HOMENAJE A LOS MÍOS, A LOS GUERREROS DE LA EDUCACIÓN
El personal de la salud tuvo durante muchos días unos merecidos aplausos. Pero creo que los profesionales de la educación, (con tesón, humildad y sacrificio), también merecen el reconocimiento público, porque han hecho frente a las exigencias del aprendizaje y, a la vez, al control de la pandemia.
Lo que parecía imposible a comienzo de año escolar, ha sido un término de semestre más esperado que nunca por lo intenso, incierto y difícil que lo ha hecho la pandemia. Es el momento de hacer el balance. Es el momento de reconocer el esfuerzo, la constancia y la responsabilidad de las comunidades educativas en el ejemplar desarrollo de la enseñanza remota y presencial. Los miembros de las comunidades educativas vencieron el miedo y la incertidumbre, resistieron heroicamente al frío en el invierno, doblaron las horas de trabajo para atender las demandas digitales, vigilaron el cumplimiento de las normas, pusieron el corazón en la tarea para que los alumnos y las alumnas se sintieran acompañados y protegidos, aprendieron a mirarse profundamente a los ojos ya que los labios estaban ocultos por las mascarillas. Por fin ha terminado un semestre que comenzó lleno de incertidumbre, de perplejidad, de miedo y de tanteos. Nunca había sucedido algo así. Nunca se había afrontado un año en estas condiciones excepcionales.
Como testigo en primera fila y participante de ese gigantesco esfuerzo en educación, envío una efusiva felicitación a todos por el compromiso y la pasión por la tarea bien hecha desde todos los niveles del sistema, desde la Educación prebásica hasta la universitaria, extensible a todos los profesionales que actúan en las comunidades educativas: orientadores, asistentes profesionales, administrativos y auxiliares.
Sin su dedicación y sin su constancia no hubiera sido posible, en estos tiempos tan complicados desde el punto de vista sanitario, que se hubieran podido abrir los colegios para dar clases presenciales con garantías para todos y todas. Hemos demostrado ser esenciales y así se nos ha reconocido.
Las clases a distancia han sido un agobio para profesores y familias. Hemos tenido que olvidarnos de nuestras horas de descanso, porque en nuestro contexto los afortunados padres que aún conservan empleo, llegan tarde a sus hogares, cansados y entendiendo bastante poco de las tareas que sus hijos deben hacer. Por ello, los profesores atendemos consultas a toda hora para que nuestros niños y niñas puedan estudiar pese al hacinamiento, a la falta de tecnología y a la cantidad de hijos que demandan al mismo tiempo a sus padres para poder apoyarles en sus tareas. Es por esta razón que también es importante mencionar y felicitar también a las familias que, en un principio y con toda la lógica del mundo, sentían miedo ante la no presencialidad de la enseñanza, porque han transmitido a sus hijos e hijas los consejos y medidas oportunas para facilitar nuestro trabajo docente.
Sumado a todo ello, nuestro propio acceso a internet ha sido un problema más, por lo que cumplir con algo tan sencillo como enviar videos puede tomarnos horas y terminamos sintiendo que ahora trabajamos mucho más que antes. Podría seguir enumerando una serie de obstáculos que han ido surgiendo con esto del teletrabajo, pero creo que todos ya los conocemos.
Sólo pienso que no podemos tirar la toalla, que debemos seguir pegados al teléfono, llamando a los apoderados para informarlos día tras día sobre lo que deben hacer sus hijos e hijas, debemos seguir comunicándonos con los colegas para tratar de organizarnos lo mejor posible dentro de este tiempo. Seguir llamando a los estudiantes por teléfono para motivarlos porque muchos no quieren estudiar en casa. Seguir descargando imágenes, completando bitácoras, como una forma de evidencia, porque debemos tenerlas para demostrar que seguimos trabajando y para que los estudiantes sigan “aprendiendo”. Porque si no lo hacemos se seguirá ampliando la brecha que distancia a los estudiantes de los que sí cuentan con todo ese capital cultural, tecnológico y económico. Porque en nuestro sistema educativo a todos se les mide con la misma vara sin considerar el contexto y sus puntos de entrada.
Mientras finalizo estas líneas deseo que quienes dirigen este país se den la oportunidad de conocer la realidad que viven la mayoría de las comunidades públicas en Chile para que las decisiones que tomen sean efectivas y justas para todos.
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