«Lo que le ocurra a las bestias, pronto le ocurrirá al hombre. Todas las cosas están relacionadas.»

Jefe Seattle.

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Tan chico que lo han de ver…

Desde Chile, a Uruguay lo vemos en el fútbol como un adversario temible. Es el país del mundo que más exporta jugadores en relación a su población. En cada eliminatoria mundialista se las arregla para clasificar. Con 3.286.000 habitantes y un territorio que apenas alcanza a los 176.215  kilómetros cuadrados, vive apretujado entre la extensa Argentina por el Sur  y el gigantesco Brasil por el Norte. La prensa nacional jamás lo menciona. Sin embargo, tiene hartas cosas que mostrar.

Mientras sus vecinos se remecen a causa de la ola de corrupción política y económica que les remecen desde hace varios años, la República Oriental del Uruguay permanece inmune. Su sólida democracia, que antaño llamaba la atención por su “gobierno colegiado”, interrumpida por una dura y prolongada dictadura, reverdeció sus laureles al extremo de presentarse hoy como una de las naciones más estables del continente americano.

Desde hace 15 años, Uruguay es gobernado por el Frente Amplio (cualquier semejanza con otro del mismo nombre es pura coincidencia),  una coalición de centro izquierda que lo  ha transformado  en una pequeña isla de paz política, social y económica. Nación de alto nivel cultural, vive la política en el día a día. Sus jóvenes estudiantes se reúnen en plazas y bares para discutir acerca de la realidad y desafíos del país.

En un reportaje de los periodistas Carlos Cué y Magdalena Martínez, publicado el día 25 de julio por “El Pais”, de España, se destaca que lleva nada menos que quince años de crecimiento económico ininterrumpido. Sin petróleo ni cobre, el cultivo de la soja, la ganadería bovina y el turismo, son las actividades en que se sustenta una tasa moderada pero constante de incremento de su Producto Interno Bruto.

La famosa crisis del “corralito” argentino, le significó fuga de capitales, alcanzar un 40% de población bajo la línea de pobreza, el colapso del sistema financiero y la necesidad de salir al rescate de los bancos. En términos per cápita, llegó a ser el segundo país más endeudado del mundo.

Hoy, hasta los opositores al Frente Amplio  más recalcitrantes, reconocen que su gestión económica ha sido muy seria y muy responsable. Hasta el anterior presidente, José “Pepe” Mujica, proveniente de las otrora fuerzas guerrilleras de los tupamaros, respetó los principios básicos de toda  economía, ya sea liberal, socialista o alternativa. .

El actual  gobierno del presidente Dr. Tabaré Vásquez tiene en su Ministro de Economía,  Danilo Astori, a uno de los hombres clave en la conducción del país. Este ha señalado: “El orden macroeconómico es imprescindible. Sin él, no pueden haber transformaciones. Ninguna sociedad en el mundo se ha transformado en medio del desorden. Tiene que existir consistencia entre las políticas monetaria,  cambiaria, fiscal y de ingresos”.

Precisamente, la experiencia histórica ha mostrado que una de las grandes fallas en que han incurrido los gobiernos populistas de  izquierda en el mundo,  ha sido su manejo de la  macroeconomía. Apremiados por la necesidad de dar cumplimiento en el menor tiempo posible a las promesas de campaña,   no han dudado en incurrir en excesos en materia de gasto público o  en incrementos salariales insostenibles en el tiempo, lo cual ha derivado en cuadros de hiperinflación que descuadran el regular funcionamiento de la economía de una sociedad y, paradojalmente, terminan afectando en mayor grado a los sectores más vulnerables que eran precisamente aquéllos a los cuales se pretendía favorecer.

Se puede decir que en Uruguay se vive el viejo adagio que dice:  “Voy despacio porque quiero llegar lejos”. Precisamente, cuando las políticas que se aplican para superar los problemas derivados de las inequidades y exclusiones de una sociedad, son paulatinas, atacan las causas de los problemas existentes, son explicadas a la ciudadanía, vislumbran las consecuencias que acarrea cada medida, se hace posible que las reformas estructurales se consoliden y permanezcan en el tiempo.

Los gobernantes uruguayos han señalado que las tres  tareas más  próximas a enfrentar son: la modernización de los servicios públicos, la mejora de la educación y la construcción de obras indispensables de infraestructura. Es fácil comprender que todas apuntan a  echar las bases de sustentación de un desarrollo estable y no a estucar las apariencias para más tarde volver a lo mismo.

El país más pequeño de Sudamérica , que hoy es capaz de producir altos volúmenes de alimentos para atender a su población y para exportar, al parecer pretendería ser capaz de abastecer a varios millones  de personas más  en un plazo no tan remoto.

A pasito lento, con un ingreso per cápita de 17.000 dólares anuales, bastante inferior al de Chile, tiene a su haber dos condiciones destacables: es el  país de Latinoamérica con menos diferencias sociales (lo que significa que los beneficios del desarrollo llegan efectivamente a todas las personas y no solo a familias y elites privilegiadas) y, además, cuenta con un intangible difícil de apreciar como se merece: estabilidad política en una nación en que se vive y se respira la democracia y la libertad responsable.

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