
EDITORIAL. Parece que estamos en problemas…
En la convivencia diaria, se respira un aire espeso que atosiga y desconcierta a una gran mayoría de los ciudadanos. Las elites política s, según el juicio de la gente, pareciera que no entienden ni captan las angustias del Chile real y permanecen engolosinadas en un nefasto juego de poder que, obviamente no conduce a ninguna parte.
Ha sido usual que los ciudadanos, que viven carencias y sufrimientos de diversa naturaleza, hayan tenido siempre sus esperanzas puestas en “las próximas elecciones”, soñando que algunos de sus problemas serán solucionados al menos parcialmente.
Sin embargo, al día de hoy reina un clima generalizado de escepticismo y muchos se atreven a afirmar, a siete días de la elección que, si no fuera por la obligatoriedad del voto, la abstención sería mayúscula. Candidatos desconocidos designados por las directivas partidarias entre sus conmilitones, postulantes que niegan u ocultan, como si les avergonzara, su identificación partidaria, aspirantes sin otro mérito que el de ser hija, hijo o pariente de algún incumbente, conforman planillas enormes plagadas de nombres de seudo independientes, todos los cuales, al parecer, no buscan representar sino lograr la retribución fiscal luego de su aventura.
La extrema derecha que, tras las votaciones relativas al proceso constituyente, se mostraba ensoberbecida y contaba los días para asumir la Presidencia de la República buscando arrastrar en su utopía a los partidos tradicionales del sector, ha visto desmoronarse tanto su sueño como las propias esperanzas de quienes considera sus aliados naturales.
Por su lado, el oficialismo, si bien mantiene un sólido treinta y tantos por ciento de adhesión, se ve enredado no solo por sus notorios déficits de gestión sino por la carencia de liderazgos personales claros y fundamentalmente por la falta de una propuesta de largo plazo que convoque a una gran mayoría ciudadana comprometida a fondo con determinados fines específicos. Peor aún: al affaire Monsalve ha significado un mazazo de consecuencias inconmensurables.
Sin duda que la situación es grave y amerita respuestas claras que apunten al corazón mismo de nuestros problemas centrales. Un frío análisis de la contingencia pareciera determinar que existe una enorme fuerza ciudadana que no se ve representada por posiciones y actitudes polarizantes sino que anhela vivir en un clima marcado por la amistad cívica, la participación y la solidaridad.
Salir adelante va a requerir esfuerzo y sacrificio de todos los sectores, lo que exige un compromiso global en pro de la justicia con la consiguiente reducción de los privilegios y las desigualdades.
No es posible restablecer la vigencia de la vida comunitaria nacional si pensamos que el libertinaje del mercado resuelva nuestros problemas ni tampoco si esperamos que todo lo resuelva el Estado. Generar y sostener una cultura de respeto mutuo y de esfuerzo es indispensable para proyectar nuestro futuro como nación, salvo que queramos permanecer en una vivencia amarga y opaca y dejarles a nuestros descendientes un país sin sueños ni esperanzas.
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