
CORRUPCIÓN, LA OPORTUNIDAD PERDIDA
Los países que hoy lideran los índices de baja percepción de corrupción, como Nueva Zelandia, Dinamarca, Finlandia y Noruega, están en esta posición no sin esfuerzos importantes. La lucha contra la corrupción requiere de una decisión ciudadana colectiva, seguida de un compromiso férreo y permanente en el tiempo para que, más allá de las orientaciones de los gobiernos de turno, se implementen de manera consensuada y efectiva estrategias y medidas que, en diversos frentes, generen las condiciones necesarias para prevenir situaciones de corrupción.
Diversos estudios realizados por la Organización de Naciones Unidas han confirmado que el establecimiento de políticas que promueven la disminución de la brecha de desigualdad y fortalecen el acceso y la calidad de los programas de educación, con énfasis en la educación cívica, tienen un importante efecto positivo en la promoción en la ciudadanía de conductas orientadas a prevenir actos de corrupción. Los países líderes en índices bajos de percepción de corrupción se han caracterizado por haber realizado esfuerzos importantes y sostenidos en el tiempo en estas dos áreas.
El World Economic Forum ha afirmado recientemente (2017) que aquellos países que combaten la corrupción a través de la implementación de un clima regulatorio eficiente y el establecimiento de incentivos institucionales efectivos promueven a través de ello la existencia de espacios favorables para la inversión, en un ambiente en que la equitativa distribución de los recursos y la igualdad de oportunidades, ayudan a prevenir la corrupción. Los países que hoy encabezan los índices de baja percepción de corrupción se han caracterizado por un compromiso regulatorio claro y transparente, estableciendo marcos legales orientados a prevenir la corrupción y evitar situaciones de impunidad.
El reporte de Transparencia Internacional del año 2016 destacó que, al estudiar los 176 países considerados en su reporte anual, es posible identificar una tendencia negativa con relación a la percepción de corrupción. La colusión entre los hombres de negocios y los políticos ha permitido el beneficio de unos pocos a expensas de muchos, generando en la población una sensación de aumento de la corrupción, y un descredito de la política como actividad y la democracia como forma de gobierno. José Ugaz, presidente de Transparencia Internacional señaló, al comentar los resultados del año 2016, “la corrupción y la inequidad se alimentan la una de la otra, creando un círculo vicioso entre corrupción, distribución desigual del poder social, y distribución desigual de la riqueza; en demasiados países la población sufre la negación de sus necesidades más básicas y se acuesta cada día hambrienta debido a la corrupción, mientras que los poderosos y corruptos siguen disfrutando en la impunidad, de estilos de vida lujosos y ostentosos”.
¿Y qué pasa en Chile?
Afortunadamente, el Índice de Percepción de Corrupción del año 2017 elaborado por Transparencia Internacional sigue indicando que Chile se mantiene en un lugar privilegiado en relación con el total de países estudiados (lugar 26 de 176); sin embargo, esta situación, aunque positiva, no debe engañarnos, ya que entre el año 2012 y el 2017 Chile ha descendido 6 lugares en la escala global de percepción de corrupción elaborada por esta organización.
Los acontecimientos que han marcado a Chile estos últimos años, colusión, evasión de Impuestos, financiamiento ilegal de la actividad política y cohecho, han dejado en evidencia que el abuso de poder para la obtención de ganancias privadas, el uso del poder para el tráfico de influencias y la incorporación del dinero privado en el ámbito de la competencia política, son lamentablemente mucho más comunes de lo que quisiéramos.
Y frente a esto, los directivos de importantes instituciones del estado no han estado a la altura de las circunstancias generando, a través de sus directrices, condiciones de impunidad cuyas consecuencias afectaran negativamente a nuestro país por muchos años.
Claro ejemplo de esto es la doctrina implantada por el Fiscal Nacional Jorge Abbot; quien, perdiendo una oportunidad única para dar una señal clara y fuerte en contra de la corrupción, ha privilegiado una política de componendas, que ha beneficiado a políticos y empresarios que eran objeto de investigaciones por delitos tributarios y financiamiento irregular de campañas políticas.
En resumen, el Fiscal Nacional le ha dicho a la ciudadanía que en Chile los delitos de cuello y corbata gozan de impunidad, confirmando el sesgo de clase del derecho penal y reafirmando que ciertos políticos, empresarios y altos ejecutivos gozan de privilegios especiales, no disponibles para la mayoría de chilenos y chilenas.
Frente a graves crisis de corrupción, los países que hoy presentan los más bajos índices de corrupción tuvieron conductas ejemplares, persiguiendo con todo el peso de la ley a quienes, en condiciones de privilegio, habían quebrantado la confianza pública.
Frente al deterioro sostenido en la percepción de corrupción en Chile, personeros como Jorge Abbot, han optado por bajar la cabeza, cediendo frente a las presiones de los poderosos, y comprometiendo no solo la salud e integridad de las instituciones que dirigen, sino que las posibilidades reales de que nuestro país avance en la lucha contra la corrupción.
Si analizamos aquellos países que hoy presentan los más altos índices de percepción de corrupción, es posible observar un denominador común: sus gobiernos y las instituciones encargadas de luchar en contra de la corrupción perdieron una y otra vez la oportunidad de hacerlo, cediendo frente a la presión de los poderosos de turno.
Es de esperar que nuestro país reaccione a tiempo, removiendo a quienes, traicionando la confianza y responsabilidad depositada en ellos, no están dispuestos a dar una lucha frontal contra esta lacra.
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