«Somos naturaleza. Poner al dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe»

José Luis Sampedro

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EDITORIAL. Los derechos de los humanos.

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

El pasado 10 de diciembre, se cumplieron 76 años desde que la propuesta de la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas que proclamaba que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad  intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana, fuese aprobada por  la Asamblea General de la Organización.

Se trata, sin duda, de uno de los documentos más trascendentes de la historia de la humanidad en cuanto fija los parámetros morales del proceso civilizatorio contemporáneo. Sin embargo, no debe olvidarse que se trata de una “Declaración” y no de un “Tratado”, lo que tiene especial importancia en cuanto a la exigibilidad de su contenido por parte de los diversos Estados que concurrieron a su aprobación.

El problema que hoy se plantea tiene ver con la natural respuesta a una cuestión fundamental: ¿en qué medida la humanidad ha progresado, desde esa fecha hasta ahora, en el reconocimiento práctico, real y efectivo, de estos derechos fundamentales?  

Un análisis de este tipo nos obliga a hacer un recuento histórico fijando un punto de partida ineludible. La Declaración fue aprobada con 48 votos a favor, 8 abstenciones y 2 ausencias.

Entre las representaciones que se abstuvieron deben señalarse los casos de la Unión Soviética más todos los países de su órbita, (Bielorrusia, Checoslovaquia, Polonia, Yugoslavia, Ucrania) Arabia Saudita y la República Sud Africana. Los primeros, sometidos a regímenes comunistas, los otros correspondían a dictaduras religiosas o a naciones en que imperaba e apartheid.

Lo paradojal de la situación es que la Asamblea  de París se realizaba al término de la Segunda Guerra Mundial, de tal manera que gran parte del articulado de la Declaración  debió ser entendida como una clara condena a los procedimientos y acciones de los regímenes nazi fascistas de Alemania e Italia que habían dejado millones de víctimas como consecuencia del implacable holocausto. A la fecha, se consolidaba en la Unión Soviética y naciones afines, el estalinismo como doctrina y práctica política, cuas diferencias sustantivas con los sistemas totalitarios indicados eran prácticamente nulas como lo denunciara Nikita Jruschov dos décadas   más tarde.

La historia, hasta ahora no ha terminado de escribirse. Durante estas siete décadas. han florecido en África, Asia y América Latina, numerosas dictaduras,  de derecha y de izquierda, carentes de escrúpulos y que, sin vergüenza,  aplauden los atropellos y violaciones de los derechos humanos cometidos por sectores afines a su ideología. En buenas cuentas, son claramente inconsecuentes en su forma de pensar y actuar.

Si bien la democracia liberal constituye el mejor ámbito para el cultivo y desarrollo de los derechos fundamentales, es esencial promover una verdadera  cultura de estos valores, educando  en el respeto a los derechos e los demás. Acciones  sistemáticas en la familia., la escuela, ,las iglesias , las organizaciones sociales, los partidos políticos, pueden llevarnos a romper la curva de la barbarie inhumana y a construir, con el esfuerzo colectivo, un mundo mejor.

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