EL TERRITORIO Y EL FUEGO
Desde hace varios años tenemos incendios forestales recurrentes, que además de quemar y destruir el territorio rural provocan grandes y terribles impactos en las ciudades y pueblos aledaños, al menos desde 2017 esto no ha parado. Las causas de origen del fuego siempre son provocadas por descuidos o por intencionalidad directa de incendiar con algún fin. Algunos hablan de crear una ley que castigue a los causantes. Me parece que ese no es el problema de fondo. Aquí hay que legislar y fiscalizar a través de los elementos de planificación territorial en las áreas rurales y suburbanas, de los planes reguladores comunales (PRC) y de los planos reguladores metropolitanos o intercomunales (PRM).
Después de los grandes incendios de 2017 comencé a trabajar de manera voluntaria desde 2019 en el Comité de Prevención de Incendios de mi barrio (vivo en un borde de cerro en la comuna de Chiguayante); trabajamos en equipo junto a otros comités de esta comuna formando parte de una gran Red de Prevención de Incendios (así como ésta, existen otras, organizadas por la Cía. Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC) y por Forestal Arauco y Constitución S.A. (CELCO)). Esta gran red de prevención capacita a los voluntarios en diferentes plataformas para analizar sus territorios e identificar riesgos. La idea es que cada barrio o Junta de Vecinos con su comité de incendios identifique riesgos y posibles responsables para hacer un seguimiento y así prevenir incendios en cada zona.
A lo que quiero llegar es que todo ello está muy bien, pero me parece que todo este verdadero trabajo de hormigas es igual a la forma en que hoy se combaten los incendios: con helicópteros con “dedales” de agua, que solo son adecuados para apagar focos. Sin embargo, la realidad nos está indicando que las medidas para prevenir estos incendios y para una vez ocurridos apagarlos, deben ir por el lado, en primer lugar, de la planificación territorial del suelo rural y urbano y, en segundo lugar, por la compra de aviones cisterna en cantidades y tamaños de acuerdo con la demanda por experiencia histórica. No puede ser que todos los años la población de una región entera, en sus comunas, y en las familias estén sometidas al estrés de sentirse colgando de un hilo, cruzando los dedos para que el fuego no llegue hasta sus casas o para que el viento cese o cambie de dirección. O, por otro lado, si logran salvarse, ser testigos de la tragedia que está ocurriendo: saber de personas que han fallecido presas del fuego, de viviendas que literalmente desaparecen, de animales que mueren, de trabajo y actividades productivas perdidas, etc.
Esto tiene que terminar: hay que tener una legislación de fondo y una estricta reglamentación, que se vea reflejada en los Planes del Territorio, Planes Reguladores Comunales y Planes Reguladores Metropolitanos, donde se tomen medidas que regulen el uso del suelo rural y las interfases con las ciudades. Que donde existan plantaciones y bosques autóctonos haya una fuerte fiscalización en cuanto a cortafuegos y densidades de plantación, y que cada cierta cantidad de hectáreas de plantaciones haya tranques o estanques con agua. Si bien hoy las empresas forestales destinan recursos para el tema incendios, ellos son claramente insuficientes.
Por último, se debe legislar para que se planifiquen adecuadamente las plantaciones tomando en cuenta las técnicas y procedimientos de las disciplinas de la prevención de riesgos, con énfasis en incendios forestales, incluyendo los aviones cisterna especializados.
PXBF
05.02.2023
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