COMO LA VIDA MISMA
La vida tiene dos caras, la feliz y la triste, la buena y la mala, la que conviene repetir y la que debemos olvidar…o recordar, para no repetir. En la tragedia que está viviendo Chile con los incendios forestales, también ocurre eso. Lo malo, la intencionalidad criminal de los enormes fuegos. Y lo bueno, lo magnífico, lo que tenemos que destacar, que es la solidaridad humana.
Para analizar lo malo, tenemos que recurrir, obligatoriamente, a la tradicional pregunta policial: ¿a quién le conviene que se queme el bosque? Ya sabemos a quién pertenece el bosque, y sabemos cómo han obtenido tremendas ayudas del erario nacional para realizar las compras de terrenos y las masivas plantaciones del monocultivo.
Entonces aparece la segunda pregunta: ¿Para qué tantas plantaciones de arboleda basada en los eucaliptus y en los pinos radiata?. Sabemos que esas especies son buenas para el interés económico, porque son de crecimiento rápido. Pero, su cultivo es muy dañino ya que requieren mucha agua. Cada uno de los árboles plantados, necesita ¡decenas de litros de agua al día!, con lo cual estas especies secan e invalidan las tierras donde se cultivan. A los dueños no les importa demasiado, puesto que están preocupados del dinero rápido que producen los árboles ya adultos. La madera para construcciones, la celulosa para el papel, los chips para calefacción o para hacer grandes tablones de aglomerados, son negocios muy buenos y muy rentables.
Pero, ¿sirve la madera recuperada de los incendios? Podemos afirmar que los bosques arrasados por las llamas son también un buen y rápido negocio. Incluso más: las tierras de pinos y eucaliptus destruidos por un incendio, especialmente aquellas que se encuentran rodeando los poblados y ciudades, quedan en mejor estado para ser explotadas por las constructoras y las inmobiliarias, transformándolas en “urbanizables” por parte de autoridades locales poco rigurosas con la ética. Afortunadamente, se está avanzando en la promulgación leyes que regulan o impiden este tipo de maniobras para recalificar los suelos.
Con estas insinuaciones de razones, creo que la conclusión ha de ser firme, fuerte y dura en contra de quienes provocan intencionadamente los incendios y en contra de quienes los contratan, los mandan a hacerlo. El ejecutor y el cerebro, ambos son delincuentes, por lo cual deben ser sancionadas con todo el rigor de la Ley.
Frente a esta realidad tan censurable, surge la otra, la de la solidaridad espontánea de la gran mayoría de la sociedad. Comenzando por los Bomberos, los llamados certeramente “Caballeros del Fuego” o, simplemente, “los Chicos Buenos”. Ellos son voluntarios, pero actúan como el mejor de los profesionales. A su labor desinteresada y leal le suman humanidad, ética y moral. Arriesgan su vida por salvar la de otros. Y eso es un mérito insoslayable. Pero también están los brigadistas forestales, aquellos profesionales que conocen los terrenos que pisan, saben de inclemencias climáticas, y ayudan a combatir el fuego con conocimiento, evitando riesgos inútiles. Y, también, están los expertos en combatir el fuego desde el aire, los pilotos que realizan maniobras cargadas de peligro para hacer más efectiva su labor.
¿Cuántos de estos ejemplares luchadores han sacrificado su vida por controlar, combatir y apagar los fuegos criminales?
También hay que valorar las enormes olas de solidaridad que emergen desde las profundidades de la sociedad civil. Anónimamente se levanta la voz que lanza la iniciativa de ayudar, cómo hacerlo y dónde entregarla. Son muchos los que ejercen un liderazgo espontáneo, sin más incentivo que el de ayudar a quien lo necesita. Hay integrantes de instituciones de otro tipo, que se ponen igualmente al servicio de las comunidades afectadas, custodiando y controlando que las decisiones adoptadas se cumplan sin tropiezos. Y hay muchas autoridades elegidas por ese mismo pueblo, que asumen con decisión su cuota de poder para facilitar que la ola solidaria sea lo más efectiva posible.
Chile vive desde siempre una difícil realidad por la naturaleza de su conformación geográfica. Terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones, tormentas, y cuantos fenómenos naturales se descargan caprichosamente. Y ahora, también incendios forestales de enorme magnitud, provocados en un altísimo porcentaje por mano delictiva. En tales circunstancias, los chilenos han sabido levantarse, sacudirse y secarse las lágrimas para continuar la marcha vital. Y en esos momentos críticos, Chile ha sabido ejercer la solidaridad en forma mayúscula. Y también ha recibido desde otras latitudes, generosa y ejemplar solidaridad humana.
Como la vida misma. Lo malo y lo bueno del ser humano. Estamos aprendiendo que, como sociedad, debemos erradicar con fuerza a los desaprensivos, a los delincuentes comunes y a los de cuello y corbata. Y luego, continuar avanzando en la construcción de una sociedad sana, solidaria, con valores, con ética y con moral, que son elementos claves para conseguir la tan ansiada y necesaria paz.
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