«A propósito de los 50 años del golpe: Negar, esconder o tergiversar el horror provocado en ese nefasto acontecimiento, es una acción, una actitud tremendamente perversa que daña y mancha el futuro de la Nación. Perversidad: Cualidad de quien obra con mucha maldad y lo hace conscientemente o disfrutando de ello.»

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LOS ANGLOSAJONES NACIONALISTAS SE HAN INFILTRADO EN LA SOCIEDAD

Guilmo Barrio Salazar

Desde Georgia, E.U.A.

El día 20 de enero pasado, cuando Donald J. Trump dio su discurso presidencial a la nación, les recordó a los de la raza blanca nacionalista, por qué ellos pusieron tantas esperanzas en él, como su candidato campeón que mejoraría al país.  Les pintó un cuadro sobre los Estados Unidos de Norteamérica. Una nación destrozada, con una infraestructura tercermundista, con «fábricas oxidadas», con fronteras débiles, con ciudades sufriendo mucha pobreza, con un sistema militar vacío en armamento moderno y con una clase política que padece de una enorme falta de eficiencia y  nada de vitalidad, lo que está llevando al país a una ruina.  El prometió que «los Estados Unidos están primero que nada», y que esta política nos llevará a ser de nuevo un país poderoso. Y el nuevo presidente de esta nación terminó diciendo: «Este asesinato norteamericano masivo va a parar en este preciso momento».

El discurso inaugural fue un eco a los temas presentados durante la campaña presidencial, lo que había electrificado a los nacionalistas de la raza anglosajona de extrema derecha, con el movimiento ocasionado con la promesa de ponerle un alto a los viajeros musulmanes que intentaran ingresar a este país, a la vez de deportar a millones de inmigrantes indocumentados, a quienes Trump  llamó «asesinos y violadores de mujeres».  Cuatro días después de la inauguración presidencial, Richard Spencer, el líder nacionalista anglosajón en funciones  en la Casa Blanca, le señaló a un periodista de la televisión que lo estaba entrevistando: «Trump es un nacionalista blanco, por decirlo así.  Él es un miembro de la extrema derecha, le guste o no le guste».

A pesar de sus fracasos en su intento de alcanzar  victorias legislativas, Donald J. Trump no ha decepcionado a sus seguidores derechistas.  Sus acciones sugieren que,  aunque no se haya realizado el populismo económico prometido durante su campaña, él recurre al presagio de la derecha radical al llevar a cabo su agenda presidencial desde  la Casa Blanca.  El 31 de enero pasado, el que fuera el líder del Ku Klux Klan, David Duke, escribió un twiter público, señalando: «Todo lo que he venido diciendo por décadas, se está transformando en una realidad, y las ideas por las  que he estado peleando para lograrlo, han ganado».

Durante sus primeros cien  días en la presidencia, Trump ha estado rodeado de consejeros extremistas, y ha comenzado a implementar leyes destinadas a eliminar los derechos civiles de la ciudadanía, los que habían logrado un gran avance gracias a los esfuerzos del líder Martin Luther King, Jr., quien posteriormente fue asesinado, y de muchísimos otros legisladores, desde los años 60’s hasta hoy en día. No sólo está haciendo eso, sino que también ha comenzado a empujar a las comunidades más vulnerables hacia  situaciones extremas,  marginándolas de la sociedad.

Nosotros debiéramos examinar lo siguiente:

Los extremistas que Trump ha nombrado como sus consejeros principales en la Casa Blanca, y los líderes que ha colocado en su administración,  están dedicados a eliminar la protección otorgada a los ciudadanos mediante nuestros derechos civiles, lo que coloca la seguridad social en un punto muy débil, a raíz de tener que encarar una implementación nacionalista vista por todo el mundo.

Trump le está dando un triunfo a los verdaderos fabricantes de «noticias falsas», expresión con la que él se refiere a los  medios de comunicación cada vez que estos presentan  serias críticas a su administración.  Su presencia en la Casa Blanca es el resultado final de un proyecto que le tomó largas décadas a los políticos conservadores, y a las figuras tradicionales de los medios de comunicación, para quitarle la legitimidad al periodismo real en la sociedad estadounidense, y darle fuerza a los medios de extrema derecha.  Primero como  candidato y ahora como  presidente, Trump le ha dado un parlante gigantesco a las teorías de conspiración sin base y a la fabricaciones  de la derecha radical.

Y, por último, debemos examinar que en los primeros 100 días han existido momentos claves, que incluyen la nominación de extremistas en el gobierno de Trump, que han volado bajo el radar de los medios de comunicación nacional. También se han promovido teorías de conspiración  y naturalmente se ha puesto en la mente ciudadana la necesidad de continuar los esfuerzos de una deportación masiva;  como también la completa eliminación de la era del ex-presidente Obama, para reformar el sistema de justicia criminal en los Estados Unidos de Norteamérica.

Ahora, ustedes pueden ver la clase de sociedad que se está enfrentando en este «desarrollado» país que,  según el nuevo presidente, desea darle un ejemplo al resto del mundo.

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