«La soberanía popular no se debe transar… Nos llaman a validar la carta hecha por los «poderosos de turno». Ni los partidos ni los parlamentarios con sus expertos y adláteres del sistema Neoliberal, podrán imponernos, una vez más,  una constitución antidemocrática. Digamos NO.»

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El secreto de la docencia es la pasión y la vocación

Paola Tapia López

Profesora Educación General Básica Mención lenguaje. Máster en Investigación de la didáctica de la lengua y la literatura. Doctora en Investigación de la didáctica de la lengua y la literatura.

En la actualidad es muy difícil y compleja, pero importante y apasionante la tarea educativa, por esta razón estoy segura que los problemas en educación no se resuelven desde el escritorio o con nuevas políticas públicas, sino con acciones concretas.


La docencia es una tarea que hay que vivir con pasión, no se puede ejercer de otra manera, si no, los estudiantes serán los perjudicados; por eso se equivocan quienes creen que cualquiera puede ser docente.

Un profesor sin pasión presenta los aprendizajes de forma poco atrayente y monótona, es decir, aburre soberanamente a sus alumnos. Logra convertir actividades fantásticas como son pensar, analizar, calcular, razonar, memorizar, en algo fastidioso. Estoy convencida de que a un docente sin pasión le es imposible contagiar a los estudiantes la ilusión por aprender. Por lo tanto, aspirar a educar sin pasión, lo que me parece que es convertir una tarea maravillosa y apasionante en un quehacer tedioso que muy poco tiene que ver con lo que entendemos por educar.

Los profesores son trascendentales en la sociedad, pues cumplen una función social clave: formar, enseñar y transmitir un conocimiento. Su labor trae consigo una serie de características que pueden pasar desapercibidas para la mayoría de nosotros: planificar las clases, diseñar estrategias de aprendizaje, crear y utilizar múltiples herramientas y materiales adaptados a los aprendizajes, al contexto y para cada tipo de estudiante, y realizar reflexiones y cuestionamientos constantes de cómo mejorar sus prácticas pedagógicas.

La labor docente ha tenido modificaciones en la medida en que la sociedad y la familia se han ido transformando, un ejemplo de esto es que poco a poco se le vayan delegando a los profesores aspectos como la formación en valores, la educación sexual, la formación ciudadana, entre otros.

La tarea del profesor es distinta en los diferentes contextos sociales y geográficos de nuestro país tan diverso y con tantas contradicciones. No es lo mismo trabajar en un colegio que tiene un contexto social relativamente estable que en lugares en donde se viven las tensiones propias de la violencia; no es lo mismo trabajar con alumnos que cuentan con todos los recursos que hacerlo con quienes están en condiciones de pobreza.

Sabemos que esta responsabilidad social se ha vuelto compleja, por cuanto requiere que se apropie de los conocimientos de su disciplina y sea capaz de enfrentarse a los retos que exige una sociedad como la de hoy. Cuando se piensa que un docente es un formador de personas y que muchas veces es el profesional que pasa más tiempo con los niños y jóvenes, se hace evidente la importancia social de su trabajo y las diversas responsabilidades de su profesión. La educación del siglo XXI requiere el desarrollo de habilidades, la reflexión con espíritu crítico y creatividad en los estudiantes y que estos a su vez logren utilizar el aprendizaje para enfrentar situaciones de la vida diaria.

Además, de conocer su disciplina y los medios para lograr su comprensión y aprendizaje, el docente debe saber comunicarse, oír de manera activa y respetuosa las diferentes posturas, incluir y valorar las diferencias, así como despertar curiosidad por el conocimiento, de acuerdo con las etapas de desarrollo de cada estudiante. Debe también saber identificar sus emociones y las de los estudiantes y encauzarlas de manera constructiva. En su práctica cotidiana se enfrenta a sus estudiantes y sus expectativas, tan disímiles como el número de aprendices en el aula, y se compromete con las particularidades de cada uno. No sólo el saber de cada estudiante es diverso sino sus modos y fuentes de motivación hacia el aprendizaje. Es importante, entonces, que conozca estas diferencias para procurar el aprendizaje de todos y cada uno. A partir de esas particularidades, los docentes deben diseñar sus clases y adaptar los materiales de acuerdo con las necesidades y los retos pedagógicos a los que se enfrentan. Todo ello para formar hombres y mujeres con las capacidades y conocimientos necesarios para participar activamente en su sociedad.

Es evidente que el profesor está en la obligación de actualizar sus conocimientos y desarrollar de forma constante habilidades y actitudes que le permitan responder efectivamente a los retos, por medio del desarrollo de lo que sus estudiantes deben saber, saber hacer y ser. Así, la formación en competencias (básicas, ciudadanas y laborales) en sus estudiantes, es a la vez un incentivo para su desarrollo personal. El docente que ama la ciencia, el placer estético de sus explicaciones y la manera como se confrontan las hipótesis y las ideas para su fortalecimiento o refutación, desarrolla pensamiento científico en sus estudiantes. Pero también, promueve ambientes democráticos el docente que permite el diálogo de saberes, en el que cada cual participa en su construcción mediante el reconocimiento de buenos argumentos y con capacidad de autocrítica.

Para los estudiantes, el profesor es un ejemplo de vida, imagen de autoridad y respeto. Es decir, es un referente en la consolidación de su propia identidad. En consecuencia, “debe tener disposición para entender sus estrategias, necesidades, valores y defectos, reflexionar sobre su propia enseñanza y los efectos en los estudiantes, desarrollar una filosofía propia frente a la educación, apreciar la responsabilidad de servir positivamente de modelo para los educandos, aceptar cambios, ambigüedades y desaciertos”. Asimismo, los profesionales de la educación son fuente de inspiración para el desarrollo de valores sociales como la tolerancia, la honestidad, la justicia y la equidad, y motores para evidenciar y proteger el valor social de las diferencias culturales. Además, cuando el estudiante advierte la solidaridad y la cooperación entre los profesores de una comunidad escolar –inclusive con los de otras comunidades-, se motiva a desarrollar esas prácticas para el logro de sus objetivos académicos.

En esta razón que me atrevo a afirmar que en esta profesión deben estar los mejores,razón clave para recibir el reconocimiento social junto con un incentivo económico superior al actual. Lamentablemente esto escapa de la realidad de nuestro país, ya que queda mucho aún por mejorar no solo la parte económica, sino la valoración social de la profesión y las condiciones laborales que muchas veces son abusivas.

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