«Somos naturaleza. Poner al dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe»

José Luis Sampedro

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Editorial: El ser humano en tiempos de virus

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

La pandemia del corona virus ha hecho estremecerse hasta sus cimientos las bases económicas en las cuales se sustenta la sociedad contemporánea. La crisis ha excedido los márgenes meramente sanitarios – con su fatídica secuela de contagiados y víctimas fatales – y ha alcanzado, además, a esferas tales como la producción y el empleo.

La patética actitud de gobernantes populistas como Trump y Bolsonaro, esforzándose día a día por relativizar los alcances de lo que está sucediendo, constituye un insulto para las propias poblaciones de sus países. Ya los Estados Unidos, por lejos la nación más poderosa de la tierra, han pasado a encabezar los rankings con más de 300.000 contagiados en un proceso que va in crescendo y que sumará, sin duda, una alta cifra de víctimas fatales.

Curiosamente, África, por lejos el continente con mayores niveles de pobreza del planeta, ha logrado mantener un cierto nivel de control de la infección aunque es posible que, por razones técnicas, se desconozcan los verdaderos alcances del contagio en ese territorio.

La desesperación por encontrar en breve plazo una vacuna y un tratamiento para prevenir o curar a los afectados, ha llevado a que algunos iluminados propongan una experimentación masiva con los habitantes de este empobrecido continente, propuesta que lleva implícito el menosprecio hacia lo que, calladamente, consideran como razas inferiores.

Un breve vistazo a la realidad que estamos viviendo sirve para ilustrar la descripción de la forma en que estamos respondiendo a un desafío de marca mayor.

Alemania, país densamente poblado y situado en el corazón mismo del tráfico aéreo europeo, ha tenido un comportamiento satisfactorio. Sus cifras son muy bajas en comparación con naciones semejantes y la actitud de su Gobierno (alianza entre la DCU y la Socialdemocracia) ha sido racional, eficiente y humana. Su sistema de salud, que combina elementos públicos descentralizados con una institucionalidad de fuerte carácter mutual, ha salido airoso con una capacidad de 500.000 test semanales y una vacancia de 40% de camas para cuidados intensivos. La ciudadanía ha aprobado el comportamiento gubernativo elevando a un 66% el apoyo a la coalición oficialista.

El comportamiento del gobierno de Trump, una vez más, ha sido deplorable. Partió con un soberbio negacionismo para derivar luego a una actitud patológicamente ideologizada al condenar la eventual ayuda de la Unión Europea a países como Cuba y Venezuela. El pasado viernes 3 de abril, Trump desempolvó la ley de Defensa de la Producción, una vieja normativa de los tiempos de la guerra de Corea (1950), para prohibir la exportación de mascarillas y de guantes quirúrgicos ya que considera que estos insumos deben estar disponibles solo para uso médico interno. Canadá y Latinoamérica serán los principales afectados. La empresa 3M reaccionó indignada señalando que la decisión tendrá importantes implicaciones humanitarias pues más de 10 millones de mascarillas producidas en China están abasteciendo el mercado estadounidense. Por su lado, el Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau, insinuó que su país podría también impedir que miles de profesionales de salud que a diario cruzan la frontera para trabajar en los hospitales de EE.UU., lo continúen haciendo.

Los hechos relatados nos muestran como, en medio de una de las peores crisis sanitarias de la historia, el nacionalismo enfermizo expresa el egoísmo llevado desde los individuos hacia las naciones. Los gobernantes de la gran nación del norte, que tienden a mostrarse como los promotores tanto de los derechos humanos como del comercio libre sin fronteras, no trepidan en adoptar con prepotencia medidas que comprometen la vida de millones de seres humanos.

Es necesario entonces, más aún es vital, que los países que comparten una tradición cultural humanitaria y solidaria, se comprometan sin ambages a una lucha tenaz contra el surgimiento de nuevos liderazgos de cartón que, explotando los más bajos sentimientos que puede albergar el corazón humano, comprometen a sus pueblos en aventuras vergonzantes.          

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