«Somos naturaleza. Poner al dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe»

José Luis Sampedro

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Editorial: Se hace camino al andar

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

El plebiscito del pasado domingo 25 de octubre tiene un valor histórico y simbólico.

Histórico porque es la primera vez en los 210 años de vida republicana en que la ciudadanía impone su voluntad de que se escuche su voz en una materia tan fundamental como la de definir las reglas básicas del ordenamiento jurídico e institucional a través de las cuales se regirá la convivencia nacional. Hasta ahora todo ha sido construido por las elites dominantes que han buscado imponer su propia visión de la realidad procurando confundir   sus particulares intereses con el bien común de la sociedad.

Simbólico en cuanto el resultado de la consulta implica testimonialmente que se ha recuperado la soberanía popular es decir el derecho que tienen los pueblos a autogobernarse y de rechazar las imposiciones hechas por la fuerza.

El plebiscito ha sido formalmente ejemplar y, pese a las restricciones sanitarias vigentes, ha logrado convocar a la más alta cifra de votantes desde el establecimiento del voto voluntario.  Más allá de todas las elucubraciones tendientes a diluir lo resuelto, es categóricamente claro que el país ha expresado tanto su rechazo a una normativa básica nacida en tiempos de dictadura con el fin de imponer un modelo de sociedad al servicio de minorías privilegiadas, como su decisión de construir un orden distinto fundado sobre principios de democracia real, justicia y solidaridad.

La etapa cerrada ese día constituye la parte más simple y sencilla de un proceso que llevaba décadas incubándose. Ahora se inicia un ciclo complejo de construcción que debiese estar asentado sobre bases de madurez y responsabilidad propias de quienes se toman las cosas en serio.

Ya es hora de que la derecha dominante y actualmente gobernante, abra los ojos y, aunque no lo quiera, entienda los problemas críticos de nuestra sociedad. Tras los duros días de octubre de 2019, el gran empresariado (quizás atemorizado por lo que estaba sucediendo) confesó que no se había percatado de lo que ocurría en el país y manifestó su decisión de contribuir a cambiar las cosas. Incluso la primera dama estimó que pareciese que era necesario renunciar a algunos privilegios, sin que jamás, hasta hoy, lo concretara. De la noche a la mañana se descubrió el hacinamiento, la precariedad de las remuneraciones (cuando antes se había escandalizado al escuchar la propuesta del salario ético), la miseria generalizada de las pensiones, las insuficiencias e inequidades en la provisión de la salud. Sus propósitos se los llevó el viento y hoy, de sus promesas solo quedan costosas páginas publicitarias en los grandes diarios para convencernos de las bondades de la papelera, de las aefepes, de las isapres, de las mineras, de las constructoras. Un país, es obvio, no puede mejorar si quienes conforman la que pretende ser su elite dirigencial no son capaces de actuar permanentemente en forma proactiva y no solo reaccionaria.

A nuestro juicio, más dura es, sin embargo, la responsabilidad que ahora deberá asumir el heterogéneo bando de los vencedores del 25-O.  Ya pasó el momento de los eslóganes y de la pueril simplificación de las respuestas a través de las redes sociales.

El Chile real, como toda sociedad, es un cúmulo de complejidades que deben ser asumidas procurando encauzar las demandas ciudadanas en un clima de diálogo, de respeto y de capacidad para comprender los puntos de vista diferentes. La respuesta generada a partir del plebiscito es una respuesta ciudadana en el sentido más amplio del término y ningún sector político tiene derecho a apropiarse de esa voluntad en función de sus apetitos electorales. El emergente Frente Amplio ha mostrado hasta aquí una significativa debilidad en lo político (a través de sus interminables fracciones, subfracciones y caudillismos personalistas) y carencias técnicas importantes,  en tanto que el bloque denominado Unidad Constituyente, que pretende agrupar a colectividades de centro izquierda de larga trayectoria en la vida nacional, evidencia la ceguera de sus partidos y sus caciques para jugar sus cartas en pro de una adecuada interpretación del querer de la ciudadanía.

La elección de los convencionales constituyentes programada para abril de 2021, constituirá una prueba de fuego para la pretendida renovación de la democracia chilena. Una adecuada participación mediante un sistema paritario mujeres – varones, la definición de una cuota para los pueblos originarios, son avances importantes en pro de un desarrollo inclusivo del proceso.  Sin embargo, la tarea por asumir exige racionalidad tanto para recoger y ordenar las propuestas y proyectos como para evaluar los costos y consecuencias de su aplicación.

Por sobre las normas reglamentarias que serán discutidas en los meses próximos, altamente positivo sería que entidades de prestigio indubitado como las universidades con fines públicos, asumieran desde ya la secretaria técnica en temas específicos que necesariamente deberán ser abordados. Ejemplarmente, bien pudiera la Universidad de Concepción cumplir ese rol en materia de medio ambiente, agua y protección de la naturaleza, y en materia de regionalización y desarrollo local.

La tarea será ardua y es necesario empezar desde ya a caminar.

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