
Ciudad cautiva
La ciudad y el espacio urbano son el soporte sobre el cual desarrollamos nuestras vidas cotidianas pero también donde expresamos nuestras necesidades y frustraciones. En ese contexto, el reciente estallido social es el resultado de la suma de conflictos, señales no observadas apropiadamente o atendidas oportunamente, en los que muchas veces primó la falta de voluntad o acuerdos, el abandono, desidia o simple negligencia. Como nunca entonces, nos enfrentamos el dilema de resolver en forma creativa nuestra aspiración por un hábitat sustentable entre desarrollo económico, social y medioambiental. Las legítimas movilizaciones que se han realizado transversalmente requieren de propuestas que nos lleven a apurar el tranco, a aunar voluntades para reparar, a reconstruir a corto y mediano plazo una serie de urgencias, para luego acordar en conjunto las transformaciones necesarias que nos permitan construir una sociedad más justa.
En contraste, los excesos, la delincuencia encubierta, la apatía o inmovilidad, han generado incertidumbre, confusión y han deteriorado de manera significativa la calidad de vida de las personas. La ciudad de Concepción ha sido dividida y controlada por un grupo de desadaptados que aparecen en forma organizada entre las marchas, y que han ido destruyendo no solo la ciudad, incendiando edificios, saqueando, desmantelando equipamiento y el propio espacio público en el que se generan las masivas reuniones, sino ha permeado la confianza convirtiendo a ratos el corazón de la ciudad en un lugar inseguro.
El centro de la ciudad al igual que los de otras ciudades del país se han ido convirtiendo en ciudades fortificadas, acumulando planchas metálicas, puertas de acero, improvisando muros y barreras, dejando el interior separado del exterior, todo con el fin de impedir ser desvalijados; impidiendo a su vez el ingreso de la luz y la ventilación. Nos hemos ido oscureciendo y empobreciendo, llenando nuestro paisaje urbano de bunkers temporales. El miedo aflora cuando constatamos que el control policial y los sistemas tecnológicos instalados en puntos estratégicos de la ciudad, y que nos brindaban una aparente seguridad o control, han sido vulnerados. Sin embargo, esta tipología de lo precario forma parte del paisaje cotidiano de muchas comunidades que viven en la periferia urbana, como una forma de defensa contra una delincuencia que cohabita en barrios de alta vulnerabilidad, escasos o carentes de espacios verdes, equipamiento y servicios básicos. El miedo ha creado una ciudad cautiva, que ha necesitado protegerse a la vez deconflictos que se han ido generando a partir de su propia desconfianza, de la mutua ignorancia, de los temores a un “otro” desconocido.
“Una ciudad que quiere olvidar o ignora que es en el espacio público donde se pueden producir los encuentros necesarios para romper todos los tabús adquiridos, vive cautiva de sus miedos.”
Tenemos el deber de contribuir a lograr una sociedad más justa e inclusiva, centrada en mejorar la calidad de vida, generando soluciones apropiadas y políticas públicas adecuadas a los problemas de segregación territorial que hemos creado. Esto significa, aprender de la experiencia y del conflicto, construir procesos innovadores que integren las genuinas aspiraciones de los diferentes sectores sociales por un bien común con urgencia, y así evitar la pérdida de la convivencia entre nosotros mismos.
Felicitaciones muy claro y preciso.