Terremotos, erupciones y sequías: Experto en Estudios Urbanos recomienda fortalecer investigación social para catástrofes locales
Diego Arango, investigador e historiador colombiano, dice estar sorprendido de la cantidad de riesgos socio-naturales con que convive el chileno: erupciones volcánicas, terremotos, incendios forestales o aluviones. Pero también por la falta de institucionalidad de prevención al respecto.
En buses y camiones llegan los nuevos habitantes de tomas de terreno en la localidad de Lampa a ocupar y extender un nuevo espacio del relieve en esta comuna al norte de Santiago. Rodeada de cerros, la localidad rural suma a la escasez hídrica y zonas de sacrificio cercanas, estos campamentos en las alturas donde no hay acceso a alcantarillado ni luz eléctrica, pero persiste la amenaza de un incendio, agravada por la aparición de microbasurales y otras externalidades.
Tal como en otras comunas de Cerrillos, San Bernardo, San José de Maipo o Colina, las vulnerabilidades sociales asociadas a la pobreza, infraestructuras precarias o la ausencia de redes de apoyo o de organización social, suponen nuevos niveles de alerta en este tipo de asentamientos donde ya es complejo resistir terremotos, aludes, frentes de mal tiempo y la diversidad de desastres por fenómenos naturales propios de Chile.
Como desde hace siglos, se siguen construyendo asentamientos a los pies de las montañas, la cordillera o en el borde costero donde la población queda expuesta a una diversidad de desastres, plantea el investigador FONDECYT Diego Arango, Dr. en Estudios Urbanos del École des Hautes Études en Sciences Sociales de París (EHEES), que dirige el curso “Riesgo de desastres en espacios urbanos. Aproximaciones prácticas desde las Ciencias Sociales” de la UAHC, que ofrece una serie de herramientas prácticas desde las ciencias sociales que permiten incorporar el análisis social e histórico a la acción profesional de reducción, prevención, atención o mitigación del riesgo de desastres en contextos urbanos en Chile.
Desde una mirada crítica, académica y ciudadana, Arango destaca que le sorprende cómo nuestro país, a menudo enfrentado a este tipo de vulnerabilidades, tiene una cultura arraigada para convivir con ellas que no se refleja en la generación de investigación y nuevas metodologías de tipo local. “Es algo que me llama mucho la atención a nivel del territorio: pese a ser un país que convive con desastres socio-naturales como terremotos, tsunamis, volcanes, incendios forestales y otros, en Chile el desarrollo de la historiografía y las ciencias sociales respecto de este tipo de fenómenos, es mucho más escaso que en otros países como México, Brasil, Venezuela o Colombia, donde también hay vulnerabilidades de este tipo presentes, pero donde aun así son muy estudiadas desde las ciencias sociales”, señala.
Resiliencia vs idiosincrasia
Estos riesgos socio-naturales presentan al país y su política pública una excepcionalidad que requiere miradas transversales desde la institucionalidad, pero también desde la investigación y la innovación, cree el académico frente a la actividad de fenómenos que son menos visibles que un tsunami, extensas sequías o un deslizamiento de tierra. Se refiere a bolsones de pobreza, falencias educacionales y estructuras que, como problema, se tornan más complejos por sus múltiples dimensiones.
El trabajo de un sismólogo o un ingeniero es recolectar datos o construir estructuras antisísmicas, dice, pero Chile es un espacio de reconocidas y frecuentes amenazas naturales que afectan por el gran número de su población, pero también por las carencias y riesgos sociales de gran parte de dicha ciudadanía que trascienden esas mediciones inmediatas, plantea el investigador a cargo del análisis de las desigualdades expresadas en el aumento del número de campamentos montados en torno a basurales, quebradas y faldas de los cerros, cercanos, por ejemplo.
Menciona también la conjunción de las externalidades del cambio climático y las zonas de sacrificio o la falta de servicios que afectan aún más a las zonas castigadas por la sequía, por mencionar parte de esta realidad local. “Muchas de estas realidades urbanas hacen necesaria una actualización de herramientas y metodologías de investigación y acción que se hacen cargo de la desigualdad, la vulnerabilidad, desastres y otras amenazas que rodean a las grandes ciudades de Chile, pero que también se aprecian en ciudades pequeñas del norte y el sur donde conviven por igual riesgos naturales y sociales de desigualdad”, explica.
De este tipo de amenazas se desprende una necesidad vital, cree: la de pensar las catástrofes nuestras de cada día desde la prevención y miradas interdisciplinarias aplicadas al riesgo social y sus consecuencias. Ya sea desde el trabajo interdisciplinario del sicólogo y el sociólogo en cuanto a asuntos como el estrés postraumático o cómo la identidad, la pobreza y el género influyen en estos contextos; así como desde el enfoque del antropólogo y las implicancias del mundo rural y la gestión administrativa asociada a sus vulnerabilidades, entre otro corpus en el que participen abogados, arquitectos y estadísticos, por ejemplo.
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