Editorial. ¿Nos alcanzará el tiempo?
Ha transcurrido prácticamente la mitad del tiempo asignado por la reforma constitucional que la instituyó, para que la Convención Constituyente deba entregar el texto de la nueva carta fundamental, el cual debe ser sometido a la aprobación ciudadana a través del “plebiscito de salida”.
No deja de llamar la atención, entonces, el que los mandatarios del pueblo de Chile pierdan días valiosos brindando un espectáculo que es apreciado negativamente, al tener que renovar la mesa directiva de la entidad. En una votación que se pretendió publicitariamente asimilar a los “cónclaves papales”, se mostró uno de las prácticas más rechazadas por la opinión pública. Resulta curioso y sorprendente constatar que luego que en la elección de convencionales los ciudadanos masivamente sacaron del escenario a los personeros de las más tradicionales colectividades políticos, sus reemplazantes, los nuevos actores, incurran en las mismas conductas y vicios que han sido cuestionados. En una etapa de la vida nacional en que el país debe enfrentar una gama importante de problemas, que son los que afectan al mundo real, a las personas que deben sufrir a diario carencias en las que se juega la subsistencia cotidiana, resulta inconcebible que un órgano de esta naturaleza y nivel se vea entrampado en una pelea sin sentido que solo ha buscado marcar identidades mezquinamente.
La difusa expresión comunicacional emanada desde el seno de la Convención, en lugar de plantar temas centrales, básicos para un adecuado ordenamiento institucional y jurídico, ha generado un importante nivel de desconcierto. A través de las múltiples declaraciones de los constituyentes da la impresión de que se trabaja, como se ha dicho irónicamente, en la elaboración de una inagotable lista de supermercado buscando hacer creer a la gente que lo que se escriba en el texto se transformará, por arte de magia, en una nueva realidad.
No es agradable decirlo pero, reiteramos, nuestra opinión constante ha sido que la nueva Constitución debe desatar todos los nudos contenidos en la carta vigente y que atan el devenir del país a un modelo político, económico, social y cultural que no se condice con una sociedad personalista y comunitaria, pero cuya concreción debe ser derivada necesariamente a las decisiones que en cada momento se adopten de acuerdo a las circunstancias. Grave error sería, por supuesto, pretender imponer por la fuerza de un texto un modelo determinado, es decir pretender que una mayoría que bien puede ser ocasional y transitoria se autoconvenza de que ha clavado la rueda de la fortuna tal como lo pretendió la dictadura. Tanto la Convención Constituyente como el nuevo Gobierno tienen el deber de estar atentos a las amenazas provenientes de sectores caracterizados por el voluntarismo ciego que se niega a ver la realidad. Solo un liderazgo político integrado al pensamiento y a los valores colectivos, hará posible que avancemos de forma efectiva. Pronto el negocio de los vendedores de ilusiones se verá frustrado ´pues la voluntad mayoritaria impondrá la racionalidad.
Déjanos tu comentario: