Vida extraterrestre: los ojos de Juno
¿Hay vida fuera de nuestro planeta? Esta pregunta que habitó la imaginación de nuestros abuelos y fue casi exclusivamente un tema de ciencia ficción hace 50 años es hoy un motor de desarrollo de la disciplina llamada astrobiología. No está demás reflexionar que muchas veces la imaginación ha ido un paso adelante del desarrollo científico y tecnológico, basta recordar al visionario escritor Julio Verne.
Es posible que los mismos procesos físicos y químicos que llevaron al surgimiento de la vida en nuestro planeta hayan ocurrido también en otros mundos. Esta suposición se basa en la premisa que en el universo operan las mismas leyes físicas y que en él se encuentran los mismos elementos químicos presentes en la tierra y su entorno. Sin embargo, se necesitan fuertes condiciones de contorno para que la vida, tal como la conocemos, prospere en un planeta.
Para empezar, necesitaríamos agua en estado líquido, lo que define un rango de temperatura y por lo tanto distancia a la cual el planeta sostenedor de vida pueda ubicarse en relación a su estrella. Esto define la «zona habitable» y los planetas extrasolares detectados en dicha zona son especialmente interesantes para la búsqueda de condiciones aptas para la vida. El estudio de las atmósferas planetarias, usando la técnica de espectroscopía diferencial, permite examinar la composición atmosférica y detectar la presencia de oxígeno y otros elementos químicos. En septiembre de 2019 la revista Nature publicó el hallazgo de agua en K2-18b, un planeta algo mayor de la Tierra que orbita una estrella enana roja a 111 años luz de distancia, en la constelación de Leo. Este planeta tiene algo menos que 8 veces la masa de la tierra y un radio de 2,5 veces el radio terrestre.
Un análisis elaborado a partir de datos del observatorio espacial Kepler de la NASA sugiere que unos 300 millones de planetas de nuestra galaxia podrían albergar vida. Por otra parte, las condiciones para que la vida alcance los niveles de complejidad que observamos en la tierra no son menores. La existencia de seres cómo nosotros demanda condiciones especiales, como un escudo planetario protector de radiaciones de alta energía y una estrella relativamente estable a través de millones de años de evolución, sin cambios enormes de luminosidad o erupciones demasiado poderosas. La Tierra cuenta con su campo magnético y su capa de ozono que permiten un grado de protección y además el sol es una estrella cuya luminosidad ha sido relativamente estable durante eones. También se requiere una órbita planetaria no demasiado excéntrica, para garantizar la estabilidad térmica del planeta. Con una excentricidad de 0,017 esto lo cumple nuestro planeta muy bien.
Pero fuera de la zona habitable del sistema solar, y en las profundidades de algunas de lunas de los planetas gigantes, pueden existir condiciones propicias para albergar vida, al menos microscópica. Nos referimos, por ejemplo, a la luna Enceladus de Saturno y a la luna Europa, de Júpiter. Europa es la sexta luna más grande del sistema solar, un poco más pequeña que la luna de la Tierra. Los modelos dicen que sí escarbamos lo suficiente la superficie helada de Europa, unos 10 kilómetros, llegaremos a un océano de agua líquida de 170 kilómetros de profundidad, donde presumiblemente podrían darse condiciones para la evolución de formas marítimas de vida. Evidencia de existencia de dichos océanos se observa en enormes géisers que emergen desde el interior de Europa a través de fracturas expuestas al medio interplanetario.
Recientemente, la sonda espacial de la NASA Juno ha sobrevolado Europa a unos 350 km de distancia. Su nombre evoca la mitología romana donde Juno era la diosa del matrimonio, la fertilidad y la familia y era esposa y hermana de Júpiter, el principal dios. Juno comenzó su viaje el 5 de agosto de 2011 en Cabo Cañaveral en Florida, y llegó a Júpiter el 4 de julio de 2016. Desde entonces ha explorado a Júpiter y sus satélites. Se espera que Juno, propulsada con energía solar, obtenga algunas de las imágenes de mayor resolución jamás tomadas de partes de la superficie de Europa, y recopile datos sobre su interior, composición superficial e ionosfera.
Como un primer paso, estamos acercándonos a los ambientes del sistema solar más cercanos donde pudiese haber vida. La sonda espacial Juno nos ayuda en nuestra aventura, llevando de alguna manera nuestros ojos para escudriñar la superficie agrietada y helada de Europa. Juno lleva cámaras de alta resolución que permiten adquirir imágenes de la superficie en lugares de alta peligrosidad para el ser humano. Un explorador humano, sin la protección adecuada, moriría sometido a las altas dosis de radiación provenientes de Júpiter. Europa recibe cada día 1800 veces la dosis de radiación promedio que recibe un ser humano en un año a nivel del mar. Bajo su corteza helada, sin embargo, las aguas de un océano antiguo, eventualmente temperadas por fuentes hidrotermales, podrían estar llenas de organismos vivos desconocidos. Quién sabe si este océano y su contenido sean una reserva de soluciones para problemas de la humanidad. Solamente la investigación futura podrá comprobar esta posibilidad.
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