
EDITORIAL. Yo acuso, nosotros acusamos, …
La llegada de la primavera con temperaturas más elevadas, para algunos trae un hálito de optimismo al ver reverdecer los árboles y florecer los jardines, pero para otros trae una feroz recarga de trabajo, casi inhumana. Nuestros esforzados parlamentarios, luego de un breve feriado dieciochero, se ven forzados a asumir la realidad y a consagrarse al estudio, análisis y redacción de normas legislativas que permitan al país enfrentar temas tales como la delincuencia, el crimen organizado y la seguridad pública; la necesidad de posibilitar el acceso de los mayores a pensiones básicas dignas y pensiones futuras decentes; la forma adecuada de satisfacer las demandas de infraestructura, falta de profesores y obsolescencia de los programas educacionales; los déficits en cobertura de la salud pública; entre muchos otros.
Pero las cosas no son así. Diputadas y diputados, senadoras y senadores, están embriagados por la necesidad de hacerse notar frente a las próximas elecciones locales y regionales, para lograr una aproximación (más allá de las encuestas casi siempre manipuladas y que entregan resultados según sea quien las contrate) que les permita visualizar su futuro para el 2025.
Cuando los problemas son más acuciantes para la población, nuestros congresales se ven obligados a dejar de lado los fastidiosos problemas de la gente, que no se cansa nunca de pedir y reclamar, para dedicar su tiempo a “la gran política”.
En medio del fárrago de las acusaciones constitucionales conta ministros de la Corte Suprema, la diputada RN Ximena Ossandón anunció lo máximo: una acusación contra el propio Presidente de la República por lo que se considera el deficiente manejo de la crisis de seguridad pública. El aviso fue calificado como “un espectáculo atroz” por el diputado de Evopoli Francisco Undurraga, como un “descriterio” o “una tontera” por parte de otros dirigentes de ChileVamos y finalmente fue desactivado por el presidente de RN. Se trataba, en buenas cuentas de una operación inviable que fortalecía al oficialismo y fracturaba el frente opositor.
Más allá de este hecho que pudiera ser calificado como anecdótico, es evidente que nuestros parlamentarios carecen, en general, de la madurez necesaria para abordar las acusaciones constitucionales.
El solo hecho de que interpongan un libelo copiando irresponsablemente parte de un texto usado en ocasiones anteriores, y que era pertinente respecto a ministros de Estado pero improcedente en lo relativo a ministros de la Corte Suprema, revela la liviandad con que toman sus funciones. Peor aún, la pertinacia en acumular las causas contra dos ministros, a sabiendas de que los hechos que se les imputan son diversos y que las responsabilidades son personales, son conductas que reflejan no solo descuido sino también ignorancia.
Lo parlamentarios chilenos parecen no comprender definitivamente sus deberes morales para con el sistema democrático. Viven encapsulados en un mundo egocéntrico, dedicados a la pelea chica, sin entender que la forma de comportarse actual puede revertirse en el corto plazo afectando con su torpeza a las personas que observan impávidas como sus carencias se perpetúan mientras los señores de la política siguen en su juego.
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