EL LENGUAJE HABLA
En una época marcada por los recursos económicos, el emprendimiento y la mercadotecnia. Me pongo a meditar y a mirar el universo que me rodea en el que la poesía y la filosofía han abierto la gran puerta de la esperanza. Recuerdo que al dar mis primeros pasos en la poesía fui redescubriendo el sentido mismo de la vida, pues leer poesía no es tan sublime como vivirla.
Respecto a la filosofía recuerdo las interminables lecturas que hasta hoy me acompañan. Es decir, se comienza a aprender filosofía pero jamás se detiene ese caminar. A veces, me da la impresión de que la filosofía se ofrece como un mar infinito frente al cual todo lo pensable se hace real y todo lo real se vuelve pensable.
Recuerdo haber leído con gran detención a los clásicos de la filosofía y haberme sorprendido de la forma en que las diversas problemáticas se iban enraizando, pero a poco andar viene una pregunta misteriosa desde lo más profundo de nuestras almas. ¿Para qué poesía y filosofía en los tiempos que corren?
La respuesta a esta pregunta está presente en la misma interrogante, la poesía y la filosofía son misteriosamente dos alas de la realidad, por lo que no podemos escindirlas y tenemos la urgente necesidad de comprenderlas y admirarlas.
Dialogar desde la poesía es describir, definir, atrapar, controlar, observar, retocar, singularizar, concretizar y depurar lo obvio. Del mismo modo en el ejercicio filosófico, buscamos una profundización mucho más idónea. Por esto filosofía y poesía no pueden separarse como el día de la noche y la luz respecto a la oscuridad.
Gonzalo Rojas, destacado poeta chileno, nos regaló enérgicamente su poesía y más aún, nos hizo partícipes de la reflexión propia de este lenguaje, que a modo de vuelo, nos conduce a las cavidades propias del pensamiento, el universo y los sentimientos.
En oscuridad hermosa nos susurra:
“Anoche te he tocado y te he sentido
sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
de un modo casi humano
te he sentido”.
De esta forma humana es que debemos comprender lo que nos rodea, es un modo casi humano que presupone nuestra humanidad, pero que la acepta de forma abierta y responsable.
Si hacer poesía es dialogar y hacer filosofía es pensar, entonces necesitamos de un diálogo-pensante que nos haga ser cada vez más humanos, que nos permita entender que existe un modo casi-humano para sentir y que a través de este nos vamos configurando con nuestro mundo exterior.
Hacer filosofía es pensar, también podríamos considerarlo un “análisis de lo obvio en cuanto obvio”, pero ¿Existe lo puramente obvio?
Pensar, mirar, amar, respirar, alcanzar, dialogar, vibrar. Esto es hacer poesía y de camino al pensar comenzamos a ser como los grandes filósofos. El esfuerzo trae su recompensa, hacerse filósofo es volver a ser como pequeños niños dispuestos a maravillarse por todo en cuanto nos rodea, hacer poesía es un intento por expresar aquello que no puede ser expresado, pero que mediante la lengua que habla puede ser pronunciado (Die Sprache Spricht).
Recuerdo que Martín Heidegger, filósofo Alemán solía afirmar que Die Sprache Spricht (El lenguaje habla). Del mismo modo los poetas y filósofos buscan hablar a través de un lenguaje, que en vez de ser el vehículo de su propio pensamiento se convierte en el mismo pensamiento, solo así entenderemos que la lengua habla y que el ser humano es quien construye las dimensiones del ser y del estar, pues: “El espíritu sopla en cualquier parte”.
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