«La verdadera grandeza no es tener poder, sino saber renunciar a él.» Gore Vidal

 

 

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SE ABREN LAS ANCHAS ALAMEDAS

EXIGENCIAS DE UN CHILE DIFERENTE

Se inicia un nuevo gobierno lleno de expectativas y esperanzas, que viene a representar la coronación de esa larga lucha del pueblo que se expresó masivamente en la movilización social de Octubre del 2019. Una construcción laboriosa de las aspiraciones de un pueblo, tras años de exclusión y abandono, que emergió como un grito desgarrador en el estallido social que se manifestó a lo largo de todo el país.

Un camino largo, difícil, pero no imposible. El oído sordo de las autoridades a las multitudinarias manifestaciones de los estudiantes por el fin al lucro y gratuidad en la educación, las grandes marchas  por el término a las AFPs y pensiones dignas para la vejez, las demandas de la agenda feministas del movimiento de jóvenes y mujeres, los paros de los trabajadores de salud por mayores recursos para la atención en hospitales, los reclamos de los trabajadores por mejores salarios, una real negociación colectiva y respeto para las organizaciones sindicales, la molestia de los pobladores por la falta de viviendas y continuas alzas en los servicios básicos, del agua, la luz, el gas licuado y el transporte.

Ante tantos abusos, desidia e injusticias el pueblo se expresó con rabia e indignación que provocó un gran remesón a toda la sociedad. Muchos tuvieron que reconocer que el injusto modelo económico neo liberal que se aplicaba no podría ya continuar en el país. Se dijo “Chile despertó”, “Chile cambió”. Se debe hacer algo para terminar con esta situación. Algunos señalaron que estaban dispuestos a perder algunos de sus privilegios. Un empresario subió de inmediato el sueldo mínimo a sus trabajadores a  500.000 pesos, el monto que exigía la movilización popular.

EL PROCESO CONSTITUYENTE

Pero el gobierno no acogió ninguna de las aspiraciones de las movilizaciones y sólo la demanda por una asamblea constituyente para redactar una nueva constitución fue aceptada a regañadientes. Se convocó a un plebiscito para ver si la gente estaba de acuerdo y respecto a la forma para su confección.  En forma mayoritaria ganó el apruebo y la formación de una Comisión Constituyente para su redacción. Luego el pueblo en uso de su soberanía eligió limpia y democráticamente a sus 155 representantes. Estos se constituyeron, eligieron sus autoridades y se organizaron para realizar de la mejor forma el mandato de la ciudadanía.

En la elección de los miembros de la Comisión la derecha queda en minoría, pierde su aspiración de poder controlar un tercio de los constituyentes y por eso desde el primer momento, a través de sus medios de comunicación inician toda una campaña para desprestigiar y descalificar el funcionamiento de la Comisión y de sus miembros. El Presidente Piñera trata de dar indicaciones, ordenes y rayar la cancha para que la nueva constitución “salga buena” (¿buena para quién?). Grandes organizaciones empresariales y eruditos hombres de derecha entregan recomendaciones y sugerencias.

A medida que avanzan las propuestas de las comisiones, la derecha entra en pánico. Vienen las descalificaciones a los constituyentes por ser personas poco preparadas, con falta de educación, inexperiencia, maximalistas e incapaces de confeccionar una Constitución que sea para todos. Un grupo de ex concertacionistas de derecha, que se autodenominan “los amarillos” se suman a estas críticas y dan consejos para que la nueva constitución no aparezca dominada por personas con posiciones añejas, extremistas y refundacionales.

La derecha y el gran empresariado ven con horror que puedan perder algo de sus actuales privilegios en esta Nueva Constitución. Hoy día se sienten incomodos y marginados por no poder manejar a los convencionales a su amaño. Acostumbrados desde siempre a ser ellos los únicos que pueden dar órdenes, interpretar lo que le conviene a Chile y establecer cómo debe funcionar su institucionalidad.

A los empresarios de las grandes mineras les parece anacrónico plantear la nacionalización de las riquezas básicas, del cobre y el litio y hacen su campaña del terror por el posible alejamiento de los inversionistas. Aparece irónico ver a los grandes empresarios agrícolas y forestales, poner el grito en el cielo muy preocupados porque se les quiere quitar los derechos de agua a los pequeños agricultores  campesinos, cuando justamente han sido ellos los que todos estos años le han robado el agua, gracias al actual sistema de privatización existente en Chile.

Los jueces rompen vestiduras cuando se propone poner plazo fijo a sus designaciones que actualmente son de por vida. Los senadores en ejercicio se espantan y hacen una defensa corporativa ante la posible pérdida de sus privilegios y su fuente laboral por la propuesta de poner término al Senado y tener una cámara única.

No faltan algunos personeros de la derecha que inician la campaña para votar por el Rechazo en el plebiscito de salida, que da la tranquilidad de volver a la añorada constitución del 80 del General Pinochet. Otros más osados plantean que si gana el rechazo se podría elegir a unos nuevos constituyentes para su redacción. Se olvidan nada menos que este proceso constituyente es producto del estallido social y que ellos mismos en ese momento proclamaban que Chile había cambiado y que no se podían mantener tantos privilegios, ni la injusta distribución de la riqueza existente.

UN TIEMPO DE CAMBIOS

El otro elemento que la derecha esperaba contar para detener y conducir el trabajo de la Comisión Constituyente, era la presión desde el nuevo gobierno encabezado por un hombre de sus filas. Pero las cosas cambiaron, el pueblo se movilizó en forma extraordinaria en diciembre y dio un gran triunfo al candidato de la izquierda unida Gabriel Boric.

La izquierda logró convocar en forma amplia a todos los sectores progresistas del centro y deja a la derecha aislada, pero bien atrincherada en sus puestos del Congreso. El nuevo gabinete nombrado por el Presidente Boric, un equipo mayoritariamente formado por jóvenes y mujeres, llenos de entusiasmo y deseos de trabajar,  recoge la amplitud de la nueva alianza y se prepara a concretar los grandes desafíos de llevar adelante su programa de transformaciones con las dificultades y limitaciones propias de este tiempo.

El nuevo gobierno tiene que enfrentar las grandes expectativas de los sectores populares estando muy cercano al pueblo y discutiendo junto a ellos los tiempos y prioridades para avanzar. Debe buscar la amplia participación y apoyo desde la base social que permita marchar en la democratización y la construcción del Nuevo Chile que el pueblo espera. Poder así resolver los momentos críticos, temores y amenazas de todos aquellos que quieran boicotear al nuevo gobierno y al proceso constituyente, traicionando las justas demandas planteadas por los chilenos en las movilizaciones sociales.

Un momento pleno de esperanzas y sueños de cambio recorre hoy la Patria. Las anchas Alamedas se empiezan finalmente a abrir para el pueblo.

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