
El derecho de vivir en paz
La paz es un valor que el diccionario define como una “virtud que pone en el ánimo tranquilidad y sosiego”. También podemos agregar que es un objetivo social muy apetecido, para desarrollar todas nuestras actividades como un aporte a la sociedad, sean estos personales, familiares o sociales. La paz es también un fruto maduro que saboreamos cuando hay un sentimiento de justicia y de verdad, especialmente en el ámbito de lo público y lo privado. La paz suele traernos consuelo, amistad,valoración, justicia, reconciliación y varios otros valores dignos de ser vividos y compartidos.
Lamentablemente la paz en chile está sensiblemente debilitada desde hace muchos años. Tal vez desde cuando la oligarquía puso fin a nuestra incipiente república en forma, para definir todo en la batalla de Lircay (1830) e iniciar una dictadura encabezada por Portales. En esa fratricida contienda, murieron los ideales de la independencia y la gran mayoría cambió de patrón: de los déspotas reyes pasamos a ser gobernados por militares y oligarcas santiaguinos, quienes hicieron y deshicieron a su antojo por más de un siglo. Crearon un país (una copia feliz del Edén) para ellos, para vivir del trabajo de sus peones en el campo o de sus obreros en la ciudad, creando un Chile paralelo, caracterizado por su dependencia económica, pobreza, marginalidad, ignorancia, vicios y desunión, lo que la historia recoge como “la cuestión social”, cuya realidad hoy continúa un poco atenuada con la ropa usada americana, los bonos, las cosas chinas,las becas, las ayuditas del municipio, la comida alternativa y chatarra. Los faltos de estudios, pero muchos certificados al menos con un cuarto medio, las ofertas y la incitación al consumismo y a la superficialidad, como lo hace la televisión abierta.
A estos problemas le podemos agregar la enorme brecha entre los sueldos de los que más ganan y los que laboran por el sueldo mínimo, el sobreendeudamiento de tantos, las eternas esperas para interconsultas hospitalarias o las operaciones, la drogadicción y la delincuencia que en las grandes ciudades como Santiago es un problema difícil de resolver. También han sido consideradas una injusticia social las colusiones, el pérfido sistema de jubilaciones, los robos fiscales descarados, el pésimo testimonio de algunos religiosos y el cinismo de tantos al desperfilar o ignorar estos problemas que fueron caldo de cultivo para el estallido social del 18 de octubre pasado.
Muchos anhelamos un país más justo, sano y bueno para todos, en dónde el reparto de la torta sea un poco más ecuánime, pero faltó voluntad social para solucionar el problema y ha primado más la avarienta ambición materialista de tantos que tanto tienen. Ahora muchos están dispuestos a realizar reformas, cuando tuvieron 30 años post dictadura para hacerlo. Pareciera que dando pan y circo a la gran mayoría, se iba a tener siempre el poder ( somos un país- gallinero a cargo de zorros blancos y negros que se turnan el gobierno) pero parece que esto cambiará y el Chile de la nueva constitución si bien es cierto no será ideal, al menos será un paso justo, valioso, pacífico, democrático y esperanzador que nos renueva la fe en Chile y su destino torcido a balazos hace 190 años en Lircay.
Gracias por su columna, Fernando, provoca una sensación balsámica en el alma. La mención a país-gallinero, a cargo de zorros blancos y negros, de modo alternativo, me hizo recordar el discurso-fabula del senador canadiense, MOUSLAND («El País de los Ratones»), que relata tan bien eso pero con gatos a cargo de los ratones.