
Editorial: Ciudadano, no hay camino… solo estelas en la mar
Con la nominación de los candidatos a alcaldes, concejales, convencionales constituyentes y gobernadores regionales, el país entró en tierra derecha ingresando a un proceso ciudadano que debiera ser muy relevante para el futuro.
El plebiscito del 25 de octubre sirvió para aclarar las cosas definiendo dos temas fundamentales: Cuatro de cada cinco electores expresaron entonces su voluntad en cuanto a la necesidad de una nueva Constitución y una cifra superior, en cuanto a que no deseaban que el Congreso Nacional participara en su redacción. El categórico pronunciamiento, que fue destacado incluso por la gran prensa internacional, no se prestaba para interpretaciones ambiguas o equívocas.
Sin embargo, a los pocos días el panorama cambió profundamente. Las ambiciones y apetitos de quienes se creyeron dueños de la victoria, afloraron por doquier y se dio la extraña y sorprendente paradoja de que quienes alzaban a diario sus voces para criticar y condenar el modelo neoliberal y el individualismo vigentes, hicieron prevalecer estos antivalores por sobre los principios básicos de diálogo, unidad y entendimiento. En tanto, en la acera opuesta los “individualistas” no tuvieron mayores problemas para alcanzar una unidad que consideraban indispensable para la defensa de sus intereses.
En poco más de 60 días, los frutos del triunfo plebiscitario se hicieron humo y el sólido 80% de octubre se diluyó en innúmeras listas y postulaciones plagadas de gran cantidad de cacicazgos locales y fatuas estrellas de la televisión y la farándula. Además, los tradicionales partidos políticos jugaron sus cartas con nombres de parlamentarios que optaron por renunciar a sus cargos y también con postulantes afines pero que no aparecían registrados como militantes de sus respectivas colectividades. En suma, los grupos vencedores de octubre optaron por clavar las banderas del partidismo estrecho por sobre los valores indispensables para reconstruir una comunidad política plenamente democrática.
Más allá de las explicaciones individuales y / o grupales que el ciudadano de a pie no logra entender, la pregunta que flota en el ambiente es: ¿Por qué se ha llegado a este punto? ¿Qué razones justifican esta farra?
Procurando dar una respuesta a estas interrogantes, resulta indispensable señalar que quienes pretenden atribuirse la representación de la ciudadanía y asumir la vocería de los casi 6 millones de votos que obtuvo el “apruebo”, han demostrado, hasta ahora, una grave incomprensión del problema.
Redactar una nueva carta fundamental, como se ha dicho reiteradamente, no implica hacer, a través de este instrumento, una distribución de bienes y beneficios personales y sociales creándolos en un papel desde la nada – lo que constituiría una tontería mayúscula – sino definir las reglas del juego a las que se desea someter la convivencia social en lo futuro. En buenas cuentas, como lo hemos señalado reiteradamente, se trata en primer lugar de remover los nudos establecidos en el actual régimen constitucional y que, abierta o subrepticiamente, encubren privilegios y consagran injusticias e inequidades allanando la cancha en la cual se avanzará en el desarrollo del país. Ello significa hacer realidad la histórica sentencia que precisa que “en Chile no hay clases privilegiadas”.
Sobre esa base, es necesario definir, no solo una institucionalidad adecuada, eficiente y eficaz, sino una gama de derechos que haga posible caminar hacia un Estado social y solidario que dignifique, en el más amplio sentido de la expresión, a todas las personas. Los pasos para concretar esa aspiración, deberán ser definidos periódicamente conforme a las prioridades que definan las mayorías políticas.
Tentar a los ciudadanos con promesas ilusorias, es pura y simplemente demagogia populista irresponsable. Erradicar obstáculos y privilegios es conditio sine qua non para concretar un nuevo modelo que permita superar las graves fracturas sociales que sufre nuestro país y que están presentes en áreas tales como la salud, la educación, la vivienda, el sistema de seguridad social y la preservación del medio ambiente.
El pueblo de Chile necesita comprometerse a participar activamente en el proceso constituyente, a través de una reflexión colectiva y madura, para transformarse en actor y no ser amedrentado por campañas del terror de los conocidos de siempre ni dejarse engañar por los siempre presentes vendedores de ilusiones.
Una muy buena y ejemplar piza de periodismo.
Felicitaciones.
Muy acertada Editorial que suscribo completamente y el fondo del escrito lo he sostenido en Facebook que terminó una vez más bloqueando mis mensajes, que hacían ver que estábamos haciendo más de lo mismo, perpetuando la basura de la tv hueca del país y la basura de nuestra política