
El peligro de ser inteligente.
De la noche a la mañana, la Inteligencia Artificial (IA) se apoderó de todo el espectro informativo, gran parte digital y de papel, al extremo de ser reconocida como el fenómeno más relevante del siglo XXI. Los académicos y científicos se han conjugado para anunciarla como la súper estrella, con capacidad de analizarlo todo y de resolver los más acuciantes y complejos de la humanidad.
Obviamente, en gran parte, en este punto de vista tienen razón. La IA, en buenas cuentas reúne todo el conocimiento acumulado a través de siglos por los seres humanos, ordena toda la información disponible, la relaciona y coordina, generando de esta forma respuestas inmediatas y lógicas. Así, puede crear discursos de Cicerón o Demóstenes que ellos nunca pronunciaron, producir canciones de los Beatles, generar imágenes y voces con apariencias de verdad, aunque sepamos, desde ya, que son falsas.
Analizar la IA es difícil, podríamos decir casi imposible, pues finalmente se trata de algoritmos que trabajan en base de una infinidad de datos y de información que los 80.000 millones de neuronas el cerebro humano (¿?) quizás podrían también acumular pero que jamás podrán exteriorizar y menos con la velocidad y relación inmediata propios de los programas cibernéticos.
Uno de los pioneros en la creación de algoritmos de enseñanza profunda, fue el informático canadiense Yoshua Bengio, quien en entrevista para la revista Live Science (reproducida parcialmente por El Mercurio) alertó sobre los riesgos que vislumbra por el creciente e ilimitado desarrollo de la IA. Instando por una “moratoria” o una regulación de la IA, Bengio señaló: “Pensar en mis hijos y su futuro me hizo decidir que tenía que actuar diferente y hacer todo lo posible por mitigar los riesgos”.
Tales riesgos, serían fundamentalmente dos: Uno, que las máquinas super inteligentes, buscando un objetivo de “autoconservación”, puedan entrar en un proceso de destrucción de la humanidad o de la naturaleza, sin que podamos apagarlas, y el otro, más inminente, es que los humanos usemos el poder de la IA para tomar el control de la humanidad e implantar sistemas o dictaduras que aplasten la libertad.
Somos pilotos que vas por una carretera ignota, cubierta de niebla, y tenemos la opción de continuar, arriesgándolo todo, confiados ciegamente en que todo saldrá bien, o asumimos ahora la tarea de buscar una “solución política” aplicando desde ya el principio de precaución que, en la práctica, significa frenar, ir más lento, generando soluciones tecnológicas que nos permitan avanzar sin correr el peligro de aventuras tecnológicas de efectos impredecibles.
LA IA NO SE ADELANTO A DECIR …TE
QUIERO…
NO PARA QUE EL HOMBRE SUPIERA QUE LO.PUEDE DECIR Y VA A SER BIEN COMORENDIDO
Y SERAN LAS DOS PALABRAS QUE NOS SALVARÁN Y NO DEJAR DE SER HUMANOS.