«No tendremos una sociedad si destruimos el medio ambiente.»

Margaret Mead.

 

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Distanciamiento social

Patricio Schwaner Saldías

Docente de Filosofía Universidad Católica de la Santísima Concepción

Para cualquier observador sensible, el panorama que actualmente muestra chile es totalmente desolador. No terminábamos de reponernos de la hecatombe de octubre y entramos al rigor de una pandemia, a veces en medio de mis cavilaciones suelo preguntarme: ¿Qué ha sido peor?

Es evidente que tengamos que asumir que chile es un país desigual, al respecto ningún grupo político que conozcamos podrá dar una solución certera, por eso es que me impresiona como es que diversos sectores continúan con la idea de una revuelta social, opacando y desvirtuando el valor de quienes se expresan a través de las ideas. En el mismo sentido, debo precisar que ya no vivimos en un país reflexivo, hace mucho tiempo dejamos de debatir y argumentar adecuadamente, hoy por hoy, basta con la consigna, la pancarta y el grito para enarbolar las banderas utópicas que proponen ir contra todo sistema, aun cuando mientras lo hagan, puedan obtener beneficios y favores del mismo sistema.  

En definitiva, estamos frente a una falta de consecuencia, da la impresión de que en realidad no les importa el alcanzar los acuerdos, tampoco les parece una tarea necesaria. Por el contrario, la lógica es ir contra todo y contra todos, no importando si en esa pelea de salón pierden los mas humildes de nuestra sociedad.

Es así como reconozco que siempre en nuestro chile existió el distanciamiento social, por una parte, desde una clase política ambigua y beligerante, con ideas acomodaticias y que se plasman camaleónicamente. La esperanza de los tiempos mejores y la promesa de una nueva mayoría han quedado en el pasado. Quizá, no existió quorum, o sencillamente no les importo el buen obrar apegado a una ética reflexiva.

Lo cierto es que esos son los defectos de nuestro chile, oasis de Latinoamérica, sociedad de progreso y oportunidades, aun cuando vuelvo a resaltar que va más allá de cualquier grupo político que podamos presenciar sobre “las tablas”. A veces pareciera que la labor de hacer política es una cuestión meramente teatral, en la que se busca actuar un papel de forma abnegada y dispuesta mientras están encendidas las luces del escenario, lo que suceda después tras bambalinas es cosa misteriosa y totalmente desconocida para el resto de los ciudadanos, que a esta altura hacen las veces de espectadores.

Recordemos que para jugar al ajedrez se necesita siempre de un contrincante, en estos días muchos han optado por no sentarse frente al rival o han preferido voltear el tablero, esa forma de hacer política forma parte de lo cotidiano, sobre todo hoy, cuando el rigor de las encuestas vale mas que una sabia decisión que opte por el bien común.

Byung-Chul Han, filósofo surcoreano afirma: “El futuro se acorta convirtiéndose en un presente prolongado. Le falta cualquier negatividad que permita la existencia de una mirada hacia lo otro. La rabia, en cambio, cuestiona el presente en cuanto tal. Requiere un detenerse en el presente que implica una interrupción” (Extraído de su texto La sociedad del cansancio, 2010).

En medio de los últimos acontecimientos y con una mirada puesta en el futuro, veo de extrema urgencia el reconstruir las formas de hacer política, hoy mas que nunca se vuelve imperativo el reafirmar las bases éticas que se han perdido, proyectando que frente a todo lo que tengamos que enfrentar, al menos tengamos la nobleza de asumir con honestidad y transparencia los desafíos del mañana, solo así podremos acortar las distancias que nos separan.

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