
INFANCIA Y ADOLESCENCIA: DEBERES Y DERECHOS
Guía Familiar
Yerko Strika, Psicólogo, Psicoterapeuta
A menudo, se cuestiona un exceso de garantías en favor de los derechos de niños, niñas y adolescentes, alegando que tales derechos sobrepasan con creces los deberes que también atañen a los menores de edad. Lo cierto es que, sin duda, un derecho trae aparejado un deber. La libertad, una vez ganada, se debe cuidar responsablemente mediante acciones que cautelen el espacio de su ejercicio. Hasta ahí, estamos de acuerdo.
Pero, ¿a qué tienen derechos los niños, niñas y adolescentes? La Convención Internacional de los Derechos del Niño (CIDN; ONU, 1989), establece que los menores de 18 años, son individuos con derecho de pleno desarrollo físico, mental y social, y con derecho a expresar libremente sus opiniones. Esta convención, es una adaptación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU, 1948), pensada para los niños en su particular etapa de desarrollo. Surge y toma fuerza, a raíz de infancia gravemente vulnerada (trabajo infantil, niños soldados, explotación sexual, niños encarcelados, etc.)
Chile, adscribe a la CIDN en el año 1991, haciéndose Estado parte. Desde entonces a la fecha, ha habido un largo proceso de relevar la infancia como una etapa angular en el desarrollo del ser humano, desde donde se sientan las bases cognitivo – afectivas, de lo que será el posterior adulto, en el ejercicio maduro y pleno de su potencial como individuo. En los últimos 25 años, nos hemos encargado de generar institucionalidad (para bien o para mal) que se haga cargo del tema, de manera que los adultos nos sensibilicemos frente a nuestros niños y ellos sepan que tienen un espacio garantizado para la expresión de sí mismos.
Sin embargo, la operacionalización de la CIDN en la sociedad, ha carecido, a mi entender, de una comprensión en profundidad de sus principios, quedándonos solo con la frase “Los derechos de los niños”, vacía de contenido y delegando su administración en entes abstractos. La práctica de los derechos, inicia en la comprensión desde el mundo adulto como responsable de su articulación en el ejercicio de la crianza que cada familia otorga a sus hijos. Entonces, la materialización de derechos debe ir aparejada con la práctica del parental, que a su vez debe proveer espacios de expresión y participación, en función de la autonomía progresiva de los niños.
De modo complementario, criar desde una lógica de derechos, conlleva señalar al niño límites a sus conductas, pues sus derechos se encuentran constantemente con los derechos de los otros y conviven con normas más amplias que regulan el orden familiar y social. Por tanto, se deben entender los derechos como un marco de garantías para el desarrollo pleno de la infancia, pero que son instrumentalizados en la crianza, en cuya práctica se dialogue desde una autoridad amorosa, es decir, con capacidad para establecer una línea entre lo aceptable y lo censurable, en base a la comprensión de las consecuencias de determinadas conductas.
Entonces, no se debe confundir una política pro derechos, con un “dejar ser” en ausencia de límites. Sin duda que niños, niñas y adolescentes tienen derecho a expresar sus necesidades y puntos de vista, pero también el deber de hacerlo de manera responsable y en función de su etapa de desarrollo, actitud que debe ser modelada y co-construída en conjunto con el niño.
Quejarse de que hoy en día los niños tienen solo derechos y no deberes, es confundir dos conceptos que se complementan: Uno, el DERECHO como principio rector de la dignidad humana y dos, el DEBER como responsabilidad frente al derecho que se ejerce. Así, frente al derecho a la educación, existe el deber de estudiar; frente al derecho a la salud, el deber del autocuidado; frente al derecho de vivir en familia, el deber de respetar a sus miembros.
Nuestro deber como adultos, ya que ejercemos el derecho a procrear, es hacernos cargo de la crianza de manera presente y buscando la expresión del potencial que portan nuestros hijos. De este modo, no deberíamos, de una manera simplista, volver las críticas hacia los niños, en tanto éstos son reflejo de lo que como sociedad hemos ido construyendo.
Gracias Yerko, tengo dos hijos, el menor de 1año y el mayor de 5.
Me hace sentido la frace » no se debe confundir una política pro derechos, con un “dejar ser” » y motivado por la lectura encontre un doc de unicef en el sgte enlace http://bit.ly/1J2CBpy