SALVADOR ALLENDE Y EL SIGLO XXI
Salvador Allende, el socialismo y el cambio social en democracia
Salvador Allende pertenece a la vertiente del Partido Socialista representada por Eugenio González. En 1947 este partido encargó al destacado intelectual y dirigente, la redacción del Programa de la organización partidista. González plasmó allí su visión democrática y antidictatorial del socialismo, asumiendo que el proyecto histórico del partido debía ser democrático tanto en sus métodos como en sus objetivos. Su concepción del socialismo es democrática, y no concibe un Estado totalitario. También los medios para alcanzarlo no deben contemplar métodos dictatoriales. El socialismo es inseparable de la democracia, debe profundizarla, al contrario del socialismo soviético: “El socialismo es revolucionario. La condición revolucionaria del socialismo radica en la naturaleza misma del impulso histórico que el representa. No depende por lo tanto, de los medios que emplee para conseguir sus fines “… “El socialismo no puede ser dictatorial por sus métodos, desde el momento que procura el respeto a valores de vida que exigen el régimen de la libertad (…) de ahí que no nos parezca posible separar el socialismo de la democracia, más aún: sólo utilizando los medios de la democracia puede el socialismo alcanzar sus fines sin que ellos se vean desnaturalizados” … “El Partido Socialista rechaza, por lo tanto, como esencialmente contraria al socialismo, la concepción totalitaria del Estado que implica una regimentación coercitiva de las conciencias individuales”. (González E, Fundamentación teórica del programa del PS de 1947).
Allende representa esta visión del socialismo, y por tanto está muy lejos de los socialismos de los países de la órbita soviética, no son sus referentes, tampoco Cuba como modelo. Se aparta de un modelo único de construcción de la nueva sociedad. Propone un segundo modelo de transición, y se aleja de las “leyes universales de la revolución”, vigentes en la época. Es un modelo distinto, para un país democrático y pluralista, sobre la base de las tradiciones republicanas de Chile. La denomina Vía Chilena al Socialismo. Sostiene que los métodos deben ser democráticos, vía elecciones y parlamento. El objetivo final, la sociedad a construir, es también democrática, en donde no cabe un partido único ni dictadura del proletariado. Allende va más lejos que Gramsci, quien postula un camino de conquista de la hegemonía social a través de ganar la conciencia del pueblo, pero no caracteriza la nueva sociedad. Allende sí lo hace, su proyecto pretende superar los socialismos reales.
Los postulados de Allende están en sus intervenciones, en diversas instancias. Destaca entre éstas el Mensaje Presidencial del 21 de mayo de 1971 al Congreso Pleno. En lo esencial, este discurso establece las bases del camino institucional a seguir. Sostiene que la realidad de Rusia en 1917 y la de Chile de ese momento son muy distintas, y que el sendero a seguir también será distinto: “Chile es hoy la primera nación de la tierra llamada a conformar el segundo modelo de transición a la sociedad socialista (…) estoy seguro que tendremos la energía y la capacidad necesarias para llevar adelante nuestro esfuerzo, modelando la primera sociedad socialista edificada según un modelo democrático, pluralista y libertario”. Resalta el carácter gradual del proceso chileno, y una característica esencial, que no consiste en un asalto al aparato estatal, sino en la conquista de la mayoría para así realizar democráticamente las transformaciones: «Nuestro objetivo no es otro que la edificación progresiva de una nueva estructura de poder fundada en las mayorías”. Sostiene que el camino futuro es ajeno a toda forma dictatorial, por lo que no habrá entonces dictadura del proletariado ni partido único en la revolución chilena.
Hay una intervención poco difundida de Allende, con ocasión del Pleno del PS de marzo de 1972. Allende responde al discurso inaugural de Carlos Altamirano, y expresa en su intervención su profunda discrepancia con la política insurreccional de su partido. Los conceptos del Presidente acerca de la Vía Chilena son antagónicos con la visión rupturista del PS. Para Allende, el PS habla de una revolución distinta, de una realidad diferente; su partido no ha comprendido el papel del Gobierno en la revolución chilena, y Allende lo hace saber con total claridad.
Para Allende, un partido que comparte la responsabilidad del gobierno no puede repetir consignas, o citar leyes de la revolución. Allende hace presente la seriedad de la controversia con su partido, cuyas proposiciones, si fueran llevadas a la práctica, «pueden entrar en conflicto con el programa de Gobierno de la Unidad Popular, con la línea política del Gobierno Popular, y lo que es más grave, con la realidad histórica de nuestro país”.
Allende acusa al PS de no comprender la realidad del país y de la revolución chilena al proclamar la destrucción del aparato institucional: “¿Al servicio de qué interés de clase están hoy trabajando estos organismos del Estado? Qué decisiones están tomando… Están operando al servicio inmediato de los trabajadores (…) ¿Cómo puede pretenderse que hay que destruir, quebrar —lo que presupone la violencia— el aparato de la administración pública, cuando en estos momentos es un instrumento para actuar, cambiar y crear al servicio de los trabajadores?” … ¿Quién puede sostener que un partido que cuenta entre sus militantes al Ministro del Interior y al Presidente de la República debe proponerse la destrucción, la quiebra del aparato coercitivo del Estado?”.
Se dirige expresamente a los militantes y no a los dirigentes del partido: “Los militantes del Partido Socialista deben ser conscientes de que, contrariamente a lo que el Informe Político sostiene…la tarea imperiosa de las fuerzas populares es convencer, mediante la acción revolucionaria, el ejemplo y la eficacia, a las grandes mayorías del pueblo, del sentido y razón de ser de la revolución (…) la tarea del momento es conquistar el Parlamento… Transformar la legalidad significa transformar el régimen institucional, y ello depende, ni más ni menos, de que el pueblo confíe a los partidos que representan sus intereses, la mayoría del Parlamento”.
En esta intervención, Allende expone con claridad el carácter democrático de su gobierno y de la revolución chilena. No consiste en un asalto al poder en un golpe de fuerza, sino en convencer a las grandes mayorías nacionales, lo dice con todas sus letras. Este es su legado para el siglo XXI, la concepción de un proceso de cambios estructurales, que modifican el eje de poder en manos de una minoría de la sociedad, por medio de las herramientas de la democracia, en pluralismo y libertad.
Allende y el 11 de septiembre
También hay otros elementos que legó Allende. Aquel día decide ir a la Moneda, cuando el golpe militar se ha iniciado. Pudo quedarse en su domicilio. Pudo refugiarse en algún regimiento. Pudo pedir asilo en cualquier embajada. Estando ya en el infierno de la Moneda bombardeada, pudo rendirse y salvar su vida. No tomó ninguna de estas alternativas. ¿Por qué?
Podemos asumir, que sólo en el Palacio Presidencial cobraban pleno sentido histórico los mensajes políticos que transmitiría con sus palabras y sus actos:
- Con su gesto de morir en la Moneda condena ante la historia a los militares sublevados, y al sector social que ha instigado el golpe, y derrumba la democracia.
- En la Moneda asediada con el Presidente en su interior, está representando y defendiendo el régimen constitucional y la dignidad del cargo. Por eso está allí. Y al morir evita que los militares humillen la institución de la Presidencia de la República.
- El 11 de Septiembre muere en la Moneda, bajo la barbarie inaudita de tanques y aviones, un presidente republicano. Transmite a todos los chilenos con su gesto final, que la Democracia y la República deben defenderse siempre, en las más adversas circunstancias, incluso hasta morir.
- No llama a sus seguidores a salir a las calles y a morir. Actúa como estadista, bajo la ética de la responsabilidad (M Weber). Sabe que el pueblo no tiene armas y si sale a las calles será acribillado. Desmiente con su gesto, que exista un “ejército paralelo”, “amparado por el gobierno”, como pregonaban con impudicia los dirigentes de derecha y otros instigadores del golpe.
- El proceso de cambios ha sido derrotado. Allende sabe que ahora viene la persecución, la tortura y la muerte. Sus seguidores serán masacrados. Entonces, será el primero en morir, es su mensaje de lealtad a los que serán perseguidos.
- Rompe con su partido, que lo ha acorralado y abandonado durante su gobierno. Así responde al emisario enviado por el PS a la Moneda: “Presidente, vengo de parte de la dirección del partido a preguntarle qué hacemos, donde quiere que estemos. –Yo sé cuál es mi lugar y lo que tengo que hacer —respondió secamente Allende. Nunca antes me han pedido mi opinión. ¿Por qué me la piden ahora? Ustedes, que tanto han alardeado, deben saber lo que tienen que hacer. Yo he sabido desde un comienzo cual era mi deber”. Con sus duras palabras, pone un muro entre su proyecto institucional y democrático, y el proyecto insurreccional de su partido.
- En esas horas aciagas, habla desde la ética de la convicción (M Weber). Su mensaje final es de esperanza, y a la vez una arenga, para que otros continúen, en otras circunstancias, su proyecto de transformación social: “No se detienen los procesos sociales, ni con el crimen ni con la fuerza” … “Superarán otros hombres este momento gris y amargo” …” Sigan ustedes sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor…”.
Son sus mensajes políticos de aquella mañana, los que perduran. Después de 50 años, la amplitud de su legado histórico sigue vigente: Cambio social estructural, en democracia, pluralismo y libertad. Defender siempre la Democracia y la República, aun en las más adversas circunstancias.
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