«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

Actualmente nos leen en: Francia, Italia, España, Canadá, E.E.U.U., Argentina, Brasil, Colombia, Perú, México, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Chile.

La trampita del anatocismo…..

El estallido que nuestro país ha observado con asombro y resignación a partir del pasado 18 de octubre, constituye una herida abierta en el corazón mismo de nuestra sociedad. Chile, pese a la innegable presencia de una serie de problemas que ahora han adquirido relevancia mayúscula, se mantenía en un aletargado clima de sometimiento. Un alto número de personas, particularmente de la tercera edad, rumiaba su pobreza y sus carencias con la idea de que “las cosas son así” y no hay nada qué hacer. Su horizonte de esperanza alcanzaba hasta soñar con la eventual recepción de un bono desde el Estado o de un subsidio a sus cuentas de agua o de luz.

Por supuesto, los medios de comunicación social (de propiedad de los “señores del poder”) han contribuido día a día a mantener este sopor ambiente, entregando contenidos que distraigan al ciudadano y evitando, al máximo posible, que el común de los mortales tome debida conciencia de los abusos y delitos que comete la “gente bien” tanto para burlar la ley como para incrementar sus fortunas al amparo de triquiñuelas legales y  tributarias muy bien urdidas por sus expertos asesores.

Destaquemos un caso ilustrativo.

El artículo 1559 del Código Civil muy brevemente disponía: “Los intereses atrasados no producen interés”, es decir se le aplicaba al deudor moroso como castigo por su incumplimiento, la tasa de interés pactada solo sobre la suma adeudada, es decir estaba prohibido lo que en Derecho se denomina el “anatocismo” esto es aplicar nuevos intereses sobre los intereses  anteriormente calculados.

Pues bien, la ley 18.010 de 27 de Junio de 1981 aprobada por los “legisladores” de la época general César Benavides, almirante José Toribio Merino Castro, generales Fernando Matthei Aubel y César Mendoza Durán, y firmada por don Augusto Pinochet Ugarte y su ministro de Hacienda Sergio de Castro, estableció nuevas “normas para las operaciones de crédito y otras obligaciones en dinero” y dispuso: “Podrá estipularse el pago de INTERESES SOBRE INTERESES, capitalizándolos en cada vencimiento o renovación. ……Los intereses correspondientes a una operación vencida que no hubiesen sido pagados SE INCORPORARÁN A ELLA,  a menos que se establezca expresamente lo contrario”. Es decir, por iniciativa del ministro De Castro,  economista formado técnica y éticamente en la Pontificia Universidad Católica y en la U. de Chicago, se legalizó la usura, operación que hasta esa fecha era considerada como delito. Para darle un revestimiento formal que encubriera el cambio de las reglas del juego se empezó a hablar de “interés compuesto”.

Como consecuencia de lo anterior, los bancos y prácticamente la totalidad de las empresas que mantienen sistemas de crédito (como es el caso de las grandes tiendas, de los sistemas multirrotativos, de las empresas que comercializan automóviles, etc.) han aumentado exponencialmente sus utilidades en perjuicio directo de sus clientes.

Por ejemplo, una persona que adquiere una vivienda con financiamiento hipotecario y que por cualquier causa (cesantía, enfermedad grave de alguien del grupo familiar, elevado endeudamiento de consumo…) deja de pagar uno o más dividendos, no tendrá problemas en renegociar con el banco pero este le capitalizará los intereses y, además, le adicionará los gastos de cobranza (honorarios de abogados, publicaciones, etc.). Otro ejemplo: Si una persona desea adquirir un auto nuevo, se le ofrece un “bono de descuento”, pero este beneficio solo lo podrá recibir siempre que compre a través del sistema de financiamiento de la empresa distribuidora,  la cual pretende, obviamente, recuperar el descuento a través de los intereses y de la capitalización de intereses correspondiente. Tercer ejemplo: Las grandes tiendas presentan extraordinarias ofertas pero a estas se puede acceder solo si la compra se hace con la tarjeta de crédito del establecimiento comercial, requisito que arrastra al cliente al endeudamiento a largo plazo con las consecuencias descritas.

Sergio de Castro Spikula fue el cerebro que, haciendo uso de la fuerza con que operaba el régimen gremialista-militar, elaboró e implementó el tan criticado “modelo neoliberal”.

De Castro tiene hoy 86 años.

En 2008, el Octavo Juzgado Civil de Santiago declaró su quiebra ya que enfrentaba 10 juicios de cobranza ejecutiva por no pago de compromisos contraídos por un monto superior a los 3.000 millones de pesos. Según sus datos biográficos consignados en Wikipedia (y no desmentidos), el economista previamente había traspaso la mayor parte de sus bienes a familiares y amigos para evitar que le fueran embargados, impidiendo de esta forma que sus acreedores recuperaran a lo menos parcialmente lo adeudado.

De Castro hasta hace poco seguía  apareciendo como miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Administración y Economía de la “Pontificia” Universidad Católica de Chile y también como integrante del Consejo del Centro de Estudios Públicos que reúne a los más granado de la casta empresarial chilena.

Tras esta breve “historia para no olvidar” cabe preguntarse: ¿Por qué protestan tanto los chilenos?

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