
COMBATIR LAS FAKENEWS
Hace sólo unos días, una información conmocionó a Chillán. Ilustrada con un video, la información decía que “una banda de delincuentes venezolanos fuertemente armados, recorría las calles de Chillán, amenazando a la población”. En el video se veía a un par de ellos luciendo fusiles y pistolas, hablando agresivamente con garabatos y expresiones groseras del hampa chilena. Esa noticia, que no se sabe bien quién la subió a las redes sociales, se desconoce de dónde procede, fue recogida por un “medio alternativo”, el que la difundió como una noticia del momento. Obviamente, se comenzó a viralizar en forma masiva, con la consiguiente ola de pánico en la población chillaneja.
No faltó algún personajillo que, basándose en dicha “noticia”, comenzó a acusar al Gobierno y a las instituciones de esta situación de violencia delictual. El hecho se expandió más allá de la ciudad y de la Región, siendo recogida por medios de alcance nacional. Incluso, un periódico de gran tirada realizó un reportaje, recogiendo opiniones de políticos.
Sin embargo, a las 24 horas de haberse divulgado esa “noticia”, las autoridades regionales y la policía, lo desmintieron rotundamente. Dos de los que aparecen en el video llevan más de cinco meses presos, uno en Chillán y el otro en Concepción. Carabineros envió un comunicado a todos los medios de la Región, señalando que eran absolutamente falsos aspectos de la noticia que causaba pánico. Hasta llega a entregar recomendaciones a los operadores de los medios, en el sentido de comprobar con las autoridades pertinentes cualquier información de este tipo.
Esto es un ejemplo de lo que es una noticia falsa, una “Fakenews”, cuyo objetivo está relacionado con perturbar a la población, provocar pánico, terror, manipular conductas sociales. En este caso, magnifican los hechos delictuales para crear un estado de insostenible inseguridad social. Si interpretamos con mayor profundidad, creemos que es obvio que se trata de desprestigiar a las sus autoridades, romper la credibilidad de las instituciones, lo cual crea una evidente desestabilización de la democracia.
Las nuevas tecnologías se están desarrollando a una velocidad impresionante. Actualmente tenemos una valiosa herramienta de comunicación en nuestras manos, que es el teléfono celular. En tiempo real podemos hablar y vernos con una o varias personas a la vez, aunque estemos en cualquier punto del planeta. Podemos intercambiar opiniones, cursar estudios o crear medios de comunicación, con enorme facilidad y sin mayores trabas. Desgraciadamente, la legislación tarda para regular su uso, muchas veces destinado a causar daños o delitos.
Durante la pandemia que estamos padeciendo en todo el mundo, hemos tenido que adoptar diversas medidas de limitaciones con el fin de evitar la masividad del contagio. Debimos mantenernos encerrados en nuestras casas por muchos meses. Gran cantidad de actividades sociales habituales fueron prohibidas. Eso nos llevó a comunicarnos a través de las redes sociales. Entonces, las nuevas tecnologías se potenciaron, se pusieron en actividad de diversas maneras y comenzaron a aparecer quienes hacen mal uso de estas modernidades.
La policía nos ha informado que las estadísticas señalan con rotundidad de que disminuyeron los delitos ordinarios, habituales, y crecen con rapidez los delitos cibernéticos, consistentes en estafas, engaños o falsos secuestros, entre otros.
Ahora se desarrollan las “fakenews”, que es la utilización masiva de mentiras que, por efecto de su multiplicación masiva, desmesurada, se va transformando en una “verdad social”. Están transformando la realidad, tergiversando la vida común mediante la manipulación a la gente. Esto ocurre en todo el mundo y va teniendo en mayor medida una intencionalidad política. Es cuestión de comprobar lo que ocurre en Estados Unidos, en Brasil, en Italia, Francia o España.
En Chile debemos adoptar decisiones para parar este flagelo. Es la hora de que las autoridades, las instituciones, el parlamento, los colegios profesionales, especialmente el de Periodistas, deben analizar el tema y hacer proposiciones para regular la comunicación a través de las nuevas tecnologías. Hay que ejercer algún control, cautelar la profesión periodística, cuya misión ya está definida en la juridicidad en los medios tradicionales, pero que al mundo cibernético no le llega aún.
Se hace muy necesario fiscalizar el uso indiscriminado de estos medios. Hay que sancionar el uso malicioso de la Libertad de Expresión. Limpiar ese derecho que está siendo vilipendiado. Porque necesitamos una sociedad sana que se desenvuelva dentro del marco de una democracia también limpia.
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