Dime con quién andas…
Las elecciones del 7 de mayo dieron una significativa victoria a los candidatos a Consejeros Constituyentes presentados por el Partido Republicano. Las cifras fueron elocuentes y los damnificados que quedaron botados en el camino fueron numerosos. Algunos partidos, como es el caso del Partido Socialista y el Partido Comunista, lograron salvar el honor pero los resultados finales, en cuanto al número de consejeros electos, fueron más bien pálidos. Para otras colectividades, el escenario que quedó dibujado es preocupante.
Por supuesto, es difícil predecir el futuro de una sociedad pero ello no obsta para que tomemos debida conciencia hoy de que los hechos que suceden en el “ahora”, las actitudes y comportamientos que asumamos en el presente, condicionarán sin duda nuestro porvenir. En un mundo complejo, cuyas variables son múltiples y están afectadas por múltiples factores (globalización, redes sociales, migraciones, inteligencia artificial) sería un error y una torpeza pensar siquiera que en una democracia los resultados de un día pudieran quedar clavados para siempre en el reloj de la historia.
El actual gobierno es un “gobierno de minoría y de minorías” y sería absurdo no entender que la diferencia incremental marcada por Boric en 2020 entre la primera y la segunda vuelta de la elección presidencial, fue simplemente un voto contra su adversario.
Asimismo, una lectura probable de los resultados logrados por los representantes de las posiciones más extremas del conservadurismo en los recientes comicios, es la que indica que determinados factores emocionales – temor, miedo, inseguridad, incertidumbre, migrantes – concurrieron para alcanzar tal nivel de apoyo.
Los problemas que enfrenta el Ejecutivo, exacerbados por actores de la oposición que notoriamente buscan su fracaso y, por qué callarlo, por errores del círculo propio, crean un ambiente político tóxico contrario a lo que el país requiere con urgencia. Por esa razón, como ya se ha denunciado por dirigentes del propio oficialismo, es obligación imperiosa del Presidente dejar de hablarle a los variados grupos identitarios y dedicarse a construir y entregar un mensaje de futuro que sea capaz de interpretar al grueso de la ciudadanía que reclama ciertas certezas mínimas que le permitan proyectar sus vidas a mediano y largo plazo.
La posibilidad de que al actual mandatario le suceda un personero de la ultraderecha, está a la vuelta de la esquina. Ello implicaría no solo el fracaso de su gestión, sino que acarrearía graves consecuencias para la convivencia nacional.
No se trata simplemente de la sucesión de un gobierno por otro de una tendencia distinta u opuesta, cosa que es normal y propia de una democracia. Se trata de tener presente los riesgos que la nueva alternativa presenta.
En la campaña de 2020, afloraron los graves planteamientos que mostraba el programa de José A. Kast en cuanto a los derechos de las mujeres y la negación de la existencia del cambio climático, por ejemplo. Ambos puntos fueron soslayados en los debates correspondientes arguyendo que lo que se criticaba era un borrador.
Sin embargo, la secuencia de los hechos nuestra una línea preocupante que va en una sola dirección. Desde la peregrinación de Kast a Brasilia (junto a la entonces senadora van Ryselberghe) para rendir pleitesía al populista de extrema derecha Jair Bolsonaro hasta ahora, hay una conducta consecuente. La prensa ya ha dado a conocer que en el equipo asesor del líder republicano se encuentran el abogado Nicolás Márquez defensor incondicional de la dictadura militar argentina; su discípulo Agustín Laje crítico de la ideología género, del feminismo radical y del homosexualismo ideológico; el profesor peruano Mildos Lukacs quien se ha mostrado contrario a las 12 bases del proyecto constitucional, calificándolas de “estatistas”, “colectivistas” y “medioambientalistas”; el economista español Juan Ramón Rallo, defensor del “monarquismo” como forma de gobierno; etc,
Lo claro es que, mientras nuestro país ha avanzado aunque a tropezones para superar una serie de desafíos impuestos por una cultura igualitaria, existe la posibilidad de que estos grupos ultristas trabajen por la regresión.
La mayoría del Consejo Constitucional, al pronunciarse sobre el trabajo de la Comisión Experta, tendrá la oportunidad inevitable de dar a conocer el verdadero pensamiento y los reales fines y propósitos de este movimiento emergente.
La ciudadanía, por su lado, tiene la oportunidad de ir juzgando lo que sucede para imaginarse lo que nos trae el futuro.
El futuro se ve incierto y preocupante, tanto en Chile como en todo el mudo. Los partidos políticos, los gobernantes y los discursos dispersos y ensimismados en el concierto de lo local, sin una preocupación mínima -por lo menos- de lo que está sucediendo con la Tierra por el mal comportamiento de ‘los monos de la sabana’ (lo que somos, ni más ni menos, los ‘homo sapiens’ al decir de Ugo Bardi), nos está llevando hacia la recta final de esta etapa de colapso: el descalabro terminal. Ya es muy tarde para que los efectos de un cambio de modelo pueda resultar efectivo, pero eso no quita que debamos continuar intentándolo, por costumbre y aunque la ignorancia siga imperando a nuestro alrededor.
Esperamos que la Conferencia «Beyond Growth 2023» de la semana pasada en Bruselas, surta un efecto positivo sobre los hinchas del ‘crecimiento a todo evento’, que abundan también en Chile.