
EDITORIAL. ¿Cuál es nuestro destino?
La nación chilena se encuentra enfrentada al cierre del segundo capítulo de su proceso constituyente.
Aunque en la primera hora hubo una categórica definición en cuanto a que una inmensa mayoría quería una nueva Constitución, a partir de ese momento las aguas tomaron otro curso. Los convencionales electos, más allá del triste espectáculo dado en la instalación y cumplimiento de sus funciones, no supieron leer y entender el mandato de la ciudadanía y tontamente se creyeron facultados para hacer cualquier cosa. El abrumador voto de rechazo fue su castigo, punto político que abrió las puertas a una regresión impensada al entregar las llaves del momento constituyente a sectores que incluso se oponían a la posibilidad de elaborar una nueva carta fundamental.
Cabe preguntarse: ¿Por qué se produjo este viraje tan radical?
Se han intentado variadas respuestas, pero la verdad insoslayable es que los sectores más conservadores de la sociedad, utilizando hábilmente el poder de los medios comunicacionales que controlan, tuvieron la habilidad de sustraer el debate correspondiente desde el campo de la gran temática constitucional -fundada en principios permanentes de largo plazo – y desplazarlo hacia cuestiones puntuales y contingentes pero que ocupaban un lugar preeminente en las preocupaciones concretas de las personas. De esta forma, se logró que las decisiones se tomaran en función de problemas que generan temores e incertidumbres, tales como la delincuencia, la seguridad pública, la inmigración masiva e ilegal, y finalmente, en el juicio y apreciación que se tenía sobre la gestión del gobierno actual.
Por lo demás, la naciente campaña en favor del “apruebo” está construida sobre una falacia ya que, tal como lo reconoció el presidente del Partido Republicano, la mayor parte del articulado acordado en comisiones fue consensuado, sin aclarar que, precisamente, fue en los puntos conflictivos donde fueron impuestas sus convicciones partisanas de forma intransigente. La estrategia de la extrema derecha fue develada también por el dirigente al cuando declaró sin ambages que “el presidente Boric está en contra del proceso, la cuestión es que no quiere decirlo”. En buenas cuentas, la campaña orquestada y ya puesta en marcha a través de múltiples avisos publicitarios, no está referida al debate constituyente sino que se desplaza nuevamente hacia parámetros coyunturales que le son absolutamente ajenos.
En el proyecto, que se encuentra en fase de revisión por parte de la Comisión Experta, los derechos sociales pasan a ser meras declaraciones de papel; la libre elección en educación y salud queda de hecho limitada a quienes disponen de recursos para financiar su opción; se afectan los derechos de las mujeres ya adquiridos; se desconoce la paridad de género; se protege a las AFPs al tiempo que se mantiene incólume el régimen de reparto para las Fuerzas Armadas; se confirma la propiedad privada del agua; se establece una justicia paralela para las Fuerzas Armadas abriendo a la vez paso a la inmunidad en materia de violación a los; derechos humanos ; se libera del impuesto territorial a las comunas del privilegio; etcétera, etcétera.
Es tan posible que el texto constitucional sea aprobado como rechazado en el plebiscito de Diciembre. Sin embargo, hasta ahora lo que parece meridianamente claro es el hecho de que nuestra clase política, cegada tanto por su fanatismo ideológico como por su compromiso con los intereses creados, se ha mostrado incapaz de echar las bases de sustentación de un orden social que sirva para superar la fractura crítica que se vive y para crear un ambiente que desarrolle mínimos de justicia y solidaridad.
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