
EDITORIAL. La violencia y sus caras.
Decir que estamos viviendo inmersos en una sociedad violenta, es obviamente una perogrullada.
La violencia se expresa en sus múltiples caras, día tras día. Desde las agresiones escolares entre infantes y adolescentes; de alumnos, padres y apoderados contra profesores; de maestros y pescadores contra la autoridad; de grupos religiosos fanáticos contra la vida vecinal; de seudo – líderes políticos contra sus adversarios; etcétera. ¿Para qué seguir?
La violencia se expresa no solo en los golpes, los denuestos y las injurias, sino también en las actitudes de una sociedad qué ha perdido toda capacidad de diálogo arrastrando a las personas a actitudes agrias y negativas que enmascaran un deseo, encubierto de agredir, frenado por temor o por un sometimiento poco voluntario a las convenciones sociales.
El escándalo del fútbol, que nos denigra internacionalmente, no es otra cosa que la explosión de la pus infesta de una sociedad que está siendo carcomida en sus raíces por este cáncer que se multiplica y parece irrefrenable.
Esta es una realidad en la cual todos somos actores protagónicos pero que nos negamos a asumir nuestras propias responsabilidades y a contribuir con nuestro grano de arena a la construcción de una comunidad capaz de discutir racionalmente y de aceptar que otros actores puedan tener la razón.
En el mundo moderno, la comunicación ha llegado a ser un factor determinante para definir los diversos aspectos de las relaciones interpersonales, ya sea que ella se realice a través de los medios formales o de la explosiva irrupción de las redes sociales.
La “monumental” tragedia del fútbol tiene claramente responsables directos que fácilmente pueden ser identificados pero, tras bambalinas, se ocultan los actores que, por motivaciones económicas o políticas, han ido legitimando subrepticiamente conductas inaceptables, sin medir las consecuencias que su pusilánime actitud puede acarrear para el futuro.
El decano y líder de la prensa nacional, autodefinido como “diario oficial de Colo Colo”, ha ido silenciando, sin condenar categóricamente, los comportamientos disruptivos no solo de sus barras bravas sino de los propios dirigentes de la “sociedad anónima”. Semana a semana, y desde hace años, estas verdaderas organizaciones criminales, siembran el temor en todos los estadios y ciudades del país a dónde van, pero la prensa oficial calla o solo hace menciones anecdóticas. En el caso, burdamente ha utilizado los hechos para atribuir responsabilidades a las autoridades, actuando en consecuencia con su línea editorial de demolición del gobierno actual y de promover el temor y la incertidumbre en pro de proyectos autoritarios de derecha.
Grave, asimismo, resulta la irrupción de las redes sociales, que resultan ser absolutamente irresponsables en sus mensajes y contenidos, convocando, especialmente a los jóvenes, a manifestarse con fuerza agresiva contra principios elementales de orden y respeto.
La reconstrucción de una vida comunitaria alimentada por una cultura generalizada de seres civilizados es una tarea urgente e indispensable, tarea en la que cada cual debe asumir el papel que le corresponde. Demoler la vida de una comunidad es fácil. Reconstruir más tarde puede resultar tarea secular.
Es claro el editorial en el análisis de los hechos ocurridos en el “monumental”. La sociedad no debe olvidar los orígenes de la situación de podredumbre moral y ética a la que hemos llegado.