«El mayor problema ecológico es la ilusión de que estamos separados de la naturaleza.»

Alan Watts.

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Sin pueblo la Convención Constituyente es una trampa

La sola frase “clase política” representa cómo los antiguos dirigentes de partidos populares se convirtieron en nuevos ricos, a costa de la acumulación personal del dinero fiscal, vía empresas del Estado –las pocas que quedaban– sumado a las abultadas dietas parlamentarias.

No se trata de negar, en el caso chileno, algunos éxitos de los Gobiernos de la Concertación, entre ellos, la reducción de la pobreza, (legado de la dictadura), sin embargo, muchos traidores a sus partidos y a su clase social se fueron alejando del pueblo, convirtiéndose en una brecha casi insalvable. Al adoptar y perfeccionar el modelo neoliberal, la Concertación no hizo más que profundizar el Chile repugnante, clasista, racista y xenófobo.

Los gobiernos de la Concertación, desde sus inicios, pretendieron transmitir a los ciudadanos que ya Chile se había convertido en una “potencia latinoamericana” y que, en pocos años más, sería un país desarrollado, anunciándonos que estaríamos al nivel de Portugal, país con varios siglos de historia.

También hay que reconocer que la clase rectora ha demostrado capacidad, en primer lugar, para integrar la sociedad a los nuevos ricos, surgidos de la riqueza del salitre y, después, del cobre. Si eran blancos y europeos se hacía fácil olvidar el origen campesino y pobre de sus países de origen. Que los Edwards eran parientes de piratas y los Larraín, unos cuantos vascos pobretones, no tenía ya importancia; al principio, se dedicaban al trabajo productivo, que los oligarcas chilenos despreciaban, pues  (bien lo recalcan los autores del libro El modo de ser aristocrático), el ideal era el lujo (como lo dice un senador de comienzos del siglo XX, ´la gracia consistía en saber aprovechar y vivir bien con el dinero del fisco´), y no fue difícil, por lo tanto, la incorporación de los Alessandri y  otros inmigrantes a la casta política chilena. (Hoy lo hacen con los Luksic y los Angelini…, incluso, con el yerno calerano de Augusto Pinochet, Julio Ponce Lerou que, antes era un militar porteño, arribista y servil).

Las distintas Constituciones chilenas no han sido, hasta hoy, más que la expresión de los intereses y el ethos de nuestra clase rectora: su dogmática había sido imitada de la de Francia, (1838), en la “restauración monárquica”; la de 1925, en algunos aspectos imitada de la de Weimar, (se reconoce que fue un progreso, que le debemos a la socialdemocracia alemana); la de 1980, se cimienta en la doctrina neoliberal de la escuela austriaca, seguida por la de los Chicago Boys, y adoptada por la derecha de la Democracia Cristiana.

En la mayoría de los casos, sobre la base del monopolio de las armas, el ejército chileno sirvió de apoyo irrestricto para que la ciudadanía no se atreviera a rebelarse y, en el caso de hacerlo –como en las huelgas de Valparaíso, Antofagasta e Iquique –los militares no se hacían ningún problema en masacrar al pueblo, (fue famoso el dicho “de cazar rotos”, hacerles cavar un hoyo, ´si fuere el caso, en el desierto’, donde caería su víctima para enterrarla en el mismo lugar que ellos mismos  habían cavado).

Los mismos “rotos” que vencieron en la Guerra del Salitre, a los pocos años fueron utilizados para someter y aniquilar a los mapuches, en su propio Wallmapu, todo en nombre del progreso y de la civilización. (Muchos de “los héroes” liberales, cuyas estatuas se exhiben en Santiago y en provincias, no son otra cosa que asesinos intelectuales que inspiraron la llamada “Pacificación de la Araucanía). La historia de Chile que se enseña en los colegios está llena de falacias, y es una copia de “plagiarios historiadores” conservadores, el más conocido de todos, Francisco Antonio Encina quien, a su vez, robó a los historiadores José Toribio Medina y a Nicolás Palacios, (este último tuvo el valor de denunciar los aleves asesinatos en la Escuela Santa María de Iquique). Es poco conocido en la publicación en el diario católico El Chileno, que fue el primero en publicar los artículos de Nicolás Palacios denunciando la Matanza de Santa María de Iquique, (hoy sólo conocida por la famosa Cantata, escrita pos Luis Advis e interpretada por el grupo Los Quillapayún).

En algunas ocasiones los pueblos y los ciudadanos han intentado construir sus propias reglas de juego: Pedro León Gallo, (fundador del Partido Radical), por ejemplo, comenzó una guerra civil, en la ciudad de Copiapó, (en esa época, famoso por la explotación de las minas de plata, principalmente en Chañarcillo), a fin de terminar con la dictadura del Presidente Manuel Montt y la Constitución de 1833. El Norte Chico, Atacama y Coquimbo, tuvieron su propia moneda, “La Constituyente”. Pedro León Gallo logró imponerse en la batalla de Los Loros, pero fue derrotado en la de Cerro Grande.

En 1925 los militares jóvenes, al mando de Marmaduque Grove y Carlos Ibáñez del Campo derrocaron, a comienzos de enero de ese año, a la junta militar reaccionaria, presidida por el inspector del ejército, Luis Altamirano, (en ese tiempo, los golpes de Estado se daban bastante tranquilos y no se disparaba ninguna arma, y bastó que Marmaduque Grove le instara a dejar el poder y Altamirano, acatando su orden dejó el mando).

Los militares estaban acostumbrados a respetar las Constituciones oligárquicas, por consiguiente, eran incapaces de gobernar por sí mismos. En esa época, llamaron a Alessandri que, en ese entonces se entrevistaba –de tú a tú según él– con Mussolini, y también pactaba con el Papa la separación de la Iglesia y del Estado, retornó a Chile, y fue recibido en brazos de “su querida chusma”, pero lo que ignoraban los partidarios de Alessandri era que a su paso por Montevideo ya “los militares chilenos le habían leído la biblia”: debía aceptar, entre otros mandatos, que 12 edecanes lo acompañaran ´hasta para ir al baño´.

Un año antes, en 1924, tanto Alessandri como los militares habían prometido convocar a una Asamblea Constituyente, a fin de terminar con la bacanal parlamentaria. Alessandri asumió, de inmediato, la tarea formando dos comisiones que representaban “a todo Chile”, es decir -a “gente como uno” -.

El creer en los políticos, en los militares y en el viejo pascuero, prueba la candidez y bondad de nuestro pueblo. Afortunadamente, un conjunto de organizaciones populares llamó a un Congreso Constituyente, integrado por representantes de la FOCH, la FECH, además de algunos alessandristas progresistas, y todos se reunieron el 8 de marzo de 1925; el 45% de ellos era proletario; el 20%, empleados; el 20%, profesores; el 7% estudiantes; el 8%, intelectuales y profesionales. Entre los representantes de los partidos políticos destacaban los comunistas Carlos Contreras Labarca, e Hidalgo, que presidió la Asamblea. De los anarquistas, Carlos Alberto Martínez, César Godoy Urrutia y Alejandro Escobar. Por la FECH, Carlos Vicuña Fuentes y de María. Por las mujeres estaban Amanda Labarca, Ernestina Pérez, (la primera mujer médica chilena), y Graciela Mandujano.

Este Congreso Constituyente, más que redactar una Constitución acordó puntos fundamentales:

1)        El Estado debe garantizar el bienestar material y espiritual de los chilenos.

2)        Una Cámara Única, (en ese tiempo llamada “funcional”, propia del cooperativismo).

3)        Su mandato sería siempre revocable.

4)        Coordinación y fomento gubernativo de la economía.

5)        Estabilidad monetaria.

6)        Represión contra la usura y el robo.

7)        Separación entre la Iglesia y el Estado, confiscando los bienes eclesiásticos para construir habitaciones obreras.

8)        Fin de la prostitución.

9)        Remplazar al ejército profesional por la conscripción popular como en Suiza.

Los Acuerdos de esta Comisión quedaron sólo en el papel, pero nos enseña que, sin un Constituyente originario, el Pueblo, una Convención Constituyente lo único que puede aprobar es más de lo mismo, y esta vez, el pueblo, como los esclavos antaño, se pone su propio grillete.

Bibliografía

  • Genaro Arriagada, Chile, sistema político futuro, Aconcagua 1985.
  • Rafael Luis Gumucio  Rivas y Claudio Vásquez.
  • El desafío de la soberanía popular, CESOC ,1988.
  • Julio Haisse, 150 años de evolución institucional, Andrés Bello, 1989.
  • Mario Góngora, Ensayo Histórico de la Noción de Estado en Chile, siglos XIX y XX.
  • Alberto Edwards, La fronda Aristocrática, Ed. Universitaria
  • Julio Haisse , El Periodo Parlamentario( 1861-1925)
  • Gabriel Salazar, Construcción de Estado en Chile (1800-1837) Ed. Sud Americana 2005.
  • Portales, Historias desconocidas de Chile, Catatonia, 2018
  • Crisóstomo Pizarro, La huelga Obrera en Chile, SUR,1986
  • Marco Enríquez y Rafael  Gumucio Rivas,  El problema no es la economía, es  el poder,  2013

Fuente de figura:
https://www.bcn.cl/historiapolitica/constituciones/index.html

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