
¿Hay algo nuevo en Venezuela?
Michelle Bachelet mostró su sensibilidad y carisma en el cara a cara con las víctimas de atropellos a los derechos humanos. Corina Machado y el ex alcalde Antonio Ledesma, en una carta dirigida a Guaidó, volvieron a insistir en que la única salida para sacar a Nicolás Maduro del poder era la invasión norteamericana, apoyada por tropas colombianas y brasileras.
Corina Machado y el ex alcalde no miden las consecuencias de una intervención armada que, además de masacrar al pueblo venezolano, haría de América Latina un campo de combate entre las grandes potencias, (en el caso de Corina, con tal de convertirse en la “adalid del pueblo” poco le importa que sean los mismos ciudadanos los que paguen los platos rotos).
Pompeo ha captado bien que la oposición venezolana no ha sido capaz de unirse en un objetivo común y estar a la altura de un pueblo valiente -tal cual lo dice su Himno Nacional- y hay un abismo moral entre el pueblo y sus corruptos líderes. Mike Pence, (pastor protestante fanático y muy limitado), es uno de los pocos que aún sigue creyendo en la invasión, incluso, su jefe Donald Trump, sólo se limita a expresar, con “¿muestras de dolor? que el pueblo venezolano lo está pasando mal.
En la visita realizada por la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet,líder chilena, demostró su indudable carisma, inteligencia y temple moral: en sólo tres días fue capaz de dar cuenta de lo que realmente sucede en Venezuela, en síntesis, hay un gobierno autoritario que atropella los derechos humanos y que existen presos políticos, hambre y hospitales donde diariamente mueren niños y adultos mayores.
Tienen razón algunos que la critican por no haber dedicado más tiempo al trabajo de campo, tal vez haber visitado algunas de las provincias. Esta visita no era un encuentro entre jefes de Estado, sino la de una defensora de los derechos humanos, que debe privilegiar a las víctimas de los atropellos y ser voz de los sin voz, y que para conseguir resultados debía hablar con las autoridades competentes. Michelle Bachelet no es Catalina II y no cree en las Aldeas Kropotkin, pues un poco de pintura en los hospitales y cárceles no la va a engañar.
Michelle Bachelet mostró su estatura política y humana cuando dialogó con los familiares de los muertos en las manifestaciones del año 2014, acogiendo y enfatizando con el dolor de las madres en escenas de gran profundidad y espontaneidad -me parecía estar viendo a la candidata presidencial cuando fue ungida como Presidenta, primera mujer latinoamericana en ese cargo-.
Bachelet no es una súper woman, como tampoco tiene poderes mágicos para solucionar un conflicto que se arrastra por más de tres años, y su tarea no consiste en mediar -como lo hicieran el Papa y líderes de Noruega y otros países, por algo han fracasado- sino que dedicarse a denunciar, promover y buscar soluciones a los graves problemas de derechos humanos. Lo óptimo hubiera sido lograr la liberación de los presos políticos y, a su vez, luchar por el fin del embargo económico por parte de Estados Unidos, que tanto daño hace a Venezuela.
El haber logrado la instalación de dos delegados permanentes en Venezuela es un paso importante, pues si el gobierno les respeta la inmunidad diplomática y se aplica el Tratado de Viena, las víctimas de violaciones podrán recurrir a una institución de peso mundial, (hubiera sido más fácil la labor a los chilenos si se hubiese instalado una oficina de Naciones Unidas durante la dictadura de Pinochet, como se vislumbra ahora en Venezuela).
La posible solución a la crisis en Venezuela no está en manos de las grandes potencias mundiales, ni tampoco en la intervención de países latinoamericanos: ni siquiera la OEA ni la ONU pueden reemplazar el rol protagónico del pueblo venezolano, pues mientras exista esta distancia entre sus ambiciosos dirigentes y el dolor del pueblo, será muy difícil encontrar el camino de la libertad y de la solución a sus problemas.
En la oposición venezolana, hay demasiados personajes muy ambiciosos que quieren repartirse el poder antes de demostrar capacidad política y mortal para conquistarlo. Mientras subsistan posturas personales y concepciones rígidas y divididas, ninguna ayuda internacional sería eficaz, (da la impresión de que sus líderes buscan más el aplauso que la eficacia en favor del pueblo, en servirse, que en servir).
Sebastián Piñera y su entonces ministro de Relaciones Exteriores, (hoy nombrado embajador en España como premio a su gran labor como Canciller) han demostrado -en el caso particular de Venezuela- ser incapaces de llevar a cabo una política internacional que represente a todos los chilenos; embarcando a nuestro país en un campo ideológico muy sectario y dogmático. En lo sucesivo, para conseguir la unidad nacional, tendrán muchas trabas con la oposición y la catadura moral nacional e internacional de Michelle Bachelet es gigantesca al lado de la mezquindad y visión política del derechista Sebastián Piñera.
La OCDE acaba de clasificar el desastre de la diáspora venezolana como uno de los más catastróficos de la historia actual. Los países latinoamericanos son víctimas de la incapacidad de los actores políticos venezolanos, que han entregado a su país al juego de las grandes potencias por la hegemonía mundial, condenándolos a ser protagonistas de un drama de proporciones apocalípticas.
Déjanos tu comentario: