«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

Actualmente nos leen en: Francia, Italia, España, Canadá, E.E.U.U., Argentina, Brasil, Colombia, Perú, México, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Chile.

Dos temas importantes.

No deja de ser sorprendente el simple hecho de constatar que en todos los debates de la campaña presidencial, dos temas relevantes brillaron por su ausencia: las relaciones internacionales y la educación.

Al parecer, ambos no solo resultaban incómodos para los candidatos sino, también, para los propios periodistas varios de los cuales aparecían más empeñados en lucirse ellos mismos o en arrastrar a los postulantes a situaciones incómodas que llenaran luego la agenda noticiosa, que en informar al ciudadano votante.

El reposicionamiento de las relaciones exteriores en la agenda pública, ha sido logrado, por ahora, gracias al propio Presidente de la República. Sorprendentemente, en voz alta, por medio de la prensa, invitó al mandatario electo a incorporarse a la delegación oficial que durante el mes de enero viajará a Bogotá a tomar parte en las reuniones de la Alianza del Pacífico y del pacto PROSUR. Era demasiado evidente que la pretensión presidencial era presentarse ante sus pares como un ejemplo de comportamiento republicano (en el buen sentido de la palabra) al mostrar como en la democracia chilena podían convivir un presidente derrotado con su eventual sucesor de signo político contrario.  Piñera pretendía, de esta forma, levantar su alicaída imagen tras los bochornos de Cúcuta y de Escaizú, reviviendo sus fracasados sueños de liderazgo internacional. Por lo demás, toda la ciudadanía debidamente informada tiene perfecto conocimiento de que la Alianza del Pacífico responde a una “política de Estado”, que involucra y compromete al país, en tanto que Prosur no es más que un acuerdo político transitorio entre gobernantes de derecha de algunos países.

La no aceptación de la invitación ha sido una decisión acertada y por eso ha recibido el respaldo unánime de los ex cancilleres chilenos.

El otro TEMA (sí, con mayúscula) es el de la EDUCACION.

De partida, la historia nacional nos demuestra una cosa: Jamás ha habido una política pública de Educación que aborde el tema más allá de la contingencia de los gobiernos. Como la Educación constituye un proceso de larga duración, cuyos resultados objetivos no podrán apreciarse sino al cabo de una generación, los sucesivos gobiernos han procurado atender problemas coyunturales sin que haya existido la voluntad de ir al fondo de un problema que se debe considerar vital para el desarrollo de Chile.

En el devenir del país pueden registrarse pasos que sin duda constituyen avances pero cuya lentitud no se condice con la evolución que experimenta el conocimiento, la ciencia y la tecnología a nivel planetario. A principios del siglo XX (con la oposición de sectores conservadores y de importantes prelados de la Iglesia católica) se promulgó la ley de instrucción primaria obligatoria; Aguirre Cerda relevó su importancia con su eslogan de “gobernar es educar”; bajo Frei Montalva se masificó la enseñanza expandiéndola a todo el mundo urbano y rural, se promulgó la ley de Junta de Auxilio Escolar y Becas,  y se creó el Centro de Perfeccionamiento del Magisterio; con Allende se intentó el proyecto de Escuela Nacional Unificada que fracasó por su notorio sesgo adoctrinador; en dictadura, el ministro del ramo almirante Castro proclamaba ufano que el país no necesitaba invertir en ciencia y tecnología porque eso “se podía comprar” para proceder luego a la municipalización de la educación pública; bajo Frei Ruiz Tagle se estableció la Jornada Escolar Completa; y así sucesivamente sin que pueda constarse que en algún momento se torció el hilo conductor de la Historia.

El problema educacional tiene, por supuesto, dos grandes líneas (las que, por supuesto, conocen bien los expertos): una operacional – administrativa, que tiene que ver con lo institucional, los niveles de dependencia, horarios, remuneraciones, cargas de trabajo, mecanismos de evaluación, infraestructura y equipamiento, alimentación, acercamiento y locomoción, etc., etc. , y otra sustantiva que tiene que ver con los contenidos que se entregan al educando y con el tipo de ciudadano que se pretende formar y, por supuesto, con la propia formación de los maestros.

Se comprende que lo complejo del problema hace ilusorio exigir un abordaje completo que abarque las aristas insinuadas, menos aún si se considera que los mandatos presidenciales tienen duraciones limitadas.

Creemos, sin embargo, que el tema no podrá seguir posponiéndose indefinidamente. Probablemente en un nuevo comentario sea posible ahondar en la materia y así lograr poner sobre el tapete algo que nadie hasta ahora ha abordado con la profundidad necesaria.

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