«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

Actualmente nos leen en: Francia, Italia, España, Canadá, E.E.U.U., Argentina, Brasil, Colombia, Perú, México, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Chile.

El día de la independencia.

Al discutirse el proyecto de reforma constitucional que abrió las puertas al gran debate sobre una nueva Carta Fundamental, el entonces diputado (y, por ahora, solo ”experto electoral ”) Pepe Auth, fue uno de los más encarnizados promotores de la iniciativa que hacía posible que los autodefinidos como “independientes” pudieran postular a los cargos de convencionales formando “listas” para competir con los candidatos de los partidos políticos. En el desprestigio de los partidos, la idea encontró terreno abonado gracias a un simple argumento: el derecho de todos a participar en igualdad de condiciones. Anteriormente, estos ciudadanos podían postular como “independientes a la sombra de un partido político” o como “independientes químicamente puros” teniendo, en este último caso, que rascarse con sus propias uñas para alcanzar la cifra de votos necesarios para salir electos sin que pudieran sumar sufragios ajenos. El resultado de la nueva disposición aplicada a la elección de constituyentes fue el que ya conocemos.

Este tema, que no es menor, fue reflotado esta semana por la presienta del Partido Socialista, abogada Paulina Vodanovic Rojas.

En declaraciones formuladas a la prensa, la titular del PS, analizando los caminos que eventualmente se abrirían después del plebiscito del 4 de septiembre, fue tajante: “El principal problema de la Convención fue llevar listas de independientes. La gente votó por personas que ni siquiera tenían la integridad moral para estar en un órgano tan importante como ese. Las listas de independientes fueron un grave error porque entraron sin ningún tipo de regulación y no sabemos quiénes son”. 

¿Tiene razón Vodanovic?

Aparentemente sí, pero su argumento es muy endeble.

La alusión a la posibilidad de que terminen siendo electas “personas sin integridad moral” (aunque no se dice, nos imaginamos que su referencia es al ex convencional Rojas Vade) carece de solidez. En efecto, es posible encontrarse con este tipo de especímenes tanto entre los independientes como entre los militantes. A la primera mirada, es posible recordar los casos de alcaldes vinculados al narcotráfico o a la defraudación recursos públicos en municipios del más alto nivel.

En el corazón del problema está otra cuestión. Salta a la vista que en la ley se confunde la “independencia” con la “no militancia” y, además, el cuestionamiento a los partidos políticos se reduce a la formulación de críticas ante sus errores y conductas poco claras (y hasta delictivas) sin que se aborde con la urgencia indispensable la normativa que debe regularlos rigurosamente.

Las listas de “independientes” permitieron la conjunción en un mismo paquete de aspirantes de los más diversos colores, haciendo posible que los sufragios obtenidos por alguno de cierta tendencia permitiera la elección de otro de tendencia contraria o que, no habiendo para ellos una cierta autoridad o interés en proyectos comunes, cada quien negociara sus votos individualmente.

La persistencia de este sistema, hay que decirlo claramente, implica un grave riesgo para la democracia y para la gobernabilidad del país. Los colectivos de seudo independientes carecen una cabeza con la cual entenderse, carecen de autoridad y disciplina internas y, lo que viene a ser peor, carecen de toda responsabilidad que vaya más allá de la individual.

En el último tiempo, quienes conducen la actividad política han cometido errores lamentables que luego han tenido que corregirse ante su preanunciado fracaso. La supresión del voto obligatorio, la conformación de estas listas de independientes, la posibilidad de la reelección inmediata del Presidente de la República, entre numerosos otros hechos, constituyen la muestra palpable de que muchos de nuestros legisladores han preferido optar por darse “pequeños – grandes gustitos populistas” antes que poner la cara y preocuparse del porvenir del país.

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