
CAMBIO CLIMÁTICO Y LA LUCHA DE LOS JÓVENES
La preocupación por los efectos del cambio climático en nuestro planeta se formalizó hace más de 30 años atrás con la creación en 1988 del Panel Intergubernamental en Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés). Lo anterior fue el resultado de más de un siglo de estudios e informes científicos y un lento cambio en la percepción del impacto negativo que ciertas actividades humanas tienen en el planeta y los efectos acumulativos de largo plazo que las emisiones de gas de efecto invernadero, resultantes de la producción de energía, tienen en el medio ambiente.
La investigación científica realizada sobre este tema es casi inagotable, Sin embargo, por limitaciones de espacio, no será el objetivo de este comentario profundizar en ella. Baste mencionar alguno hechos irrefutables documentados por la NASA en sus informes sobre el Cambio Climático:
- La superficie del planeta ha aumentado su temperatura en 0.9 grados Celsius desde finales del siglo XIX, habiendo ocurrido el mayor incremento en los últimos 35 años, como resultado del aumento de dióxido de carbono y otras emisiones generadas por la actividad humana. Lo anterior constituye una amenaza para el desarrollo humano y representa un impacto innegable en especies animales y vegetales que ven seriamente afectados sus hábitats.
- Los océanos han absorbido cerca del 93% del calor que se queda en la atmosfera, atrapado por los gases de efecto invernadero emitidos por los seres humanos, generándose un leve pero sostenido aumento de su temperatura, con negativas consecuencias para los diversos ecosistemas marinos y su biodiversidad.
- Las capas de hielo se derriten. En promedio, entre 1993 y 2016, 268 billones de toneladas de hielo por año se han derretido en las capas de hielo de Groenlandia y 127 billones de toneladas de hielo por año se han derretido en las capas de hielo de la Antártica. La velocidad del derretimiento de hielo en la Antártica se ha triplicado en la última década. Como consecuencia de lo anterior, el planeta pierde sostenidamente su capacidad de reflejar la radiación solar devolviéndola a la atmosfera, lo que genera una mayor retención de calor en la superficie terrestre y, por lo tanto, un aumento de las temperaturas globales.
- Los glaciares, que contienen el 69% del agua fresca del planeta, desaparecen. Los glaciares en los Alpes, los Himalayas, los Andes, las Rocallosas, Alaska y África se derriten a una velocidad acelerada, generando mas de 10.6 trillones de toneladas de hielo y nieve derretida entre 1961 y el 2016. Este derretimiento es responsable de cerca del 30% del aumento en los niveles de agua del océano, con la consecuente potencial reducción de áreas habitables.
- Disminución en la cubierta de nieve. Las observaciones satelitales de la NASA confirman que la cantidad de nieve de primavera en el hemisferio norte ha disminuido significativamente en las últimas cinco décadas, constatándose además que el derretimiento de esta ocurre cada vez más temprano en la temporada. Lo anterior afectará la disponibilidad de agua dulce a nivel global y la capacidad de enfriamiento del planeta.
- El nivel del agua de los océanos ha aumentado cerca de 20 centímetros en los últimos 100 años. La velocidad de este aumento se ha duplicado en las últimas dos décadas, y continúa acelerándose cada año, generando un impacto real en las zonas costeras habitadas, que sufren, cada vez con mas frecuencia, de inundaciones y de la disminución de superficies habitables.
- La ocurrencia de eventos extremos de altas temperaturas y tormentas de lluvia ha aumentado significativamente a nivel global, en tanto la ocurrencia de eventos de extremos de bajas temperaturas ha disminuido desde 1950.
- Desde los inicios de la revolución industrial, la acidificación de la capa superior de agua de los océanos ha aumentado en cerca de un 30% producto de la absorción de dióxido de carbono producido por actividad humana. La cantidad de dióxido de carbono absorbida por la capa superior de agua de los océanos (primeros 100 metros) aumenta en cerca de 2 billones de toneladas por año. Lo anterior constituye un grave riesgo para la sobrevivencia de especies y ecosistemas marinos, como los arrecifes de coral.
Ante a esta grave crisis, la respuesta mayoritaria de gobiernos, políticos y empresarios a nivel global ha estado marcada por la inacción; y en aquellos casos excepcionales en que se han observado esfuerzos orgánicos e institucionales por avanzar en los niveles de conciencia y respuesta para disminuir el impacto que un mal entendido desarrollo económico tiene sobre el medio ambiente, estos esfuerzos se han visto ralentizados por la burocracia y sus eventuales efectos positivos se han visto minimizados por los intereses de los grandes grupos de poder económico.
Frente a ello, los jóvenes hoy levantan la voz a nivel global, reclamando por la indiferencia no sólo de políticos y gobiernos, sino que también la de sus propios padres. Cientos de miles de jóvenes reclaman por la falta de esfuerzos reales y concretos para frenar el cambio climático. Autodefinidos como apartidistas, el grito de esta juventud es una demanda unívoca: que los gobiernos se comprometan a implementar en el corto plazo medidas concretas y efectivas para cumplir con los compromisos del Acuerdo de París del 2015.
Los jóvenes parecen haber entendido lo que los adultos no han sido capaces de comprender. la gravedad extrema de la crisis ambiental y su dramática cercanía con la irreversibilidad.
Como señalara José María Panes en el Diario El País, los jóvenes además parecen haberse cansado “de la incapacidad de la inmensa mayoría de los adultos para despertar del letargo de lo cotidiano y reaccionar con la energía y determinación necesarias” para hacer frente a este desafío. La interpelación que nos hacen es a preguntarnos si queremos realmente despertar y si tenemos verdaderamente el deseo, claridad y energía necesarias para actuar con la radicalidad, compromiso y determinación que la crisis ambiental hoy requiere.
Déjanos tu comentario: