«El mayor problema ecológico es la ilusión de que estamos separados de la naturaleza.»

Alan Watts.

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La pena de Rosy cercana a C. Jung.

Rafael Galdames Fuentes

Sociólogo CEUR- Universidad del Bío-Bío

Tengo pena musitó Rosy al despertar el miércoles 6 de noviembre del 2019, después de dos semanas de convulsión social, política, económica y cultural en Santiago y luego en todo el territorio nacional de nuestro sin igual país isla, de entre cordillera y mar. Camila, mi hija me había dicho lo mismo hace alrededor de 10 días. Por cierto, la pena es como el territorio país en toda su extensión, las mujeres y los niños en su inocencia la llevan en su corazón de emociones, porque en general los hombres de ayer y de hoy todavía no lloran salvo excepciones; por el contrario, la racionalidad y la normativa los raulibiza en la elite y en la villa. Sin embargo, las jóvenes y los jóvenes de todos los sexos, de hoy y de mañana, son de otra variedad de almas diversas en acecho y nuevas.


Le pregunto a Rosy cómo es tu pena y me responde que se siente en una cárcel grande; después de un silencio, repite tengo pena, tengo tristeza y me dan ganas de morir. También musita parece que nada ha valido la pena. Que importa ser de derecha o ser de izquierda, sí que lo creí que era mío no es de nadie, nada me pertenece. Qué importa el cielo, el mar y la tierra. Si huecos de mierda lo venden; ¡ya no importa¡, me iré luego, allí no tendré nada ni siquiera la casa que me costó tanto sacrificio tener. Silencio, no quiero más. Silencio.

Escucho su silencio.

Rosy tiene mucho de bruja. Siempre piensa como C. Jung con los arquetipos. Rompe el silencio y dice: estamos como el colgado, la torre, el diablo; patas pa-arriba, cabeza abajo, mirando el pasado ante un futuro incierto. Veo la realidad en un ángulo que no era el mío ayer y ayeres.

Ella sabe, que el colgado aparece frente a una crisis, nos permite ver el caos, pasar por la muerte que es el cambio más doloroso. El viraje que barre con todo.

Luego, pasaremos por la templanza forjándonos como el acero, que nos llevará al diablo y a mirar lo que no queremos ver, las sombras. En ellas se deposita el miedo, la rabia, la envidia, los celos, el purgatorio de nuestros pecados. El camino sigue y conduce al rayo, que descabezará la torre para liberarnos de nuestros carceleros internos, que darán pie a una nueva estructura y una nueva libertad futura. La vida.

He ahí, el despertar indómito de Rosy, mi mujer y madre de mis hijos, en esta hora incierta.

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