
EDITORIAL. ¿Periodismo o encubrimiento?
Las áreas éticas del periodismo incluyen una amplia gama de situaciones, las que van más allá de los parámetros fijados por los “códigos de ética” de los colegios profesionales relacionados con la actividad o de las declaraciones de principios de las asociaciones gremiales propietarias de los medios.
Las grandes empresas del rubro, periódicamente hacen ostentación de los valores que comparten, ya sea a nivel interno – convocando a casi todo el espectro comunicacional del país: medios escritos, canales de televisión, algunos medios digitales – o a nivel internacional, reuniendo bajo un solo paraguas a los mayores conglomerados de información del continente que se enorgullecen del hecho de compartir principios comunes.
La principal causa que congrega a estos referentes, es la defensa irrestricta de la libertad de expresión. Y es muy bueno, por supuesto, que así sea. Obviamente, las cosas se ponen dudosas cuando esta protección, indispensable en una sociedad democrática, se relativiza y se miden los hechos o circunstancias con una huincha distinta según sea al sector político al que favorecen.
Un caso que debe tenerse presente, es el del presidente Boric, quien al ser fotografiado desde un patio La Moneda mientras permanecía en su oficina bajó a hacerle presente al profesional respectivo que consideraba que su lugar de trabajo era un espacio privado que no debería traspasarse, lo que es bastante discutible tanto por el carácter público del lugar como por el carácter de autoridad púbica del propio personero afectado. El reproche fue en tono amistoso y, en ningún caso, implicó amenaza alguna a la libertad de expresión.
Sin embargo, fue suficiente para que alzaran sus voces críticas los que se creen “guardianes de la ética”
Los mismos que trataron de silenciar el incidente de un general de carabineros con la periodista Paulina de Allende-Salazar, expulsada de una reunión de prensa por el error, reconocido por ella de inmediato, al referirse a la vóctina de un atentado como “paco”, en circunstancias que el mismo General – Director de la institución, algunos días antes, había dicho: “En casos de riesgo, a quién llaman las personas…A los pacos”. Por supuesto, no hubo en el caso opinión ni juicio alguno sobre el desatinado despido inmediato –sin presunción de inocencia ni derecho a réplica – de la profesional por parte de un canal que cometió así un mega – atentado a la libertad de expresión. Tampoco es posible olvidar, que desde el propio Palacio de La Moneda, durante gobierno de Piñera II, se llamó al dueño del canal La Red para presionarlo a fin de que cambiase su línea editorial.
Los problemas éticos de algunos medios no pueden ni deben silenciarse. Constituye una obligación moral el invitar a las personas reflexionar sobre la materia.
El caso de la Clínica Sierra Bella, en la comuna de Santiago, en que es cuestionada la alcaldesa comunista Iracy Hessler, es un muy buen punto de referencia. La compra del inmueble, más allá de su avalúo fiscal, resulta injustificable tanto en referencia al precio que lo compró el ahora vendedor, al precio en que lo ofertó el mismo días antes públicamente, a las bastante irresponsables tasaciones (más formales que comerciales), circunstancia que a o menos, hacen dudar de la corrección de la operación, cuestión que a fin de cuentas, resolverán las instituciones pertinentes. El “periodismo serio” no ha escatimado ni espacios ni tinta para tratar el asunto y mantenerlo en el ojo de la atención púbica. En todo caso, se trata de una situación “en desarrollo” y, en el peor de los casos, de un eventual delito frustrado administrativo o penal. Al frente, puede contraponerse el caso, también en desarrollo, de la defraudación y / o malversación de fondos públicos, en la emblemática comuna de Vitacura. El deliberado silenciamiento de la causa en el periodismo más tradicional, es notorio. Las declaraciones de los coimputados han permitido transparentar una confabulación delictiva tanto para la apropiación personal de dineros públicos, como a la argucia, incomprensible por ahora, de montar una extensa red de créditos cuyos verdaderos alcances solo se han ido conociendo a través de los “medios alternativos”. Para “Vitacura” y su red de “vitas”, no hay disponibles ni espacio ni tinta.
Aunque resulte semi paradojal afirmarlo, en periodismo, obvio, se puede mentir “mintiendo”. Se puede mentir entregando “verdades a medias”, las que, generalmente, esconden “medias mentiras”. Y también, se puede mentir sofisticadamente ocultando y guardando silencio.
Una ciudadanía reflexiva necesita saberlo.
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