«No tendremos una sociedad si destruimos el medio ambiente.»

Margaret Mead.

 

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El pecado original

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

De acuerdo a la Escritura, el primer pecado presente en la Creación fue el de la soberbia. Considerado por la tradición como un “pecado capital”, es decir como una falta grave que da origen a muchos otros pecados, se expresa en la convicción de que todo lo que uno hace o dice es superior al quehacer o al decir de los demás. La serpiente del Jardín del Edén habría tentado a la primera pareja humana con una frase seductora: “Si coméis del fruto prohibido, seréis como dioses”.

La soberbia no solo implica vanidad y engreimiento, no solo implica deseo vehemente de ser visto y admirado, sino también la convicción de que siempre todo se está haciendo bien, razón por la que el individuo ensoberbecido jamás reconocerá errores, nunca pedirá perdón, siempre menospreciará la ayuda.

Así lo confirmaba en 2002, el empresario y presidente de Renovación Nacional Sebastián Piñera: “(La soberbia) es una tentación que ataca a todos y en la cual muchos caemos; y que a mayor poder y riqueza es más fuerte. Significa creerse mejor que los demás, pensar que uno tiene toda la razón, por tanto termina contaminando la acción humana, enceguece y es una muy mala consejera” (El Mercurio 19.10.2002).

Lo recordado define el contexto en cuyo ámbito debe ser analizado el problema que, sin titubeos, puede ser calificado como “la tragedia de Chile”.

En efecto, a los pocos días de que el siniestro virus COV-19 irrumpiera en las naciones de Oriente, los “expertos” nativos señalaron que no constituía amenaza para nuestra población en manera alguna. Las autoridades categóricamente afirmaron que, en todo caso, este era un país que estaba preparado para enfrentarlo. En los momentos en que la amenaza despreciada dejó de ser un peligro para transformarse en una realidad inevitable (inicios de marzo 2020) desde los más altos niveles se hacía pública la información de que ya a principios de enero se habían comprado los ventiladores necesarios para enfrentar la pandemia lo que resultó ser claramente una falsedad. Se insistió con increíble tozudez en minimizar el peligro entregando cifras erráticas y contradictorias, en tratar de convencer a la gente en cuanto a que todo estaba controlado, en tranquilizar a la población ofreciendo una “nueva normalidad” para los próximos días o un “plan de retorno seguro”, propuestas destinadas a crear la sensación de que pronto volveríamos a ser el país de antes, que había que reanudar las clases y las actividades económicas y que “aquí no ha pasado nada”.

Por desgracia, siempre la realidad demuestra ser más fuerte y porfiada.

El sonoro discurso triunfalista destinado no a poner cara a la pandemia sino a tratar de subir en las encuestas ahora hace agua. En palabras del ministro Mañalich: “Las fórmulas de proyección con las que yo mismo me seduje, se han derrumbado como castillos de naipes. Ahora navegamos en una suerte de oscuridad”. Los 500 contagiados diarios del 29 de abril, se han multiplicado por 7 y son 3.500 al 29 de mayo, lo que augura un fuerte incremento de casos fatales. . Triste gloria: somos además el país del mundo con más contagiados diarios por millón de habitantes. La Oficina Nacional de Investigación Económica de los EE.UU. nos sitúa en los últimos lugares, entre 58 países analizados, con menos respeto a las medidas sanitarias de precaución. El colapso, tanto en infraestructura y equipamiento como en materia de personal de salud, pareciera ser inminente. La desocupación alcanza cifras inéditas. Se presenta así un puzzle demasiado complejo que demanda respuestas a la altura de las circunstancias.

Al cabo de casi 100 días de pandemia, es imperativo sustituir la soberbia por la humildad. En este tiempo se han desechado sistemáticamente todas las observaciones, críticas y sugerencias. Cuando los alcaldes, el Colegio Médico, las sociedades de infectología, el centro de estudios Espacio Público, las universidades públicas, alzaron sus voces fueron acusados de tener aviesas intenciones. Ahora, el Ministro de Salud afirma: “Si nosotros fracasamos, es todo el país el que fracasa”. Paralelamente, en el plano de la economía y subsistencia de las familias, se desprecia la posibilidad casi unánimemente planteada de entregar en forma expedita un vale en dinero y se opta por el eventual reparto de 2,5 millones de cajas de víveres, lo que implica un descomunal esfuerzo público y que, a duras penas, se terminará de cumplir en julio. Y mientras tanto ¿qué?  Se está incubando el descontento social y un alto grado de frustración.

Así como ahora un ministro de Estado reconoce que no tenía idea de la existencia de tales niveles de pobreza y hacinamiento en los barrios y campamentos de Chile, es hora de que el Gobierno manifieste en forma expresa su voluntad de actuar con decisión y prontitud en la emergencia. Ello implica usar con eficiencia todos los recursos que estén a la mano (endeudamiento público, bonos soberanos…) ya que son miles de vidas de nuestros compatriotas las que están en juego.

Y, casi se nos olvidaba, tener el coraje de tocar los intereses y privilegios de las grandes fortunas, muchas de las cuales han sido construidas a través de la apropiación de bienes públicos, de la especulación financiera y del abuso. Parece que por ahí va a estar la prueba de la blancura.    

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1 Comentario en El pecado original

  1. Las editoriales de esta ventana, lucen , son mas objetivas y de una mirada mas amplia que las editoriales de todos los diarios de papel de Chile.
    Lo digo lo firmo y reafirmo!

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