«El Antropoceno nos obliga a repensar no solo nuestra tecnología, sino nuestra ética y nuestra política.»

Bruno Latour.

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El meteoro de Chelyabinsk

Ronald Mennickent Cid

Astrónomo, Doctor en Física. Ex Director Departamento Astronomía Universidad de Concepción. Director de Investigación y Creación Artística de esta misma casa de estudios.

El visitante inesperado cruzó el cielo siendo  imperceptible a la mayoría de las personas, a la increíble velocidad de 69000 kilómetros por hora, hasta que estalló en miles de fragmentos, produciendo una esfera de luz, por instantes 30 veces más brillante que el sol, que encandiló a los habitantes somnolientos que levantaron la mirada y dispersó una onda de choque que fracturó ventanas a kilómetros a la redonda.

El fenómeno ocurrió en los cielos de Chelyabinsk, Rusia, el 15 de febrero de 2013 y se conoce como el meteoro homónimo. Muchas cámaras grabaron imágenes y videos que se encuentran a disposición de los internautas.

Unos 7200 edificios en seis ciudades de la región fueron dañados por la onda de choque de la explosión y unas 1500 personas necesitaron ser atendidas por lesiones producidas, en su mayoría, por vidrios que estallaron tras el paso de la onda de choque. 

Se supone que al ingresar a la atmósfera el cuerpo pesaba 12000 toneladas y medía 20 metros de diámetro, siendo el objeto natural conocido más grande que ha ingresado a nuestra atmósfera. Alrededor de 5 toneladas de material sobrevivieron a la fricción llegando a la tierra en forma de meteoritos. Esto es solamente un 0.05 por ciento de la roca original, que fue desmenuzada por la fricción atmosférica. La pieza individual más grande que llegó al suelo pesó alrededor de 650 kg y perforó un agujero de 7 metros de ancho en el hielo del lago Chebarkul. Hubo reportes de testigos cuya piel y retinas fueron quemadas por la radiación en el momento de mayor fulgor. 

El evento es un recordatorio que en el espacio interplanetario circulan rocas potencialmente dañinas para nosotros. Cada año caen a la tierra miles de toneladas de polvo cósmico. También caen micro-meteoritos y muy de vez en cuando rocas que producen bólidos como el de Chelyabinsk. En el espacio hay muchas micro partículas pero muy pocas rocas capaces de realizar destrucciones masivas si chocasen con nuestro planeta. Se ha estimado que cada 50 millones de años ocurre un choque como el que presumiblemente terminó con los dinosaurios y cada decenas de miles de años algún choque con una roca que puede hacer desaparecer una ciudad. 

Según la NASA, se conocen más de 900000 asteroides en nuestro sistema solar, de los cuales 29000 son cercanos a la Tierra. Se estima que alrededor de 17000 rocas espaciales, capaces de liberar la energía equivalente a cientos de millones de toneladas de TNT aún no han sido detectadas. Por esto se están realizando observaciones que permitan detectar cuerpos cercanos a la tierra y clasificar los potencialmente peligrosos. También se están planificando estrategias que permiten enfrentar una amenaza de este tipo. 

El ex-astronauta Dr. Lu y sus colaboradores asociados en la Fundación B612 (un guiño al asteroide del personaje principal del libro «El principito») han descubierto más de cien asteroides analizando imágenes astronómicas antiguas. Más de cuatrocientas mil imágenes de archivo fueron analizadas con la ayuda de un novedoso programa llamado THOR, recuperando órbitas de asteroides nunca antes detectados. 

El conjunto de telescopios «Flyeye» (ojo de mosca), será desarrollado por la Agencia Espacial Europea junto con el Observatorio Europeo Austral, para monitorear asteroides cercanos potencialmente peligrosos. El diseño óptico está inspirado en la visión panorámica de los insectos y se espera que la red sea capaz de detectar todo cuerpo de tamaño mayor a 40 metros, tres semanas antes de una eventual colisión con la Tierra. Dos telescopios de prueba de diseño, uno de ellos instalado en el Observatorio La Silla en la región de Coquimbo, se encuentran operativos. 

Esperamos que la comunidad científica encuentre apoyo de parte de los gobiernos para financiar investigaciones que permitan contar con un mecanismo de respuesta eficiente a la hora de enfrentarnos con la posibilidad de un impacto.

Aunque no se prevé que ningún asteroide conocido esté en curso de impacto con la Tierra durante el próximo siglo, el visitante inesperado en Chelyabinsk es un recordatorio oportuno de nuestra necesidad de estar preparados. 

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