«El mayor problema ecológico es la ilusión de que estamos separados de la naturaleza.»

Alan Watts.

Actualmente nos leen en: Francia, Italia, España, Canadá, E.E.U.U., Argentina, Brasil, Colombia, Perú, México, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Chile.

El zorro y el leñador

Sofía Valenzuela Aguila

Doctora en Bio-química. Investigadora Centro de Biotecnología. Universidad de Concepción.

A los niños y niñas, y seguramente a todos cuando éramos pequeños, les encantan los cuentos, poseen una enorme imaginación y disfrutan especialmente por las noches que les lean, o inventen alguna historia, la larga tradición de los cuentacuentos tiene arraigos profundos en todas las sociedades humanas. Entre todas las historias, aparecen las fábulas, relatos breves con la intención de entregar ciertas lecciones simples de sabiduría popular y de sana convivencia. Una que me gusta recordar, en estos tiempos que corren, es la del zorro y del leñador. Aunque popular, para quienes no la hayan escuchado, la historia va sobre un zorro perseguido por cazadores y que llega a la cabaña de un leñador, a quien le solicita que lo proteja. El leñador accede y al llegar los cazadores a preguntar si ha visto al zorro, el leñador les dice que no, pero hace un pequeño gesto con la mano indicando que el zorro está en la cabaña. Los cazadores se quedan con su palabra y no toman en cuenta su gesto. El zorro, sale de su refugio e inicia el camino sin hablar, a lo que el leñador le reprocha que no le haya dado las gracias. El zorro responde, que le hubiese agradecido si las palabras y las manos hubiesen dicho lo mismo.

La moraleja es simple, que tus acciones no contradigan tu palabra, o no sea como el cura Gatica, que predica, pero no practica. Hoy en día, nos pasa con algunos discursos políticos sobre la supuesta protección de ciertos valores, pero que nublan el camino hacia tanto o más importantes, ocurre el relato, pero no se condice con los actos de los que lo empujan. En la economía y medioambiente pasa algo parecido, por un lado, han proliferado los discursos sobre sustentabilidad, bioeconomía, reutilizar, reciclar, etc., pero por otro lado las leyes ambientales que realmente protegen y sostienen la salud del planeta se debilitan y operan bajo criterios más econométricos que ambientales. Lo vemos en el discurso de más participación de mujeres en los diferentes ámbitos, pero seguimos teniendo paneles de hombres y poca voluntad de aumentar la participación de mujeres en directorios o cargos de alta dirección. En el ecosistema de la academia, investigación y educación superior también ocurre, como en todo ámbito, pero sorprende que los valores universitarios a veces se difuminen y asimilen en un discurso más “marketero” que real. Es cierto que las organizaciones, las personas que las crean y sostienen no son perfectas, pero llama la atención que bajo slogans y campañas se pierda el foco en el bienestar de las personas, más allá de índices cuestionables sobre “felicidad”. Las organizaciones, no importa el ámbito, necesitan personas valientes que no se callen ante las prácticas que contradicen los discursos, debemos conversar sin miedo y actuar en consecuencia, todo es posible si se mantiene el respeto y se entiende que el no estar de acuerdo con alguien o algo que ocurre, no implica antagonismo, más bien corrección de rumbo. Fábulas más, fábulas menos, conviene moderar las expectativas antes que sufrir los descalabros de ver cómo los discursos sirven para los medios y redes sociales, pero no se sostienen en la conversación de almuerzo, una copa en un bar, un café bajo una terraza, un viaje en colectivo, o para un zorro decepcionado.

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