto pilares fundamentales para avanzar en la cración de nuevo conocimiento, y por tanto nos debiesen acompañar a lo largo de nuestras vidas. Pero la realidad es otra. Por un lado, el pensamiento crítico parece no existir frente a las noticias falsas, con tanta información disponible a un click en internet, damos por hecho que mucho de lo que está escrito ahí es verdad. El pensamiento crítico, la ética y valores se han ido diluyendo en la sociedad.
¿Por qué ocurre esto? Si bien los/as niños/as son muy curiosos/as y tienen una gran imaginación a la edad de 4-5 años, a medida que crecen (y paradójicamente se educan) pierden la curiosidad. Aprender haciendo, es la mejor manera de aprender. Entregar las herramientas básicas y plantear desafíos, que busquen distintos modos de resolver una problemática, sin que estemos predispuestos a una única forma de responder o de analizar un problema. Ideal incorporar en las mallas curriculares, tantos escolares, técnicas como universitarias, una forma de pensar en estos problemas desde una óptica racional, que haga sentido en su ambiente y contexto local y abierta a escrutinio.
En este mes en el que celebramos el Día Nacional de las Ciencias, la Tecnología, el Conocimiento y la Innovación, con múltiples actividades para que los y las escolares se motiven por la investigación y sean los/as científicos/as del mañana, debiésemos también repensar nuestra manera de enseñar. Encontremos la manera en que la curiosidad no se apague, que los tiempos del por qué no terminen nunca, solo así tendremos una verdadera sociedad del conocimiento.
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