Enseñanza (ya no alcanza para Educación) chilena “calata” frente al Covid-19
Si tuviera que caracterizar la situación institucional de la enseñanza chilena actual, diría que es un restaurante cuyo dueño ni se imagina como viene la mano post pandemia y sólo se le ocurre instruir a su jefe de cocina para que tenga preparados todos los utensilios y los ingredientes clásicos, para cuando los garzones empiecen a entregar las comandas de los innumerables clientes que lleguen a comer y ahí nos arreglamos.
No se me ocurre otra forma de representación, pues hasta ahora nadie ha propuesto un plan de acción concreto, detallado y concienzudo, para afrontar la vuelta a la presencialidad. Me cuento, además, entre los que se preguntan si todavía tenemos un ministro de enseñanza (las mayúsculas se deben merecer), ¿qué hace el consejo nacional de enseñanza?, pues lo único que se escucha es la monserga monocorde “se debe dar la prueba SIMCE” y claro, es entendible si todo el proceso de ella fue licitado por la Agencia de Calidad de la Educación ¿? a un privado, con el informe en contra de la Contraloría. Calato me sentiría yo, si alguien serio y respetable desnudara públicamente mis debilidades y demostrara con datos, que gran parte de mis fantasías son voladores de luces con muy poco sustento real. Es lo que siento al ver que la OCDE [1] en su reciente documento acerca del regreso a clases en el contexto del Coronavirus, da cuenta que muchos países europeos, respetando la autonomía de los colegios (acá los subvencionados con dineros del Estado y los privados pagados se mandan solos), propone ajustes curriculares estableciendo requisitos mínimos hasta la finalización del año escolar anómalo (nosotros no sabemos nada ni siquiera del ministro de enseñanza o el ‘consejo nacional de enseñanza’), luego se compromete en países desarrollados una evaluación continua y positiva, sin requisitos extenuantes (nosotros “se debe dar la prueba Simce”), finalmente se propone una progresión automática y excepcional en los cursos, que se regularizaría el próximo año (nosotros ni siquiera sabemos si el ministro respectivo seguirá en funciones).
Continuando el proceso de desnudamiento del mismo informe, nos aclaran que, en teoría, técnicamente no somos la maravilla que presumimos, pues nuestra conexión a la tecnología para enseñanza a distancia en promedio llega al 80% con sólo un 70% de las escuelas discriminadas conectadas. A ello podemos agregar nuestra realidad “descubierta” a raíz de la pandemia: que hay más de 400 puntos sin conexión en el país y cerca de un 40% de los hogares más desposeídos no cuenta con un computador para que sus hijos “asistan” a clases virtuales desde sus casas y hagan sus tareas, sin contar con el hacinamiento familiar del cual recién se entera irresponsablemente el ex ministro de salud. Se debe agregar, además, el analfabetismo duro del 7% de la población y el funcional que afecta a casi el 70% de la población, que escasamente entiende lo que lee. Desde el punto de vista técnico otro informe OCDE [2] certifica que algo menos del 60% de los profesores chilenos tiene preparación técnica para pedagogía a distancia y no más del 30% de ellos reciben incentivos para incorporar tecnología en sus clases, y aun cuando las escuelas chilenas dicen tener soporte técnico para ello en un 60%, curiosamente, a continuación, en el mismo informe se reconoce que en el mejor de los casos no más del 45% de los colegios chilenos mantiene realmente una plataforma de aprendizaje ‘online’. Cifras más o menos semejantes entregan estudios realizados en Chile [3], concordando en que el uso para ‘lo educacional’ de la conexión a Internet sobrepasa ligeramente el 40 % del uso total de la disponibilidad técnica de la tecnología. Con todos los antecedentes técnicos y datos sociales con que se cuenta al respecto, es difícil creer que a nivel preuniversitario se esté entregando una enseñanza de calidad en línea como la que se fantasea oficialmente desde hace varios gobiernos, y lo más importante es que indudablemente, lo que se entrega no es de la misma calidad para toda la población escolar preuniversitaria del país, como lo concluye el mismo estudio nacional [3].
En el ámbito universitario el tema de la calidad de la enseñanza a distancia se tiende a ver como algo mejor que lo previamente analizado, pues prácticamente la gran mayoría de las universidades nacionales serias, cuentan con una plataforma para estos efectos, sin embargo más de 40 años de experiencia universitaria y la omnipresente curva de adopción de la innovación, nos aterrizan una vez más, en cifras que no van más allá del 60% de usuarios (profesores) reales, pues la población de la mayoría tardía, los adoptantes tardíos y los recalcitrantes, siempre ha lastrado y continuará lastrando al sistema, para constituirse en una opción permanente, real y de calidad, de enseñanza a distancia en las universidades chilenas.
Discutir sobre la calidad de los contenidos en la enseñanza a distancia en Chile, en todos los niveles, en la actual situación sería de largo aliento y un tanto irresponsable por la escasez de información fidedigna sobre el tema y el halo de proteccionismo institucional que ha aparecido al respecto, en todos los niveles de enseñanza. Dicha discusión no tiene sentido práctico y objetivo si se tiene en cuenta un reciente llamado de atención y aterrizamiento mundial respecto a la competencia digital de los profesores, en el cual están incluidos indudablemente nuestros profesores de todos los niveles de enseñanza [4].
Acotando ahora parte del tema central de mi preocupación, a raíz de discusiones con colegas ex-académicos acerca del rol social de la universidad en el contexto de la pandemia, diría sin ambages que éste deja mucho que desear, para no decir que es lamentable. Recordemos para ello el acápite de Ortega y Gasset acerca de Qué es además la Universidad: “tiene que estar abierta a la plena actualidad, más aún tiene que estar en medio de ella, sumergida en ella” y queda claro, que partiendo con el CRUCh (Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas) en el tema, parece que éste compite con el ministro de enseñanza en su silencio culposo, salvo su declaración pública de inicios de junio, preocupada más del presupuesto que del bienestar de los estudiantes; de los académicos y sus organizaciones, tampoco se escucha nada, es como si el problema no les compitiera, de las federaciones de estudiantes, de donde se supone saldrá la futura clase dirigente del país, “no se oye, Padre”. Y es extraño, pues cuesta encontrar una universidad chilena que no tenga entre sus valores institucionales, su adhesión irrestricta a los valores culturales, intelectuales y morales de la sociedad, lo que al parecer ha llegado a ser letra muerta, y se evidencia en contextos como el que nos preocupa. ¿O será que los directivos, académicos y estudiantes de las universidades chilenas no los han leído detenidamente hasta ahora?
El análisis previo del problema se da en un contexto societario vergonzante de la ciudadanía chilena, cuya decadencia evidente a mi parecer ha sido acertadamente descrita con nítida certeza por Mausfeld [5] al discutir los métodos actualmente empleados por las elites gobernantes para hacer invisibles sus violaciones a las normas de la moral pública y manejar la crispación de la conciencia ciudadana (cuando esta existe). La clase media ilustrada chilena, que fue reconocida en Latinoamérica hasta el gobierno del Presidente Frei Montalva, ha devenido en un grupo social anodino y abúlico (‘borregos’, según Mausfeld) perfectamente manejable por la clase abusadora, mediante una TV banal y una prensa casi en su totalidad en manos de la misma clase abusadora, ambas usadas para el ocultamiento de la realidad de los hechos ocurridos en el país la sociedad chilena tampoco reacciona racionalmente como cuerpo social frente a la creciente corrupción del congreso, parte del poder judicial y las FFAA, y algunos funcionarios de gobierno.
La plata fácil ha generado una sensación de falsa ejecutividad y autonomía y muy poca racionalidad, que lleva a pregonar -sin el mínimo decoro- su derecho a elegir la calidad de la educación de sus hijos porque puede pagarla, pero al mismo tiempo es incapaz de reconocer que la prueba SIMCE no mide los conocimientos de los estudiantes y tampoco tiene la entereza de exigir legalmente una rebaja en la cuota mensual por la baja evidente en la calidad de la enseñanza durante la pandemia, no me queda claro si por temor al ridículo frente a sus pares de clase social.
Me parece imprescindible y muy pertinente en este sitio, citar textualmente un destacado de Mausfeld en su presentación “You already know enough. So do I. It is not knowledge we lack. What is missing is the courage to understand what we know and to draw conclusions”. Sven Lindqvist (1992), Exterminate All the Brutes (libro), que traducido dice: “Ud. sabe suficiente al igual que yo. Lo que falta es el coraje para entender lo que sabemos y tomar las decisiones que corresponde”. Ese coraje lo perdieron los ‘chilenos’, asumiendo que lo tuvieron siempre.
Esa falta de coraje ciudadano dificulta la presentación de demandas colectivas para reducir (nadie ha dicho no pagar) las mensualidades de los colegios subvencionados y privados frente a la evidente baja de calidad de la enseñanza preuniversitaria en línea durante la pandemia. Los empresarios de la educación, como los definió una alta autoridad nacional, al ver amenazado el reparto de sus utilidades raudamente hacen causa común para pedir la protección poco ética del Estado, el mismo que para ellos sirve para muy poco en circunstancias normales.
En el nivel universitario el tema es de doble dimensión, el ‘borreguismo’ de los estudiantes y sus organizaciones, por un lado, que no se le conoce un pronunciamiento respecto al pago del 100% de los aranceles en condiciones tan irregulares y con actividades de enseñanza-aprendizaje cuya calidad no es 100%. Por otro lado, y más complejo éticamente, es el silencio culposo de académicos y directivos universitarios, que eluden pronunciarse respecto al cobro abusivo del 100% de los aranceles por este año evidentemente irregular. Sociedades menos borregas no han trepidado en exigir que este año los estudiantes universitarios no paguen aranceles y que lo haga el Estado [6], lo que me parece tan irresponsable como la enseñanza gratuita en nuestro país, que contribuye a profundizar las desigualdades sociales ya existentes, desde luego en esas sociedades también hay propuestas racionales, pero concordantes en no cobrar este año el 100% de los aranceles [7].
Queda un último tema y por ello no menos importante, que son los ritos sin los cuales los profesores y académicos (sigo sin entender la diferencia en muchos casos), parecen perder su esencia. El primero de ellos son las pruebas y las notas, luego sigue el pasar o no de curso y en la universidad se agrega otro que se suele prestar para abusos de poder, la exmatriculación del estudiante que repitiendo una asignatura la reprueba en condiciones tan irregulares como las del presente año. La propuesta concreta es asumir la gran irregularidad del año y dejar de lado los ritos académicos clásicos e intrascendentes este año, como ya lo han propuesto países más desarrollados [8] y sociedades menos borregas que la nuestra y en el caso de la enseñanza básica y media, las propuestas se mencionaron en los primeros párrafos del escrito.
Fuente de figura: http://www.memoriasdelsigloxx.cl/601/w3-article-52668.html
Bibliografía:
[1] OCDE. 2020. Coronavirus special edition: Back to school. Trends Shaping Education 2020 Spotlight 21.16 p. http://www.oecd.org/education/ceri/Spotlight-21-Coronavirus-special-edition-Back-to-school.pdf
[2] OCDE. 2020. Learning remotely when schools close: How well are students and schools prepared? Insights from PISA. 13 p. http://www.oecd.org/coronavirus/policy-responses/learning-remotely-when-schools-close-how-well-are-students-and-schools-prepared-insights-from-pisa-3bfda1f7/
[3] Hepp, P., M. Pérez, F. Aravena y B. Zoro. 2017. Desafíos para la integración de las TIC en las escuelas: Implicaciones para el liderazgo educativo. Líderes Educativos, PUCV, Informe Técnico 2: 17 p. https://www.lidereseducativos.cl/wp-content/uploads/2017/09/IT-02-2017.pdf
[4] Selwyn, L. (2020, 30 abril). Online learning: Rethinking teachers’ ‘digital competence’ in light of COVID-19 https://lens.monash.edu/2020/04/30/1380217/online-learning-rethinking-teachers-digital-competence-in-light-of-covid-19?amp=
[5] Mausfeld, R. (2015, 22 de junio). Why do the lambs remain silent? On democracy, psychology, and the ruling elite’s methods for managing public opinion as well as public indignation. Talk presented at the Christian-Albrechts-Universität Kiel, 21 p. https://www.uni-kiel.de/psychologie/mausfeld/pubs/Mausfeld_Why%20do%20the%20lambs%20remain%20silent_2015.pdf
[6] Lybeck, E. (2020, 03 de junio). Students shouldn’t pay tuition fees next year – the government should. The Guardian, Education. https://www.theguardian.com/education/2020/jun/03/students-shouldnt-pay-tuition-fees-next-year-the-government-should
[7] Williams, K. (2017, 14 de julio). It’s not about whether we charge tuition fees – in Wales we’ve found a third way. The Guardian, Education. https://www.theguardian.com/higher-education-network/2017/jul/14/higher-education-tuition-fees-maintenance-wales
[8] Moore, S. (2020, 22 de mayo). There’ll be no university rites of passage this year, but students shouldn’t despair. The Guardian, Education. https://www.theguardian.com/commentisfree/2020/may/22/no-university-rites-passage-students-despair-pandemic
La Pandemia covid-19 entonces no comenzó en 2019 o 2020, sino mucho antes puesto que la calidad es y ha sido por mucho tiempo un tema o abordado o discusión de sordos
¡Claro y Concreto!
No alcanza para un modelo educativo… Estamos cautivados por el Neo liberalismo.