«Si la humanidad desapareciera, el mundo se regeneraría en 50 años. Si los insectos desaparecieran, el ecosistema colapsaría en unos pocos meses.»

Edward O. Wilson.

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La “Diada” catalana

Andrés Cruz Carrasco

Abogado. Doctor en Derecho (Universidad de Salamanca). Magister en Filosofía moral (Universidad de Concepción). Magister en Ciencias Políticas, Seguridad y defensa (ANEPE). Máster en Política Criminal (Universidad de Salamanca).

Desde Barcelona y Tarragona.

El 11 de Septiembre se celebra en Catalunya la “Diada”. Es otra de las tantas conmemoraciones que se desarrollan dicho día en varios países, como consecuencia de trágicos episodios en los que miles de seres humanos han muerto. Todas las que subrayan el valor de la solidaridad y la fuerza colectiva que aunque se vean derrotadas constituyen una alternativa a quienes se visten de héroes ególatras que se dicen llamados por la voz del pueblo y que no viven más que para acaparar medallas que no merecen y se perpetúan en el ejercicio del poder, expandiendo la incultura, el sufrimiento, la persecución de los piensan diferente, repartiendo injusticia y quitándole la vida a todos los que constituyen una amenaza, disfrazando de memoria a la más repugnante propaganda de un mero caudillismo bananero que muchos aplaudieron y que hoy siguen celebrando, pese a la sangre derramada por miles de compatriotas.

Para un sector, la unidad civil catalana se rompió con el “procés” independentista, convirtiendo esta fiesta en un reflejo de la división ciudadana, ya que hay quienes dicen que sólo se ha pretendido exaltar a los separatistas en lugar de reconocer la pluralidad de posiciones y matices que se tiene respecto de la relación que debe mantenerse con España. Lo que si está claro es que hay un malestar generalizado que no ha sido abordado exitosamente por el gobierno central, a quienes se les critica por pensar que el mundo se acaba en sus narices (¿les parece conocida la historia?).

Todos esperan expectantes la sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo Español en relación al juicio oral desarrollado durante cuatro meses contra los líderes secesionistas catalanes, ya que se anuncia que en caso de condena podrían desencadenarse nuevas jornadas de “desobediencia civil”. En los balcones de Barcelona y Tarragona se pueden ver ondeando las banderas catalanas junto con la demanda de “llibertat presos polítics” en alusión a los que fueron acusados y juzgados en Madrid. Abundan los lazos amarillos que simbolizan estas posiciones nacionalistas. El peso político de la sentencia que deberá emitir el Poder judicial tensiona a este órgano autónomo del Estado sobre el que finalmente ha tenido que recaer el peso de hacerse cargo de determinar las responsabilidades penales aplicables al caso en concreto, pero que además parece pedírsele algo que le corresponde asumir a quienes viven de la actividad política: la solución del conflicto.

Según otros analistas, el movimiento está desgastado y lo que se pretende es evitar que los convencidos se desmovilicen centrando el proselitismo en la falta de imparcialidad de los jueces y la farandulización del juicio seguido contra los referentes catalanes.   

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