
Hegemonía comunicacional, o censura sin apellidos
Uno de los derechos fundamentales del ser humano, es la libertad, la cual lleva como componentes ineludibles que las personas podemos decidir dónde vivir, que educación recibir, donde trabajar, con quien casarnos o divorciarnos, profesar una religión, poder trasladarnos a cualquier sitio que nos plazca y por supuesto pensar y decir lo que queramos.
De todas esas aristas de la libertad, la “más peligrosa” de ejercer es la de poder decir lo que queramos, porque la misma conlleva la capacidad para que otros sepan lo que es nuestra verdad, y a veces esa verdad se puede volver incómoda para los gobernantes, y llevar consecuencias nefastas para quienes la dicen; en la antigüedad tenemos el caso de Sócrates y no es el único.
Con su accidentada historia de dictaduras, gobernantes no tan liberales, e inclusive en la democracia, en Venezuela, la libertad de pensamiento y su divulgación mediante la prensa, los libros, panfletos, y todos los medios que llegaron posterior a la radio, han tenido sus encontronazos con el poder; es por ello que Venezuela tiene una larga lista de buenos periodistas enfrentados al poder, y otra fuente fecunda para ejercer oposición ha sido el humorismo, algo de eso hemos reseñado en esta ventana.
Como todo gobierno en sus inicios, en 1999, Hugo Chávez tuvo su “luna de miel” con la prensa, había expectativas y se otorgó el beneficio de la duda, por otro lado se da inicio a una modalidad de comunicación desde el poder, que se transmite a través de la televisora oficial en un programa semanal “Aló Presidente”; allí se hablaba en principio de acciones de gobierno, con tiempo limitado, y aunque no era obligatorio, prácticamente todas las emisoras de radio y televisión lo transmitían, y por supuesto era comentario obligado de los lunes en todos los medios de comunicación.
Pero toda luna de miel se termina, y cuando en los medios comienzan a aparecer denuncias sobre corrupción militar en una de las primeras acciones de gobierno, el “Plan Bolívar 2000”, ya comienzan a visualizarse cambios y surgen las insinuaciones y amenazas veladas a periodistas y propietarios de medios.
Un cambio es que el programa dominical ya no tiene tiempo limitado, se extiende todo el tiempo que sea necesario, dos, tres, seis u ocho horas, se habla de todo y de todos. Por otra parte, las transmisiones en cadena (obligatorias), comienzan a hacerse frecuentes e igual de extensas, ya los ciudadanos empiezan a ver invadido su espacio de entretenimiento e información por este intruso poderoso.
Sin embargo, los medios de comunicación se convierten en espejo donde se reflejan todos los problemas y la falta de solución, al propio tiempo en el periodismo de opinión hay muchas voces y plumas (o mejor teclados) que denuncian la deriva autoritaria del régimen, en algún momento, el ministro de comunicación suelta la idea de la “Hegemonía comunicacional” para contrarrestar una supuesta “guerra mediática”, son pequeños escarceos que terminaran siendo política de Estado.
Un punto de quiebre ocurre en abril de 2002, casi a diario hay movilizaciones y protestas multitudinarias, el día 11, a las 3 de la tarde aparece la imagen de Hugo Chávez en cadena nacional, mientras en el centro de Caracas, francotiradores disparan contra la multitud, causando 17 muertes, las televisoras dividen la pantalla, en un lado está la transmisión oficial y en el otro la violencia en la calle, el resultado es el desconocimiento del alto mando militar a Chávez y su salida del poder por un breve lapso de tiempo.
Ya las cartas están echadas, los medios privados se convierten en militantes activos de oposición, nada se omite y todo se denuncia, las presiones no se hacen esperar, sin previo aviso algunos periodistas desaparecen de las pantallas en los programas de opinión, otros ya no escriben en los periódicos. Mediante la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (Ley Resorte), se coloca una espada de Damocles sobre los medios, los dueños se hacen responsables por lo que digan sus periodistas y columnistas, las sanciones van desde la multa, hasta el cierre parcial o definitivo, con una característica, la discrecionalidad, cualquier cosa puede ser considerada ofensiva o sancionable, las multas pueden ser desproporcionadas e impagables, algunos medios optan por la autocensura.
Con la ley resorte se pretende defender a los ciudadanos de la manipulación de los medios, ya no se pueden trasmitir noticias de protestas, o accidentes en horario diurno, todo va para después de las 10 pm, son varios los comunicadores sociales que lo dicen sin ambages, prefieren salir del medio, por lo menos salvan los trabajos de muchas personas, se reinventan, en redes sociales o publican y transmiten desde el exilio.
En 2007, se vence la concesión de Radio Caracas Televisión, el primer canal de televisión privado que se funda en el país, en un programa “Aló Presidente”, Chávez dice que no le será renovada la misma, los argumentos son falaces, todo el mundo sabe las verdaderas razones; se organizan marchas y protestas sobre lo que la sociedad considera hasta los momentos el más serio ataque a la libertad de expresión; el 27 de mayo se apagan sus transmisiones, sus equipos son confiscados y junto a la frecuencia se le entrega a TVES, un canal creado por el oficialismo, se le pasaba factura por lo acontecido el 11 de abril de 2002.
En vano tratan de mantenerse en el aire, mediante la TV por cable registran la marca como RCTV Internacional, poco después el ente regulador CONATEL “interpreta” que siendo la mayoría de sus producciones hechas con talento venezolano, se le debe considerar canal nacional y esa opción también es cerrada.
El cierre de RCTV, es apenas la punta del iceberg, muy pronto las otras televisoras, las radios y los medios impresos verán cómo van apareciendo cada vez mecanismos de presión cuyo único objetivo es la ansiada hegemonía comunicacional, es decir no serán buenos tiempos para la libertad de expresión.
Fuente de figura: https://elpais.com/internacional/2014/05/02/actualidad/1398990311_813205.html
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