«La verdadera grandeza no es tener poder, sino saber renunciar a él.» Gore Vidal

 

 

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Editorial. Las callecitas de Buenos Aires…

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

Astor Piazzola inmortalizó las callecitas de Buenos Aires, una de las mayores urbes latinoamericanas, destacando su vida y su misterio al afirmar que tienen “un no se qué”.

La capital de la República Argentina que siempre hace noticia por el fútbol, por los problemas políticos y financieros, por su actual dolorosa crisis social, ocupa ahora los titulares de la prensa –papel, los espacios de los grades canales de televisión, con una noticia infame: la violación de una joven de veinte años en las calles del tradicional Barrio de Palermo. Palermo es el distrito más extenso de la ciudad – capital, sus calles están ocupadas por actividades culturales, gastronómicas, audiovisuales, y su corazón alberga el enorme parque de los Bosques de Palermo, acogedor receptor de vecinos y turistas.

A las 3.30 horas del lunes 28 de febrero, la víctima fue abordada por un muchacho quien la acercó a su automóvil Volkswagen Gol donde le aguardaban cinco amigos más. Entre cuatro la introdujeron al vehículo, la drogaron y la violaron, mientras los otros dos, apoyados en el móvil, tocaban guitarra como factor distractor. Una trabajadora de una panadería del sector, sorprendida por la extraña situación dio aviso a la policía la que detuvo de inmediato a los seis agresores.

La historia de Buenos Aires no es sino un eco remoto de “la manada de los sanfermines”, violación grupal cometida el 7 de julio de 2016 en la ciudad de Pamplona, provincia de Navarra. Inicialmente los tribunales concedieron a los agresores la libertad bajo fianza de 6.000 euros desestimando la violación y dando por configurado el “abuso sexual”, hasta que un par de años después el Tribunal Supremo de Madrid revocó el fallo, dio por probada la violación y condenó a 15 años de presidio a cada hechor. Desde 2016 a la fecha, se persiguen 104 casos de violaciones múltiples.

El reciente miércoles 9 de marzo, se hizo público que un grupo de estudiantes varones del Liceo Lastarria, comuna de Providencia, Santiago, habían hecho públicas una serie de fotos íntimas obtenidas de alumnas de colegios del sector y a través de redes sociales las habían amenazado con una violación masiva. Una funa de alumnas de diversos colegios permitió tomar conocimiento de estos hechos y motivó la airada reacción de la alcaldesa Evelyn Matthei anunciando sanciones ejemplares para los responsables. 

Los hechos antes mencionados no constituyen una excepción en la vida de los diversos países del planeta. Si bien en muchas naciones de África y Asia subsisten costumbres inaceptables que subyugan y aplastan a diario la dignidad de la mujer, que la privan de sus derechos más elementales, que la someten a tratos crueles e inhumanos manteniendo tradiciones propias de pueblos salvajes, resulta incomprensible que en países que presumen de civilizados se exhiban comportamientos y conductas de esta naturaleza.

La violación grupal de mujeres constituye sin duda un delito de lesa humanidad pero las reflexiones sobre el tema no pueden limitarse a estos casos y a otros similares. Si nos permitimos hacer un recuento de los hechos que han salido a la luz en las últimas décadas, el resultado sería simplemente espantoso. Cada cierto tiempo recibimos la noticia de que en Canadá centenares de niños pertenecientes a pueblos originarios han sido asesinados y sepultados en los patios de los internados que los asilaban.  A los miles de casos de abusos de menores que han sido dados a conocer en Australia, Alemania, Francia, Italia, Chile, México, etc. etc. cometidos en el seno de entidades religiosas, es imprescindible sumar a las innumerables víctimas de los regímenes totalitarios que han padecido torturas, muertes, desapariciones forzosas, incluso con la aquiescencia o el silencio cómplice de actores que se auto reconocían, y aún se reconocen, como “personas de bien”.

En buenas cuentas, cuando el arribo de la modernidad ha servido para pregonar lo que se considera el éxito de las “sociedades de consumo” haciéndonos creer que la mecanización, la industrialización, la digitalización, la depredación de la naturaleza, entre otras acciones constituyen hitos del progreso humano, si miramos bien las cosas y las valoramos en su justa dimensión, sin duda que podemos afirmar que como cultura estamos fracasando.

Detrás de toda esta secuencia están el egoísmo y el abuso de poder que es la expresión nítida de la cobardía moral. En el varón que abusa de una joven (peor aún si lo hace en grupo), el sacerdote o pastor que abusa de una persona que le ha entregado su confianza, el estudiante apatotado que se considera “más macho” por denigrar o amenazar a una compañera y esconder la mano, el uniformado que cree que la autorización para portar armas le autoriza también para agredir impunemente, constituyen la expresión visible de la degradación humana.   

Ni las leyes ni las cárceles constituyen la solución del problema. Solo si en el hogar, en la escuela, en la universidad, en las fuerzas armadas, en las iglesias, en los medios de comunicación social, se contribuye a crear sistemáticamente un clima de absoluto respeto hacia los demás, hacia el que es más débil o es diferente, será posible romper esa dura realidad que nos increpa y nos bestializa.              

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