«El Antropoceno nos obliga a repensar no solo nuestra tecnología, sino nuestra ética y nuestra política.»

Bruno Latour.

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ETAPAS Y ROLES DE LA UNIVERSIDAD EN AMÉRICA LATINA

Salvando particularidades y reconociendo excepciones, hay elementos comunes en la evolución de las universidades de América Latina que permiten generalizar los roles que han cumplido en el devenir de nuestros países. Establecer las principales etapas en función de los roles, es el objetivo de estas reflexiones.

Etapa de las “universidades pioneras”: rebeldía en cierne.

La consolidación de los Estados soberanos en el siglo pasado indujo a buscar formas para afirmar sus identidades nacionales. Por ello que en la etapa de consolidación de nuestros países la Universidad se expandió y se convirtió en una institución en constante transformación, en la búsqueda de opciones políticas y culturales que diesen viabilidad a las nacientes repúblicas. El derecho, como expresión de la necesidad ciudadana de plasmar las aspiraciones de la sociedad, se vertió a las aulas en facultades pioneras que no sólo fueron fuentes de leyes y reglamentos, sino por sobre estas labores, se convirtieron en semilleros de políticas y lugar de encuentro de la discusión de los avatares y posibilidades de cada nación.

Paralelamente se empezaron a desarrollar las ciencias: la medicina se expandió y a finales de siglo, la agronomía recogió el conocimiento de naturalistas europeos. La influencia de los países de Europa y en especial de Francia fue fundamental en esta etapa. La ingeniería se desarrolló en forma espectacular. Puentes, caminos, obras de riego, ingeniería urbana, etc., hicieron que la enseñanza de ingeniería sea preocupación permanente de las universidades de la región.

No obstante, la dependencia cultural y científica explicable en una etapa como la descrita, las universidades asumieron su rol de conducción del cambio de las sociedades latinoamericanas, pues el humanismo y el arte europeo también estaba presente. La efervescencia se gestó, en primer lugar, exigiendo el cambio desde adentro, clamando para que sean las universidades las que rompiesen con la dependencia de los poderes político-económicos y religiosos. Muchos planteamientos se debatieron en distintas universidades de la región, pero hay uno que por su contenido y por su lucidez y visión futurista es de especial importancia: el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de Córdoba, Argentina, en 1918.

1. Etapa de las “universidades profesionalizantes”: la instrumentalización de la universidad.

La Primera Guerra Mundial marcó un compás de espera. La fase inter guerra ya hacía vislumbrar el peso cada vez mayor de los adelantos científicos y de las tecnologías foráneas en el cambio de la orientación y del rol que la estructura de poderes predominantes le trataron de imponer a las universidades de la región. La expansión de la influencia norteamericana hacia América Latina se tradujo en la adopción de una modalidad de desarrollo que se basaba en los paradigmas del mercado y en estructuras de consumo.

Esta modalidad de desarrollo permeó, transformó y desestructuró formas anteriores, desintegró las organizaciones nacionales y aculturizó a un segmento significativo de la población. Muchas universidades de la región copiaron formas y sistemas universitarios similares a los del norte, destacándose la proliferación de estudios y cátedras muy especializados en desmedro de formaciones más integrales. De esta forma también se configuraron lazos formales e informales de integración entre los científicos de América Latina y los centros de investigación de los países desarrollados. Las carreras académicas se gestaron a través de publicaciones del norte y generalmente en función de sus propios intereses. Muchas de nuestras universidades, acorde a sus grados de dependencias, adoptaron sistemas de estudios desarticulados de la realidad nacional.

En esta etapa predominó la tendencia denominada profesionalizante, en donde el sistema educativo pasó a constituirse en un elemento estratégico fundamental en la estructura de dominación y donde, a la Universidad se le trató de imponer el rol de proveedora de profesionales clásicos en función de la demanda del mercado en una sociedad claramente estratificada.

Estas universidades tendieron a aislarse de la sociedad y a encerrarse en sí mismas. La clase político empresarial dominante calificaba su eficiencia en función de la producción de profesionales. Esta expresión del quehacer universitario se fue impregnando en las sociedades latinoamericanas, que aceptaron el hecho de que sus universidades debían sólo tener ese rol.

Así se logró desvirtuar el significado social de la educación. Un porcentaje muy significativo de estudiantes ingresaba a la universidad solamente para obtener el título que le significase un estatus económico-social superior. La extracción de éstos, generalmente de familias sin problemas económicos, les impidió ver sus obligaciones para la sociedad. En esta etapa fueron los contribuyentes los que financiaron prácticamente toda la educación de estos estudiantes debido a que las universidades eran en su gran mayoría gratuitas.

Se intensificó la dependencia, lo que evidentemente repercutió en la estructuración del currículo y en la formación de docentes. Se profundizó la formación científica, pero en muchas ocasiones ésta estuvo reducida al periscopio necesario para apuntar hacia determinadas tecnologías que interesaban ser difundidas en los países del sur.

En esta etapa se expandió la investigación y, aunque ello significó un avance significativo, se tradujo, en muchas ocasiones, en una mayor dependencia intelectual y tecnológica. En el decenio del 50 y parte del 60 crecieron las universidades latinoamericanas; hubo más docentes, más laboratorios, más cupos de ingreso, pero persistió el carácter profesionalizante, los problemas en los procesos de democratización, y el ingreso discriminado de los postulantes.

La tecnocratización también fue paulatinamente infiltrándose en la mentalidad profesional y académica y se sumó a la caracterización de muchas universidades, pues para muchas la innovación tecnológica pasó a convertirse en la única base del desarrollo. Es una etapa en que se hipertrofió la técnica estableciéndola como la absoluta dominadora del progreso.

No obstante, muchas voces se alzaron frente a esta realidad, pues fueron aflorando continuamente las contradicciones y los conflictos propios de organismos que reunían comunidades académicas de amplio conocimiento y de claras posiciones contestatarias. Además, año a año entraban nuevas hornadas estudiantiles.

2. Etapa de las “universidades críticas”: la presión por los cambios.

Sin embargo, las crecientes contradicciones dentro de las universidades latinoamericanas permitieron que los paradigmas emergentes en la región tomasen fuerza. De esta manera las universidades, cual más cual menos, desde mediados de la década del 60, entraron en una etapa que se podría nominar como «Universidad crítica».

Dos procesos tuvieron especial relevancia: por un lado, la revolución cubana con su marcada influencia ideológica que cuestionó el sistema capitalista, y, por otro lado, llegó a América Latina el oleaje de las reformas universitarias del viejo mundo de 1967-68, especialmente las francesas y californianas.

Esta «Universidad crítica» fue la comprometida con los cambios estructurales. La que impulsó los liderazgos y retomó con fuerza temas dejados a un lado, como la investigación de nuestra cultura. Presionó para establecer prioridades para la investigación que permitieran desligarse de la dependencia científica y tecnológica. Reclamó transmitir liberación y criticismo en la docencia, valores necesarios para impulsar a la sociedad hacia la creatividad de nuevos paradigmas para encaminarse hacia una modalidad de desarrollo más humano e integral.

Es lógico deducir que esta universidad no pudo coexistir en sociedades comandadas por estratos político-económicos, y en algunos casos religiosos, dominantes que le demandaban otro rol. Por ello que dentro de las universidades latinoamericanas se polarizaron los planteamientos y se enfrentaron posiciones correspondientes a grupos que trataron de mantener las formas de universidad profesionalizante versus grupos que tendían claramente hacia formas de universidad crítica. Es posiblemente en el territorio sudamericano donde se produjo en forma más clara esta ideologización acorde a las transformaciones estructurales – Perú, Bolivia, Chile, Ecuador, Uruguay- marcaron claramente esta etapa. Brasil sólo pudo vivir la etapa de la universidad crítica. En Argentina el criticismo e incluso el ideologismo se manifestaron enmascarados por las dictaduras. México asumió las particulares formas de sus especiales condicionantes políticas. Venezuela con sus universidades críticas, aunque ideologiza en alguna medida, trató de consolidar su democracia y autonomía con el recuerdo latente de su anterior larga dictadura.

En los países centroamericanos las universidades continuaron su histórico rol de semillero de revolucionarios y libertarios, pero también de mártires y exiliados. Costa Rica y en ciertas épocas Panamá hicieron excepción con formas similares a los sudamericanos.

La universidad crítica fue seguida en varios países de la región y por un lapso más pequeño por la “Universidad ideologizante”. Para grupos académicos y profesionales éstas debían jugar un rol contingente en la lucha política, sobre todo en la liberación de las clases más oprimidas. Pero esta universidad ideologizante se dio sólo en países en etapas de grandes cambios estructurales. Este lapso duró lo que duraron esos intentos.

NGV

2017

(La Parte II se publicará en la edición del 24.07.2022)

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