«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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EDITORIAL. ¿Una Nueva Constitución?

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

Se hace difícil entender cómo una elite política es capaz de repetir, en lo sustantivo, los mismos errores cometidos por quienes les antecedieron en el cumplimiento de una responsabilidad semejante.

La mayoría de los integrantes de la fracasada Convención Constitucional creyó que el mandato ciudadano les facultaba para tomar todo tipo de decisiones y nunca entendió que un proceso constituyente tenía por objeto definir una institucionalidad básica que hiciera posible el sano funcionamiento de una comunidad democrática, fijando  “reglas del juego”  que fueran aceptadas por diversos actores y en distintas épocas.

Quienes en esa etapa criticaban la imposición de una normativa que se alejaba del propósito común, que tenía pretensiones refundacionales en casi todos los aspectos de la vida nacional, se encontraron, a la vuelta de la esquina, con una mayoría propia y, torpemente, creyeron que tenían el poder necesario para actuar a su amaño impidiendo que la natural evolución de la sociedad política pudiera cambiar los criterios que estaban esculpiendo en piedra.

Basta una breve mirada retrospectiva para constatar lo erróneo de su pensamiento. La ley de divorcio con disolución de vínculo, rechazada por décadas y preanunciada como una catástrofe social, hoy cuenta con una aceptación tan generalizada que hasta parlamentarios que hicieron gala de su intransigencia en la materia, se acogieron a ella tan pronto como les fue posible. Asimismo, la normativa legal que igualó la situación jurídica de los hijos eliminando las infames discriminaciones provenientes del siglo XIX, hoy tiene amplia aceptación en todos los sectores.

Pretender clavar el reloj de la historia para detener procesos sociales o para defender los intereses de ciertos sectores privilegiados es de una ingenuidad rayana en la estupidez. La Comisión Experta elaboró un proyecto de nueva carta fundamental bastante razonable pero que muy pronto sufrió los embates de los consejeros republicanos que propusieron casi quinientas enmiendas. arrastrando tras de sí a una sumisa derecha tradicional.

Poco a poco se hizo patente el clima de rechazo al anteproyecto, más aún cuando la última revisión de la Comisión Experta hizo públicas y notorias  las deficiencias del producto  en análisis.

Enfrentados a esta realidad, solo quedaban dos opciones: Retroceder para modificar las disposiciones conflictivas y ampliar así las opiniones favorables, o usar todo el peso de la maquinaria comunicacional, encabezada por el decano de la prensa chilena, para revertir el negativismo dominante.

Se optó por el segundo camino y, acto seguido, se inició la publicación de una serie de entrevistas en las que diversos académicos y opinólogos coincidían en afirmar que la posición “en contra” cambiaría en la medida en que la ciudadanía conociera el proyecto final. En caracteres destacados se presentaron los resultados de encuestas que, de la noche a la mañana, mostraron un sorprendente aumento de las opiniones favorables  al “apruebo”, silenciando el hecho de que los expertos de opinión mencionados habían mostrado graves errores metodológicos y de resultados en consultas recientes. Por lo demás, sin pudor alguno,  se ha procedido a ocultar el resultado de estudios de opinión  de la última semana  que confirman la mantención sin alteraciones  de la tendencia negativa,

Por supuesto, siempre es posible un cambio de orientación de la opinión pública, más aún si se considera una campaña masiva fundada no en el texto constitucional propuesto sino en factores enteramente ajenos tales como seguridad, delincuencia, migraciones, juicio sobre la gestión del gobierno.

Lo claro es que una Carta Fundamental aprobada por escaso margen, nunca significará una definición trascendente sino que mantendrá vigentes los factores críticos que son fuente nutricia de una nación fracturada.

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