
¿A alguien le importa el medio ambiente?
Sociedad y Naturaleza pertenecen al mismo horizonte problemático y
no se pueden llevar por separado dos contabilidades: “Si las cuentas con la sociedad no son exactas, tampoco lo son con la Naturaleza”.
Tomás Maldonado
El biólogo y periodista ambiental argentino Sergio Federovisky (1962), escribió en 2004 el libro “El medio ambiente no le importa a nadie – Bestialidades ecológicas en la Argentina. Del Riachuelo a las papeleras” [1].
Dado los escasos humanos a los que le importa realmente el medio ambiente, la elección del rotundo título, sin duda alguna, no pudo ser mejor.
Sergio Federovisky, relata en la obra las desgracias ambientales de Argentina, que ponen en evidencia la poca importancia que le dan -los gobiernos y la sociedad en general- al respeto por la Naturaleza y el medio ambiente y a su cuidado.
Es impresionante constatar luego de su lectura la similitud de los casos analizados y denunciados con los nuestros y que viene sucediendo en Chile desde hace ya varias décadas con las febles actitudes de nuestros gobiernos, de la sociedad y de las empresas. Tanto es así que podemos parafrasear el título diciendo: En Chile el medio ambiente no le importa a nadie.
Los graves problemas ecológicos que padecemos en Chile (así como también en Argentina y varios otros países en el mundo) se pueden evitar o resolver, pero lo que impide las acciones que se deben emprender para ello –cada día que pasa con mayor urgencia- no se acometen por el terrible y exasperante catalizador de la reacción: la colusión, enquistada entre el poder político y los “dueños de Chile”, el poder empresarial-financiero o, también dicho con otra única palabra, la corrupción.
Los problemas del medio ambiente se estudian y se denuncian, con amplia difusión diaria, en las publicaciones y en los sitios de Internet de muchas ONG nacionales y extranjeras que trabajan por detener los desastres ambientales que se acrecientan de modo alarmante. Sin embargo, los agentes del Estado y las empresas, que son consignados como responsables de actuar para evitar dichos desastres, se hacen los sordos o miran hacia el lado. Lo que sí notamos y observamos es que dichos agentes -ministerios incluidos- son expertos en gatopardismo, es decir, en hacer planes y programas para darnos a entender “que se cambia todo, pero para que todo siga igual”. Además, mienten descaradamente.
Todos los problemas ambientales que padecemos son evitables y los que están presentes tienen soluciones técnicas, científicas o prácticas. Pero no se quieren aplicar o nos han dicho que se aplicarán sí, pero después que alcancemos la categoría de “país desarrollado”. Valga la contradicción.
Las nuevas catástrofes ambientales de Chile, herederas de las antiguas provocadas por los cultivos de trigo en los campos desforestados de la zona centro-sur del país, o las actuales provocadas por las plantaciones de especies arbóreas exóticas, las protagonizan hoy los cultivos de paltos que están destruyendo las laderas y acabando con el agua en los valles de Petorca, La Ligua y otros de la zona central y que no son sustentables, ecológicamente hablando.
Federovisky nos plantea -basándose en una idea de Ignacio Lewkowicz, según la cual “un poder se define por su capacidad de producir realidad”, así como Marx postulaba que luego de Hegel la filosofía debía concentrarse en cambiar la realidad-, ahora la ecología –área de estudio creada por Ernst Häeckel [2] en 1869– debería “pasar de describir el vínculo entre factores bióticos y abióticos a meter las manos en el lodo para transformar la relación anómala entre la sociedad y la Naturaleza”.
Así como organizaciones de la sociedad civil argentina han ganado batallas en duras luchas -como la de la comunidad de Esquel contra un devastador proyecto minero aurífero a rajo abierto, y otras que aún batallan contra los rellenos y las urbanizaciones banales en la cuenca baja del río Luján y en otros lugares-, en Chile también se han logrado notables triunfos como el de la batalla por los bosques de Tierra del Fuego, contra la empresa Forestal TRILLIUM [3], en Magallanes y la batalla contra HydroAisén, en la Región de Aysén [4].
Veamos lo que se pregunta Sergio Federovisky, y comenta: “¿Tiene Argentina verdadero interés por encarar una política ambiental? Si es cierto que «la política pública es tanto lo que un gobierno decide hacer como lo que decide no hacer», entonces en nuestro país el Estado hace política ambiental por omisión. Porque cuenta en su estructura con una Secretaría de Medio Ambiente de la Nación que, pese a sus buenas intenciones, muestra casi nula capacidad de incidir en aquellas otras áreas del Estado donde se toman las decisiones de peso –las que diseñan un modelo económico que es, precisamente, la causa de los grandes problemas ambientales en nuestro país”.
Federovisky señala además que, “cuando el mensaje oficial (nacional, provincial, municipal) apela a la modificación de la conducta individual de los ciudadanos como elemento único y determinante para enfrentar las consecuencias del cambio climático y otros males ambientales, evade la indelegable responsabilidad del Estado y no cambia nada mientras hace creer que fomenta un cambio de conducta”. En definitiva –recalca-, lo más grave del medio ambiente –ese medio por el que nadie deja de perseguir sus fines– es que muchos de sus problemas tienen solución. Y eso es, precisamente, el mayor problema. Lo más preocupante.
¿Les suenan familiares los comentarios de los párrafos anteriores? Bastaría cambiar “Argentina” por “Chile” y “Secretaría de Medio Ambiente” por “Ministerio de Medio Ambiente”, para tener la fotografía perfecta de lo que sucede en nuestro país. Los problemas ambientales no son otra cosa que problemas de la estructura económica de la sociedad, sea cual sea esa sociedad.
Para terminar, viene a pelo otra cita de Federovisky, acerca del dilema entre lo urgente y lo importante. “¿Cómo ocuparse de un animal que se extingue si hay niños que se mueren de hambre?, preguntan quienes miden el desarrollo de una sociedad en forma de secuencia o hilera de temas a resolver y no de complejidad estructural. En verdad, allí no hay dilema. Hay una muestra acabada más de que –aunque hay muchos que se preocupan, se desgañitan, se desgarran y se inmolan– el medio ambiente no le importa a nadie: es la historia de la postergación eterna”.
Fuente de figura:
https://es.mongabay.com/2020/03/incendios-en-molina-chile-videos/
Referencias:
[1] https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/futuro/13-1028-2004-12-11.html
[2] http://enciclopedia.us.es/index.php/Ernst_Haeckel
[3]https://www.iberlibro.com/firmado/Batalla-Bosques-Tierra-Fuego-Gligo-Viel/30052703551/bd
[4] http://www.patagoniasinrepresas.cl/final/
Comparto sus reflexiones Carlos y recalco la falta de visión de los tomadores de decisión en no entender que el ser humano también es naturaleza y que los daños que se le ocasionen a la madre tierra repercuten directamente en todos/todas. Muchas gracias por el interesante artículo!
Muchas gracias Gabriela por su comentario. Veo que coincidimos. Tendremos que dedicarnos con mucho ahínco a divulgar estas verdades entre los negacionistas, los escépticos y los que aún están lejos de ver la gravedad de lo que estamos sufriendo en Chile y en el mundo.