LA OTRA ORILLA
Embajadora por la Paz de las Naciones Unidas por la Letras UNILETRAS.
Ave viajera de Semillas para la Juventud
Desde Castelar, Argentina
Estaba pensativa, sentada en su roca predilecta con la peineta de nácar
ordenaba un poco su indisciplinada cabellera.
Nada hacía suponer que sin darse cuenta una corriente suave casi imperceptible la fue llevando como acunando.
Era tal el ensueño que no advirtió que se movía.
Mágicos pensamientos, ensortijados como sus cabellos la sumían en un mundo lejano querido.
No vio que su cuerpo se iba cubriendo de finas algas doradas semejando gasas que nublaban sin sentido su desnudez perlada.
Entrecerrados los ojos apenas esbozaba una sonrisa y el agua la llevaba por esa suerte de espacio preparado para su vuelo de memorias pasadas.
Ya no sentía en su piel ese frío al que estaba acostumbrada, eso la distraía un poco, no demasiado.
Su mente deambulaba ente otras cosas, otras eran las imágenes que la mantenían ocupada.
Las caracolas no dejaban de emitir sonidos cadenciosos, distintos tonos
como letanías o campanas de sumergidos monasterios.
Su cola de escamas pequeñitas había adquirido el color malva de la vida.
Sus manos de dedos puntiagudos que bien fuerte sostenían la peineta,
lucían anillos de perlas ambarinas.
Ni se dio cuenta que el agua estaba teñida de verdes increíbles y que una fragancia nueva la invadía.
Comenzó a mirarse sorprendida.
Despertó del letargo y conmovida comprendió que había llegado a otra orilla.
En esa línea divisoria entre el Atlántico y el Cantábrico, en la mágica playa de Ribadeo.
Gladys Semillán Villanueva
Argentina
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