«Somos naturaleza. Poner al dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe»

José Luis Sampedro

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¿Camino al desarrollo?

Debemos reconocer que hemos sido terriblemente majaderos al insistir, hasta el cansancio, que no es lo mismo “crecimiento económico” que “desarrollo”. Cualquier buen experto, y que cumpla con el piso mínimo de entender que la economía es una ciencia social y que, por lo tanto, una buena política pública en la materia debe considerar los innumerables factores que inciden en la vida concreta, real,  de las personas, puede explicar que no basta con que aumente el Producto Interno Bruto de un país (y luego lo dividamos por el número de habitantes) sino que es imprescindible que evaluemos cómo a las personas, a la familia, a la sociedad toda, le han mejorado sus condiciones de existencia en campos tales como trabajo estable,  vivienda, acceso a servicios básicos, salud, previsión, educación, cultura, esparcimiento, etc.

A los gestores de la economía nacional les encanta engatusarnos con la temeraria afirmación de que en pocos años más seremos un país desarrollado. Lo peor del caso, es que objetivamente no existe razón alguna para que, siguiendo las líneas del actual modelo, se pueda pensar siquiera que,  en un plazo específico, por ejemplo de una generación, cambie realmente su situación dentro de la sociedad. El PIB, obvio, puede crecer pero las desigualdades e inequidades pueden mantenerse e incluso incrementarse si el sistema lleva a la concentración de la riqueza a manos de unas pocas familias.

Es notoria, por ahora, la falta claridad gubernativa. Mientras el Presidente preanuncia que los tiempos que vienen serán “difíciles” su Ministro de Hacienda, Felipe Larraín señala que él (Larraín) duerme muy “tranquilo”.

¿Pero cuál es la realidad?

Al darse a conocer el dato de que el Índice Mensual de Actividad Económica,  IMACEC,  había avanzado solo un 2,1% en abril en relación con el mismo mes del año anterior, una quincena de expertos requeridos por “El Mercurio” (6 de junio) coincidió en señalar que ven “un mayor riesgo de que Chile crezca bajo el 3% en 2019. Las proyecciones oscilan entre el 2,5% que predice Larraín Vial y el optimista 3,2% que vaticinan Scotiabank y Tanner.

Leonardo Suárez, Jefe del Departamento de Estudios de Larraín Vial, junto con precisar que tal cifra estuvo dentro de sus expectativas, fue categórico: “No se ven razones para un repunte significativo de la economía”. El responsable de las finanzas públicas retrucó: “se verán cifras mejores en la economía chilena en mayo, junio y especialmente en el segundo semestre”. Sin embargo, el Índice de Percepción Económica, elaborado por la “Consultora CfK Adimark” (que dirige Roberto Méndez, militante RN), llegó a su menor nivel en dos años siendo también el más bajo en los seis años que ha gobernado el actual mandatario, pasando claramente a una “zona de pesimismo”. La caída afecta a todos los sectores pero especialmente al “sector C 2” (clase media propiamente tal por niveles de consumo) que cayó de 49% a 43,8%,  es decir “menos 5,2”.  El experto Ángel Cabrera, de Forecast Consultores, dijo al Decano: “Es una señal preocupante pues la confianza económica está relacionada con la disposición de las personas a consumir”.

La última encuesta de Criteria Research detectó que, entre Enero y Mayo de este año, la confianza en el crecimiento de la economía nacional cayó de 36 a 23%; que la sensación de que las empresas están invirtiendo más, descendió a 32 a 21%; que las expectativas de encontrar trabajo disminuyeron de 24 a 16%.

Los economistas neoliberales chilenos, forman parte de la escuela que sostiene que, en tiempos críticos,   “el libremercado automáticamente generará pleno empleo” pues el “factor trabajo” ajustará sus demandas salariales  “a la baja”. Esta idea, fue rechazada, durante la depresión de los años 30,  por el británico John Maynard Keynes, al afirmar que el libremercado carece de mecanismos de autoequilibrio, precisando que la demanda agregada está  determinada por los gastos de los hogares, los gastos de las empresas y los gastos del Gobierno, factores que constituyen el motor esencial de la de la economía. Como los gastos de las empresas (inversión) no crecen, como los hogares han contraído sus consumos por contracción salarial y desempleo, el gasto público es el factor que  puede influir en alterar una economía deprimida. En épocas de crisis, el sector privado reduce su confianza y sus gastos lo que exige políticas activas de parte del Gobierno.

Nos encontramos en un  tiempo en que nuevamente es la dura realidad la que  nos da clases. La cerrada ideología neoliberal libremercadista está demostrando que no ha sido capaz de insinuar siquiera una respuesta. A pesar de sus pesares, el Gobierno está tomando el tan criticado planteamiento de keynesiano. Con los resultados de la última encuesta en la mano, que marca solo un 28% de aprobación al Presidente y un 25% al Gobierno, el Ministro Felipe Larraín parece haber abandonado su plácido sueño y ha anunciado un programa de inversiones en infraestructura del orden de 1.483 millones de dólares. ¿Será suficiente esta cifra para reorientar las tendencias imperantes? ¿O seremos aplastados por los resultados negativos de nuevas encuestas y por el surgimiento prematuro de una decena de precandidatos presidenciales de la “centro derecha” que creen que ellos lo pueden hacer mejor?

Vea el próximo capítulo. INE informa que el parque de vehículos motorizados llegó a 5.382.604 vehículos y que en 2018 se comercializaron 417.038 automóviles  nuevos. RM: 2,12 millones, Valpo 570,922, BB: 434.336.Para 2018 se proyectan 380.000 autos nuevos.

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