
El continuo vida muerte y la posibilidad cósmica
En nuestros días, dice la doctora Kübler-Ross, que la vida es una especie de tarta dividida en cuatro cuadrantes, el físico, el emocional, el intelectual, y el espiritual o lo intuitivo que nos conduce Dios. Este último parece ser el más referido junto al intelectual y/o filosófico bajo la idea del pervivir a pesar del tiempo y las dificultades. Lo físico y lo emocional se aprecia más en la existencia sensitiva y lo intelectual e espiritual en la filosofía y la metafísica, aunque lo emocional es como un puente manifiesto en la poesía y la metáfora experiencial.
Como transformar la muerte en vida fue válido en la antigüedad: En Grecia antes del siglo IV, se daba sepultura a los muertos y, en la tierra que los cubría, se sembraban granos de trigo para que germinasen dorada espigas y la muerte se transformaba en vida. Representaba una prolongación socio temporal y natural de la unión entre la vida y la muerte.
Con posterioridad para los filósofos epicúreos la muerte ni siquiera existe. “La muerte no nos concierne -dijo Epicuro- pues mientras existimos la muerte no está presente. Y cuando llega, nosotros ya no existimos”. «Muerte, no eres un mal», reza una vieja divisa estoica. Solamente es un mal cuando se cierne en torno a uno y hace desaparecer a nuestros seres más queridos. Pero la muerte absoluta, la de uno mismo, puede incluso ser un privilegio. Sobre todo, si nos alcanza de manera súbita (siglo IV. A de C.). En efecto, los virtuosos de la muerte abandonan la vida sin ninguna amargura, como Zenón, Sócrates, Séneca, entre otros de Grecia a Roma. Sócrates Justifica la inmortalidad del alma y la eleva a la categoría de mito. Platón al igual que Sócrates, creía que el alma, amén de inmortal, es invisible y se encuentra prisionera dentro del soma.
Séneca habló de la brevedad de la vida y la sentenció, diciendo: es un breve paréntesis entre dos nadas; de uno vine, a otra me voy». Y la muerte: es volver a ser lo que éramos antes de nacer.
Petrarca humanista italiano esbozo una experiencia única y escribió: “una muerte ejemplar honra toda una vida”. Versus: en nuestros días sólo rara vez pueden darse estas aparatosas circunstancias, ya que se esconde a la muerte en clínicas, hospitales, virtuales o reales soledades.
Calderón de la Barca en la segunda mitad del siglo XVII poetizó: «La vida es sueño: ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
Para vivir, la vida, el trabajo vocacional, dice Voltaire en Cándido, “aleja de nosotros tres grandes males: el tedio, el vicio y la miseria”. Ello, en la primera mitad siglo XVIII, versus, lo que nos ocurre hoy, donde ésta (la vocación) está al margen del acceso a formación, la educación y la vida laboral.
Volviendo al verso, en tiempos difíciles, “la falta de amor acelera la aparición de la muerte”, lo firmó Machado jovial literato de la generación del 98. Y Miguel de Unamuno sumaba: «¡Qué ganas tengo de morir, dormir sinfín, dormir para toda la eternidad y sin soñar!”.
Nietzsche, en la segunda mitad del siglo XIX, habló de la opción de la muerte desde la vida, a través del suicidio libre: predicó el saber morir a tiempo. La muerte voluntaria dijo es lo más recomendable. Ser libre “para la muerte y libre en la muerte”. Para que esta no sea, “una blasfemia contra los humanos y la tierra”. Hoy se habla de la eutanasia y la resistencia es todavía inmensa y amorfa. En dirección parecida, León Tolstoi: trata de la angustiosa imposibilidad de no lograr vivir la propia muerte como sujeto y no como paciente.
En nuestro entorno inmediato, se ha dicho: “La muerte física es inevitable. Todo muere un día; los astros, los continentes, las montañas. Los árboles. También se muere el mar”, lloraba Pablo Neruda a pesar de su confesión de haber vivido según sus palabras.
A manera de cierre, Kübler-Ross, a partir de su tremenda experiencia como médico dedicada vocacionalmente al tránsito de la vida y la muerte sentencia su experiencia así: «Morir es el placer más grande que nos aguarda».
Cabe cerrar con el entendimiento sobre la percepción de la vida y la muerte de los autores citados y la comprensión múltiple de cada ser que ha vivido o vive.
La mía, aún bajo el peso de la cultura judaico cristiana y occidental en crisis continua, se cierne acorde a la ideología, teoría, poética, como se diga de nuestro tránsito cósmico. Mi cuerpo físico se desvanecerá, nuestras emociones perdurarán por un tiempo, la mente se iluminará e instituyo que viajaré por el espacio sin fin.
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